Ya todos sabemos lo que pasó en la cámara de diputados hace unos días: un diputado de la Nación lamiendo un seno de una mujer en su falda en plena sesión ¿Cómo llegamos a eso? ¿Cuál es la nueva intimidad en la nueva realidad? ¿Qué hay detrás de lo que vemos por la camarita de zoom?
Hoy tenemos la oficina en casa. Hoy nuestros compañeros de trabajo no sólo conocen ese pequeño recorte de la realidad que elegíamos mostrar de nosotros mismos al mundo cuando íbamos a la oficina. Hoy nuestros compañeros de trabajo, colegas, y nuestros jefes, tienen acceso a nuestro living (incluso a nuestro dormitorio), evalúan nuestro sentido decorativo, saben que plan pagamos de internet, conocen a nuestros hijos y a sus berrinches, nos conocen como madres y padres por nuestra interacción con ellos, escuchan conversaciones de fondo de nuestra pareja, nos ven sin corpiño o sin maquillaje, y así podemos seguir infinitamente.
La pandemia vino para desenmascarar algunas partes de nosotros que resguardamos de los demás. La nueva realidad viene de la mano de una nueva intimidad. El paradigma de la intimidad del siglo XX cambia por completo en el mundo post pandemia. Podemos elegir quejarnos y extrañar el llegar a casa y sentir que era nuestro “refugio”, o podemos aceptarlo y seguir adelante para ser cada día más honestos con los demás, y con nosotros mismos. La nueva intimidad es mucho más profunda que: “me conoce sin maquillaje o con ropa de entrecasa”. Todavía hay cosas que son nuestras y nadie más conoce, nuestros sentimientos, pensamientos, emociones, reflexiones.
Esa es la mirada desde las personas que vemos invadida nuestra “vieja intimidad” en casa. Poder aceptar esta nueva realidad y encontrar espacios propios más profundos para encontrar nuestro refugio. Ya no en cuatro paredes, sino dentro de nosotros mismos.
Hoy ya no tenemos porqué esconder los berrinches de nuestros hijos, si somos madres se ve y se vive en la reunión de trabajo, algo que durante años se buscó invisibilizar, hoy se hace visible, real y evidente. La famosa frase “¿cómo haces para ser madre y trabajar 9hs en una empresa?” ya no necesita siquiera ser formulada. En un zoom la realidad salta a la vista y a los oídos de aquellas personas que pretendían la utopía de que exista una división. La madre y la mujer que trabaja es la misma, y está genial que así sea.
La nueva intimidad nos saca las caretas. ¿En serio a alguien le sorprende la actitud del ex diputado en cámara? ¿Qué cosas habrán pasado en los despachos de la “honorable” cámara de diputados cuando nadie más los ve?
La cámara fisgona que tenemos hoy todos en nuestra computadora, no inventa nada, no cambia nuestra conducta, simplemente nos expone. Expone verdades no dichas. Expone nuestra forma de ser cuando nadie mira.
Hoy quedamos en evidencia, ya no podemos fingir, ni lo bueno ni lo malo y aunque nos de miedo o bronca aceptarlo, es algo que podemos usar a nuestro favor.
Cuando te echan de un zoom porque tu hijo interrumpe queda en evidencia el machismo, te habla de la persona que decidió echarte, de los valores de la companñia que representa, y por sobre todo, podemos hacer algo respecto, sea una denuncia por discriminación, o elegir trabajar en un lugar que esté de acuerdo con tus valores.
Cuando vemos a un diputado de la nación lamiendo los senos de una mujer en plena sesión, descubrimos el nivel de atención y compromiso que tiene con su tarea, y queda en evidencia su ineptitud para el cargo.
Parece que hoy la camarita de zoom es la justiciera del SXXI.