No tenemos tiempo para nada, las 24 horas no nos alcanzan pero las llenamos con actividades y autoexigencias. consumimos el tiempo sin saber aprovecharlo por tener prioridades dudosas y cuando nos sobra no lo disfrutamos por culpa y por temor de estar perdiendo el tiempo.
El primer paso sería revisar la agenda para detectar nuestro sistema de valores. Hay un tiempo para el trabajo que dedicamos a generar dinero para vivir . Un segundo tiempo lo usamos para mantenernos en buenas condiciones. Necesitamos comer, asearnos, vestirnos, viajar, hacer las tareas del hogar. El tercer tiempo es el más escaso, es el tiempo libre dedicado al ocio, al placer y al desarrollo personal ¿Cuánto tiempo destinas a cada uno ¿Para qué trabajas tanto si no te alcanza el dinero? ¿Por qué quieres más? ¿Para qué trabajar y no tener tiempo libre? ¿Cómo compensas el desgaste de energía que te insume tanto trabajo?
Tienes reloj y no tienes tiempo. El día tiene 24 horas: cambia tus hábitos. Descubre el 20% de los factores que crean el 80% de tus resultados y lograrás más en menos tiempo. Un hachero produce más si afila el hacha. Tu hacha es el cerebro. Es tu modo de percibir, analizar, elegir, ejecutar, recordar, comunicar, crear, innovar y controlar. Para ser más productivo elige lo mejor y hazlo en menos tiempo.
Para elegir mejor debes descubrir cómo hacerlo, combinando preparación, oportunidad, sagacidad y suerte. Según Pasteur el azar sólo favorece a las mentes preparadas. La suerte se crea sosteniendo la curiosidad del niño y mediante la lectura que permite hacer observaciones sin necesidad de vivirlas personalmente. Sobre la preparación Newton afirmó: no soy un genio estoy parado sobre espaldas de gigantes. Es muy duro aprender sólo de la experiencia y a los golpes, cuando se puede aprender de segunda mano, leyendo las obras de los grandes genios de la humanidad. También fue talentoso para descubrir. Cuando la manzana que luego se haría famosa, cayó sobre la cabeza de Newton, él aprovechó el suceso para descubrir la Ley de la Gravedad. Antes, muchas personas durante siglos la vieron caer sin saber observar.
Para todo se necesita sagacidad. Si bien Cristóbal Colón fue un experimentado navegante que tuvo la suerte de toparse con un nuevo continente, careció de la sagacidad para reconocer la magnitud del descubrimiento. Murió convencido de haber llegado a la India. Su modelo mental no tuvo la apertura suficiente como para imaginar algo diferente de lo que buscaba. Hay que estar abierto a la diversidad aunque desafíe nuestras opiniones. Es practicar un sano escepticismo y estar consciente de que lo que no sabemos. Sólo así seremos capaces de descubrir lo revolucionario aun en algo familiar. La buena noticia es que podemos influir en los cuatro ingredientes de la fórmula.
Analfabetismo funcional. La lectura fue la primera tecnología genérica creada por el hombre y sin embargo es imprescindible para conocer cualquiera de las modernas tecnologías. Borges dijo que somos lo que somos por lo que leemos. El hombre moderno es analfabeto funcional, sabe leer pero no lee y prefiere orientarse con imágenes. En la época de la imagen el ejercicio de lectura es demasiado esfuerzo para cerebros acostumbrados al radar que les ofrece la sociedad de consumo para imitar a ricos y famosos, sin usar la brújula del autoconocimiento. Sin advertirlo nos estamos quedando sin lectores. Es que la imagen brinda recompensas sin esfuerzo. Sin embargo no hay almuerzo gratis, esto crea un determinado formato de pensamiento y actitudes. El cerebro procesa información secuencial o simultánea. Esto depende de quién impone el ritmo. Al leer, es el lector quien manda: lee a su ritmo, regresa sobre un renglón, relee. Leer es como conducir un auto, en cualquier momento podemos detener la marcha para reflexionar. En cambio, ante la imagen de la TV, el medio es el que se impone. El observador no puede interrumpir. Es como viajar en avión, cuando subimos no nos podemos bajar. El procesamiento secuenciado (lectura) provoca la capacidad de reflexionar, en el simultáneo (TV) predomina el impulso. Un impulsivo no sabe esperar, actúa sin reflexionar. Ni siquiera escucha, se aburre porque el que le habla emite al ritmo del habla, unas 100 palabras por minuto, y su cerebro procesa imágenes 10 veces más rápido. Este vacío se llena con distracciones y desinterés.
