Al contrario de lo que se piensa, la comunicación con nosotros mismos suele ser la más sincera. Sabemos qué botones presionar en nosotros porque ya conocemos nuestros propios códigos y no nos animamos a mentirnos porque tenemos una verdad asumida (que aunque no lo sea, la asumimos como tal por diversos factores).
La mayoría de nosotros crece (personal y profesionalmente) escuchando lo que tenemos que hacer mejor, en qué debemos mejorar y durante mucho tiempo lo asumimos en forma de calificaciones. A lo largo de nuestro desarrollo recibimos más críticas negativas/destructivas que elogios porque está instalado que para ser mejores y evolucionar tenemos que concentrarnos en nuestros errores y trabajarlos hasta que dejen de serlo, entonces escuchamos voces que habilitamos a mal criticarnos porque son autoridad. El sistema educativo tradicional funciona así, por ejemplo.
Una frase de Einstein lo resume a la perfección:
«Todos somos unos genios. Pero si juzgas a un pez por su habilidad de escalar un árbol, vivirá su vida entera creyendo que es estúpido”.
Ya de adultos, trabajando con un equipo a cargo o como padres, sabemos muy bien cómo mal criticar y como calificar a otros, pero no cómo dar elogios, porque hemos tenido muy pocos ejemplos. Me pasó hace poco, entrenando a un equipo de líderes, tenían muy en claro cómo brindar feedback para corregir errores, pero no cómo reforzar el trabajo bien realizado.
Esto aplica también para la comunicación intrapersonal, la que tengo conmigo mismo. Sé criticarme y puedo ser muy auto-destructivo. Soy mi propio supervillano y no tengo ni un Chapulín Colorado que me defienda. Y apenas puedo decir que es una comunicación o dialogo interior, porque suelo no darme espacio para cuestionarme ni para debatir qué tan cierto o fundamentado es lo que me estoy diciendo. Y no sé elogiarme ni darme palabras de aliento, que son el combustible de la motivación, el enfoque y las ganas de seguir.
Sin embargo, tenemos que analizar de dónde viene la crítica. Pensemos las palabras que usamos, la forma, la entonación. Son mías o son de mis padres, profesores, jefes? Puede haber una clave ahí. Lo dejo picando.
Yo puedo tener una relación tóxica conmigo mismo y no es como otras relaciones que con no contestar los chats o evitar las visitas es suficiente. Yo estoy conmigo en casa, en el trabajo, cuando salgo de compras, cuando me preparo para descansar. En esos eternos minutos entre que me acuesto y me duermo. Uf… Cuántas veces nos decimos «Bien por mi, me felicito y me merezco un premio» y en cuántas llegamos al «Qué estúpido, cómo voy a equivocarme así. Debería dejar todo y dedicarme a otra cosa…»
Para ir cerrando, dos reflexiones:
Primero, la comunicación intrapersonal se da a través de la palabra pensada y tiene un poder creador de realidad, es pura PNL. Lo dice Henry Ford: “Si crees que puedes, tienes razón. Si crees que no puedes, también tienes razón”. Si querés introducirte en esta disciplina, te animo a leer «El nuevo paradigma de la PNL» de Peter Young. Es un libro muy didáctico y con ejercicios.
Segundo y extraído de la pedagogía Montessori: si sólo escuchamos voces externas terminamos por convencernos que la sabiduría sólo está en otros. Así nunca vamos a poseerla ni a desarrollar la autoconfianza que necesitamos.
Un abrazo y gracias por leer.