Como dijo Nietzche “los métodos son la mayor riqueza del hombre” y la lectura es el motor de la civilización y la cultura.
Los genes brindan los instintos, las reacciones y los movimientos, pero el tallado del alfabeto en el cerebro proporciona la victoria de la mente y del espíritu sobre la materia. Los genes definen la conducta pero el cerebro posee la sensibilidad ante la experiencia. En la edad de los principios, el niño es indefenso, pero luego se convertirá en el dominador del universo. Y lo hará por su capacidad de leer y comunicar de un modo tal que ninguna otra especie pudo imitar.
La escuela del subdesarrollo intelectual
Investigadoras francesas conducidas por Josette Jolibert plantearon cambios en la enseñanza de la lectura ante el fracaso del sistema actual.
En la escuela tradicional se comienza reconociendo las letras y después de 2 años decodifican signos pero no comprenden. Leer y escribir son actividades que combinan lo intelectual con lo emocional. La afectividad surge porque el niño se conecta con el autor de lo que lee y con el destinatario de lo que escribe. Leer es al mismo tiempo una actividad social. Propone que los chicos preparen proyectos, por ejemplo una fiesta de cumpleaños, que aprendan el vocabulario atinente y dicten textos completos. Se confecciona una ficha técnica con todo lo que se necesita, que incluye las palabras afines, que antes del evento se enseñan y clasifican.
El ejemplo empieza por casa
El niño es el padre del hombre que será. Las fallas del adulto se deben a la educación que recibieron. La lectura surge de la curiosidad natural y del valor que le otorgue la familia. No es válido quejarse de que los niños no leen pero que en casa nadie lea.
El niño aplica su curiosidad, investiga y hasta rompe un juguete para conocerlo. Y jugando empieza a conocer el mundo. También le interesan los libros, diarios y revistas.
La TV comprueba su interés por leer. El niño pequeño identifica (lee) las marcas de los productos anunciados porque el tamaño de las letras se adapta a su capacidad visual y por la voz alta y clara del locutor. El tamaño de las letras de los textos de circulación hogareña no le permite diferenciarlas pero hay sistemas que adecuan los textos a su capacidad visual.
Hay juegos que incluyen vocabulario, proyectos y juegos en cartulinas con diversos tamaños de letras. Al niño le encanta jugar a leer, en su casa y con sus padres como maestros, engendra un placer que lo acompañará para siempre y que le abrirá la puerta al mundo de los mayores.
Para mejorar su rendimiento y el interés por la lectura hay que cambiar el método de enseñanza.
Un seguro de vida
Aprender a leer acelera el desarrollo de las destrezas cognitivas. Como capacidad genérica, fue la primera tecnología creada por el hombre y es clave para aprender las demás. Lo importante es no perder la postura de lector porque leer es una señal de que se busca. Al leer con placer y con sentido se ve otro mundo. Leer para Borges es hacerse persona. En textos que contienen ironía, humor y juego de palabras, uno mismo produce con el lenguaje y sin recetas. Pero la lectura es una construcción con quiebres. En “Los imposibles” de Ema Wolf el señor Lanari -hecho de lana que se desteje- llega a lo de su abuela para que lo vuelva a tejer. Al romper los moldes, la lectura teje y desteje como Lanari. Leer es como reescribir un texto. Al aprender a leer el niño hace suya la lectura, porque el niño es el padre del hombre que será.
El sistema de lectura veloz
La aviación británica en la primera guerra mundial logró reconocer velozmente los signos que marcaban si un avión era amigo o enemigo y le ayudó a ganar la guerra. Muchos pilotos perdían segundos vitales al tratar de distinguirlos. En respuesta a ello se ideó el «método taquitoscópico», que consistía en mostrar aviones en pantalla durante pocos segundos para adiestrar a distinguirlos. Gradualmente se aumentaba la cantidad de imágenes proyectadas y se reducía el tiempo de exposición. El uso de técnicas para lectura rápida (speed reading) comenzó a desarrollarse a principios del siglo XX, porque la información aumentaba y debía estar al alcance de todos. Esta idea fue tomada por los primeros cursos, proyectando cada vez más palabras y reduciendo el tiempo de exposición. La falla del método consistía en que las personas tendían a volver a su velocidad de lectura anterior, ya que en realidad no desarrollaban nuevas habilidades lectoras.