La evolución de la lectura. La escritura más antigua y la lectura datan de 3.200 años antes de Cristo. Se hacía en placas muy finas que se tallaban con cuñas. De la lectura silenciosa –para adentro–, se pasó a la lectura en voz alta hasta llegar al sistema de lectura rápida, individual y anárquica. Las tecnologías genéricas sobrevivieron a cualquier soporte. Sobre la lectura, los historiadores se basan en documentos del siglo V a.C. que demuestran que fueron los griegos los padres de la lectura silenciosa y la oratoria. Primero leían y luego ofrecían un resumen.
Con el papiro se favoreció la proliferación y difusión de la escritura y, con ella, de la literatura. El papel parece ser hasta ahora el único medio capaz de convivir con las modernas plataformas digitales. Le atribuyen su creación a Tsi Lun, un oficial del emperador chino de la dinastía Han, en 105 d.C. El papel tardó en llegar a Occidente. Hasta el siglo III d.C. “leer un libro” era “leer un rollo”. Se tomaba el rollo con la mano derecha y se desenrollaba con la izquierda, que sostenía la parte ya leída: cuando la lectura terminaba, el rollo quedaba envuelto en la izquierda.
La irrupción de la imprenta ocurrió hacía 1450. Desde ese momento, la palabra escrita podía llegar a cualquier rincón del mundo. Se imprimían más libros, la lectura se popularizó y las ideas cruzaron las fronteras. Fue el antecedente más próximo a la revolución digital.
La tecnología digital afectó la forma de leer. Impuso nuevos soportes para lo escrito, como tabletas, smartphones, e-readers. Hasta ahora las palabras eran recorridas por los ojos. Hoy, en un sector fijo y pequeño en la pantalla aparecen, una tras otra, las palabras. Así, para leer basta fijar la vista en esa área y esperar que aparezcan. Este modo de leer puede acelerar la velocidad pero atentaría contra la comprensión. En la lectura tradicional buena parte del tiempo se consume moviendo los ojos entre palabra y palabra. Con Spritz los ojos ya no tienen que pasar de una palabra a otra ni recorrer una página. De hecho, ya no hay página. El fluir continuo y rápido de texto en una zona fija facilita y hace más cómoda la lectura y con pantallas de dimensiones mínimas. Spritz es un software que pasa textos a una velocidad que impide la repetición labial o mental de las palabras. En la Universidad de California, en San Diego, investigaron estos nuevos sistemas de lectura sugiriendo que afectan la comprensión.
El libro tradicional. Los libros físicos tienen una topografía más obvia que el libro en pantalla: página izquierda y derecha, esquinas con las cuales orientarse. El lector se enfoca en una sola página sin perder la perspectiva del texto entero. Puede sentir el grosor del libro y estimar cuánto ha leído y cuánto le falta. Pasar una página es como dejar una huella en el camino. Aunque los ereaders recreen la paginación, la pantalla siempre muestra una sola página virtual que luego desaparece. En vez de recorrer el camino uno mismo, pasan sin dejar rastro de lo que se leyó.
Sólo cuando comienzas a usar ebooks extrañas estas sensaciones, los que usan pantalla pierden el control y la ventaja de navegar rápidamente el texto, adelantando las páginas de papel. Y acá está el asunto de por qué nos requiere más esfuerzo mental la lectura en pantalla: el papel nos alivia el trabajo. El poder encontrar el principio, el fin y todo lo que está en el medio del texto, facilita la lectura. Esta relación con el texto en tanto narración y su correlación con lo físico nos brinda más capacidad de comprensión.
Tiempo de descubrir. Una serendipia es un descubrimiento afortunado e inesperado que se produce cuando se está buscando otra cosa distinta. La gente disfruta al volver a releer el texto cuando aparece algo que les recuerda a una parte anterior, por ejemplo, o anticipando lo que vendrá. También disfruta de tener el mayor control posible sobre el texto: subrayar, escribir en el margen, etcétera
Por lo general, recordar es más débil que saber, y debe ser convertido en un «saber» para conservarse. En algunos experimentos realizados la diferencia que observaban es que los lectores en papel no tenían que buscar la respuesta en su memoria: simplemente la sabían. La pantalla cansa y estresa más. Eso es lo que afecta el rendimiento cognitivo. Si durante la lectura aparece una notificación o cualquier otra distracción, disminuye nuestra ‘memoria de trabajo’, que se refiere a los procesos mentales usados para el almacenamiento temporal de la información. Más allá de los efectos reales de la lectura en papel o en pantalla, mucho tiene que ver nuestra actitud frente a ambos formatos.
