Ahora resulta que también tiene fecha de vencimiento algo que hasta hace poco parecía no tenerla: el conocimiento.
Siempre entendimos que los alimentos tenían fecha de vencimiento y nos acostumbramos a mirar los envases de la leche o del yogur para buscar su fecha de caducidad. Ahora resulta que también tiene fecha de vencimiento algo que hasta hace poco parecía no tenerla: el conocimiento.
Permanentemente hablamos de la obsolescencia tecnológica y se discute a diario la necesidad de revisar los modelos de negocio en función de los nuevos paradigmas. Pero en tiempos de cambios vertiginosos, muy poco se está hablando de la fecha de caducidad del conocimiento. Entonces, se hace necesario comenzar a debatir la obsolescencia del conocimiento. Parece ser que no solo el yogur tiene vencimiento, sino que el conocimiento también.
Hace muchos años que se promueve la educación continua. La idea de que hay que incorporar y actualizar el conocimiento tiene ya aceptación general. El problema es, tal vez, que siempre se pensó en la acumulación de conocimiento como capas sucesivas. Se creyó que el conocimiento invariablemente suma y no resta.
Hoy, con un criterio puramente economicista, podríamos pensar que el conocimiento se devalúa muy rápido. Aprender a aprender y a desaprender, se vuelve cada día más importante. No debemos intentar sostener la duración del conocimiento “borrando” su fecha de caducidad. Haciendo un paralelo con el yogur: puede que no lo diga el envase o puede que no lo sepa quién lo compra, pero si el producto – el conocimiento – está vencido, es probable que no sirva o, peor aún, que pueda hacernos muy mal.
Las habilidades y los conocimientos son como las Apps de nuestros dispositivos: hay que actualizarlos con frecuencia. Usamos las Apps hasta que las reemplazamos por otras que, o bien lo hacen mejor, o hacen otras cosas, o lo hacen más fácil y divertido.
Los recursos humanos en la 4ta revolución industrial
Cuando pensamos en el Capital Humano de nuestra empresa, debemos tomar conciencia que si nos concentramos demasiado en buscar conocimientos y experiencia tal vez estemos volviéndonos, sin quererlo, demasiado “pesados” y “lentos”. En el siglo 21, flexibilidad, integridad, valores, creatividad, empatía y, sobre todo, voluntad y capacidad para aprender y des-aprender, son cualidades cada vez más relevantes. Mucho más aun, en la era del Big Data y la Inteligencia Artificial.
Es importante diferenciar (dentro de lo que llamamos “conocimiento”) a las metodologías, las herramientas, los paradigmas y los datos. Cada vez más, los datos están disponibles y actualizándose permanentemente y no es necesario memorizarlos en detalle. Los paradigmas están en cambio. Las herramientas evolucionan…
También es importante diferenciar tareas, de trabajos. Muchas tareas dentro de un trabajo van a desaparecer o modificarse. La automatización, la robótica y la IA complementarán y reemplazarán tareas, cambiando el alcance de los trabajos. El 15% de los trabajos podrán desaparecer, un 15% de trabajos será nuevos y el 70·% se transformará y complementará con la tecnología reemplazando tareas y potenciando la eficiencia.
Si antes adquiríamos el 80% de nuestro conocimiento en el 20% inicial de nuestras vidas, ahora deberemos pasar el 80% de nuestra vida adquiriendo y descartando conocimiento. La ecuación se ha invertido.
Potenciar la capacidad humana de des-aprender y volver a aprender nuevamente, poner el acento en la creatividad, la inventiva y la empatía, es el desafío de esta nueva revolución en la que el foco no está ni en el producto ni en el servicio: está en la experiencia de usuario.
Como especialidad, los Recursos Humanos, están en un punto de inflexión crucial. Los desafíos son crecientes… no hay que darse por vencido(s).