La diferencia entre el éxito y fracaso
Hoy en día, ante el crecimiento exponencial de la información, se enseña el método de lectura veloz en las universidades más prestigiosas, permitiendo a sus graduados conseguir los mejores trabajos y crear empresas tecnológicas.
Lo han utilizado varios presidentes de Estados Unidos como John F. Kennedy y empresas de primer nivel para destacarse en sus respectivas industrias. Bill Gates Lee varios libros a la semana y en su blog comparte recomendaciones de libros. El segundo hombre más rico del mundo es Warren Buffet. En una entrevista le preguntaron cómo ha hecho su fortuna y qué hace durante su jornada laboral. Buffet contestó: “simplemente me siento y leo todo el día”.
Winston Churchill -primer Ministro de Reino Unido durante la 2da guerra mundial- y uno de los grandes líderes políticos del siglo XX, leyó más de 5.000 libros en su vida.
Pero las técnicas de educación del cerebro no llegan al ciudadano común. Se sigue enseñando a leer y por lo tanto aprendiendo la lectura, igual que en el siglo pasado, pese al avance del conocimiento, la información y la tecnología. El conocimiento crece en forma exponencial y sube por el ascensor pero el hombre sube por la escalera, produciendo la brecha tecnológica.
Estoy parado sobre las espaldas de gigantes
Isaac Newton había reconocido sus herencias: “no soy un genio, dijo, estoy parado sobre las espaldas de gigantes”. Hace millones de años transferimos la locomoción a las piernas. Las manos se liberaron para ejecutar las decisiones del cerebro. El rostro se aplanó y el ojo se convirtió en el órgano intelectual. Hace cinco mil años tallamos el alfabeto en el cerebro logrando una capacidad de comunicación que ninguna especie posee. En el siglo XV difundimos el saber con la invención de la imprenta. Según la ley 80/20 de Pareto, hay un 20% vital que produce el 80% de los resultados restantes. La lectura es ese 20% tan valioso. Haciendo palanca sobre ella se potencian el intelecto y el rendimiento.
La lectoescritura fue la primera tecnología genérica creada por el hombre y es indispensable para acceder a las tecnologías modernas. En el siglo XVII un sabio podía manejar todo el saber de la época. Con el crecimiento exponencial de la información ya no hay sabios sino especialistas que no pueden leer, ni siquiera, lo que se publica sobre su disciplina por falta de tiempo. El lector común desconoce cuál es su velocidad de lectura. Sabe cuándo empieza a leer un libro pero no cuándo lo terminará. No posee un pensamiento estratégico para alcanzar sus objetivos en tiempo y forma. Hay fórmulas y tests que miden la velocidad. Evaluarla es la clave ya que lo que no se mide no se puede mejorar. El método tradicional de lectura obliga a realizar excesivas pausas y detenciones porque se lee como se escucha. Al interpretar la palabra escrita por su sonido, se la comprende recién al terminar de leerla. La lectura silábica es tubular porque enfoca el texto como si miráramos el mundo por un tubo: no entenderíamos nada.
Hay técnicas para aprender a usar el campo visual central más reducido y nítido, y el periférico, más amplio pero difuso. Se enseña a leer por unidades de pensamiento en cada golpe de vista, es decir por frases con sentido propio. Entrenando la visión, triplicamos la velocidad de lectura, la comprensión y la concentración. Saber leer es la clave … pues leer cualquiera sabe.
Genios como Borges y Newton advirtieron que es muy duro aprender de la experiencia. La vida es muy corta como para ir aprendiendo a los golpes. Lo ideal es poder aprovechar la sabiduría de los grandes hombres a través de su legado, es decir leyendo las obras que escribieron.
El secreto de la lectura veloz
Los ojos funcionan como una cámara fotográfica. Al fijar la vista en un punto, realizan algo parecido a lo que provoca el enfoque de un objetivo.
Un lector lento lee sílaba a sílaba o palabra por palabra y realiza miles de fijaciones, rebajando su velocidad, cansando la vista y provocando continuas regresiones y distracciones. Un lector lento usa sólo un 5% de su campo visual para la lectura y el campo visual es de casi 180 grados.
Usted puede comprobarlo: estire ambos brazos al costado del cuerpo, deje su cabeza derecha mirando hacia adelante. Ahora mueva simultáneamente los dedos de ambas manos. Así podrá observar como sus ojos perciben el movimiento de los dedos.