En la lectura en pantalla, la gente tiende menos a involucrarse en controlar el aprendizaje, que implica establecer objetivos de lectura, releer secciones complicadas y revisar lo aprendido. Los estudiantes que usaban papel se acercaron a la lectura de forma más estudiosa, dirigiendo mejor su atención y su memoria. Esto nos inclina a pensar que las diferencias entre la lectura en papel y en pantalla se achicarán a medida que las predisposiciones cambien. Bien podría suceder que los que ahora son niños y crecen como lectores digitales no tendrán tanta resistencia contra la lectura en pantalla. Por otro lado las pantallas ofrecen experiencias que el papel obviamente no ofrece. El soporte en el que se lee no es lo importante. Ahora que todos los medios cambian, el libro puede verse como anacrónico. Los libros digitales, con formato enriquecido con videos e ilustraciones, son el futuro. Con respecto al estudio pueden beneficiarse con animaciones o infografías de tipo documental.
Cómo mejorar las destrezas de lectura. Como el día tiene 24 horas y eso no se puede cambiar lo único que podemos hacer, para ganarle tiempo al tiempo, es modificar nuestras destrezas lectoras. Y esas habilidades pueden aplicarse tanto al libro tradicional como al digital.
Si le preguntamos a alguien sobre si conoce su nivel de velocidad en la lectura contestará que no. La mayoría sólo sabe cuándo comienza a leer un libro pero no cuando lo terminará. Cualquier podría darle un formato estratégico a su lectura conociendo su nivel actual. Para Platón el comienzo es la parte más importante de cualquier trabajo. Haciendo click en
http://www.ilvem.com.ar/img/demostenesweb.swf
y siguiendo las instrucciones podrá determinar su velocidad y comprensión en la lectura.
El método de lectura veloz aumenta la velocidad y la comprensión. Para observar las diferencias entre un lector rápido y uno lento haga click en
http://www.ilvem.com.ar/shop/otraspaginas.asp?pagina=286
Cómo obtener el tercer tiempo. Napoleón designaba como generales a los que tenían buena suerte. Pero la suerte se prepara. Para Edison el genio es un 10 % de inspiración y un 90 de transpiración. El emprendedor tiene el raro privilegio de saber darle forma a las ideas. Lo que se posee y no se usa se pierde. Cervantes dijo: el que no sabe obtener el máximo de su suerte, no tiene derecho a quejarse si pasa de largo.
A la diosa Fortuna no le gusta ser manipulada por los mortales. En este caso sólo nos queda trabajar y practicar hasta que se decida llamar a nuestra puerta. Picasso afirmó: Cuando la inspiración llegue espero que me encuentre trabajando. La práctica hace al maestro.
La ecuación hombre=tiempo ya no cierra. Eficiencia es hacer las cosas bien, eficacia es hacer lo correcto. El economista Wilfred Pareto descubrió que el 20% de las cosas que hacemos producen el 80% de los resultados. Pero la vida moderna nos lleva a tener urgencias y tensiones, a no saber por dónde empezar y a un vacío de ideas que nos aleja cada vez más de la eficacia.
Vísteme despacio que estoy apurado, decía Napoleón. Según Business Week, los franceses trabajan menos y producen más y mejor porque tienen tiempo para retomar los valores esenciales de familia, amistad, tiempo libre, eligen el presente concreto al global abstracto y anónimo, la simpleza de vivir, convivir en un ambiente alegre y realizar lo que saben hacer. Los que corren mucho suelen terminar en el mismo lugar, mueren por infarto o accidentes y se olvidan de vivir el único tiempo real que es el presente.
Vivir a mil desconecta los sentidos de la conciencia, la tensión mata, la creatividad muere. Educar para la fast life hace correr a velocidades imposibles sin métodos facilitadores de la acción. Quienes aprenden a administrar el tiempo construyen desde una capacidad plena. Se debe educar el sentido común: valorizar la lectura, caminar más, cocinar una receta completa, relatar cuentos a los hijos, practicar deportes, pasar más tiempo con amigos, inventar buenas ideas. Como dijo John Lennon, la vida se nos pasa mientras seguimos haciendo planes.
*CEO de Ilvem. Mail de contacto [email protected]