Evitar que funcione la voz interior
El segundo problema del lector es que aprendió a leer en voz alta y una voz interior le repite el contenido de lo que sus ojos lee. Ninguna persona, ni siquiera el relator de un partido de fútbol pude hablar a más de 80 palabras por minuto. Un lector veloz puede dejar de recitar la lectura en su cabeza y así su velocidad de lectura y comprensión ya no estarán limitadas por la velocidad del habla. Al controlar su voz interior podrá leer por conceptos en vez de por palabras y mejorar así la comprensión y la memoria. Suena contradictorio que la velocidad vaya de la mano de la comprensión, pero esto es así porque el cerebro recibe unidades de pensamiento en lugar de sílabas o palabras sueltas.
Terminar con las distracciones
La lectura lenta no mantiene el cerebro lo suficientemente ocupado por lo que empieza a pensar en otra cosa y no en lo que está leyendo. Cuando reacciona no sabe dónde está y tiene que volver al leer el texto nuevamente. Las ideas parásitas están al acecho siempre, para invadir la mente del lector lento apenas se distrae.
El lector lento es un automovilista que maneja despacio, cualquier cosa lo distrae y puede tener un accidente. El lector veloz es como el que maneja rápido, se concentra y evita distracciones.
Analfabetismo funcional
El hombre moderno es un analfabeto funcional, es decir una persona que sabe leer pero que no lee. Podríamos analizar de qué sirve su voto, si vota por imágenes y programas que ni siquiera lee. En esta época de la imagen el aprendizaje y el ejercicio de lectura es demasiado esfuerzo para cerebros quemados. Sin advertirlo nos estamos quedando sin lectores. Es que la imagen brinda su recompensa sin esfuerzo. Sin embargo no hay almuerzo gratis, esto crea un determinado formato de pensamiento y actitudes. El cerebro procesa información secuencial o simultánea. Esto depende de quién impone el ritmo. Al leer, es el lector quien manda: lee a su ritmo, regresa sobre un renglón, relee. Leer es como conducir un auto, en cualquier momento podemos detener la marcha para reflexionar. En cambio, ante la imagen de un político en la TV, el medio se impone. El observador no puede interrumpir. Es como viajar en avión, cuando subimos no nos podemos bajar. El procesamiento secuenciado (lectura) provoca la capacidad de reflexionar, el simultaneo (TV) el predominio del impulso.
Un impulsivo no sabe esperar, vota sin reflexionar. Ni siquiera escucha, se aburre porque el político emite al ritmo del habla, unas 100 palabras por minuto, y su cerebro procesa imágenes 10 veces más rápido. Este vacío se llena con distracciones y desinterés. Tampoco sabe escuchar: lo que un político le dice debería resonar tan fuerte en su oídos para no escuchar lo que le dice.
El secreto es cambiar la técnica y el entrenamiento. Con ayuda de un programa informático automatiza los nuevos reflejos. El curso es individual y por eso lo aprende a su propio ritmo, (de uno a tres meses) según la práctica. Se puede duplicar y hasta decuplicar el nivel inicial.
Instalar un GPS en el cerebro
El GPS cuenta con un mapa. El cerebro debe contar con la información sobre qué y cómo se hace o se hizo (procesos), qué dio mejores resultados (buenas prácticas), sobre qué hay que evitar (errores), y quiénes pueden ayudarnos (capital social).
El GPS necesita saber dónde uno está para brindar la información. Eso se consigue con un teléfono inteligente, como extensión natural del cerebro. El sistema de comunicación lo facilitan los satélites que orbitan la tierra. La clave es saber dónde uno está y a dónde quiere ir. Sin conocer el objetivo, el GPS es inútil. Un software externo no sabe nada de uno, es un radar que vigila. El software interno es la brújula del pensamiento estratégico: ¿Dónde estaba ayer? ¿Dónde estoy hoy? ¿Dónde quiero estar mañana y ¿Cómo haré para conseguirlo? El GPS cerebral precisa de un método de lectura que actualice su memoria inteligente y le permita inventar su futuro con un pensamiento creativo y estratégico. Como dijo Nietzche “los métodos son la mayor riqueza del hombre” y la lectura es el motor de la civilización y la cultura.