Los años no vienen solos. Vivimos más pero la longevidad trae enfermedades que traban esta etapa de la vida que debería ser de nuevas experiencias y de desarrollo. La biología se transforma con lo que hacemos, pensamos y sentimos. Con la actividad creamos células y neuronas, los ejercicios físicos (aeróbica) preservan la salud cardiovascular y los cognitivos (neuróbica), la mental, pero las emociones son la que conducen al éxito o al fracaso. La gimnasia emocional (neuromotivación) es la clave para que el cerebro no deje de mejorar. Si queremos convertirnos en sabios en la vejez ser miembros de la biblioteca nacional y no de un geriátrico, debemos reformatearlo continuamente. La alegría y el trabajo lo mantienen saludable y prolongan nuestra vida, mientras que el estrés libera sustancias tóxicas. Para crear el cuerpo y la mente que necesitamos la clave es la inteligencia emocional. La depresión ataca al sistema inmunológico, la serenidad lo fortifica. La Organización Mundial de la Salud prevé que la depresión será la segunda causa de muerte. El mal de Alzheimer será la epidemia de este siglo, la paradoja es que crece porque la ciencia logró prologar la vida humana, pero ni la medicina ni la psicología pudieron curar esta enfermedad tan cruel. De pronto el enfermo no reconoce a su familia y la familia no lo reconoce a él. Empieza a perderse en su casa. Va perdiendo la identidad dentro su cuerpo que lo arrastraba como a un extraño. El problema se agrava rápidamente. Marguerite Duras dijo “Sé que hay cosas que olvido, lo tengo presente”. El paciente pierde la capacidad de olvido, que forma parte de la memoria. Eso es lo que la familia debe tener presente.
Con las virtudes no se nace. Hay que lograr que el cuerpo y la mente se mantengan en forma aunque el tiempo pase, para envejecer mejor. Parece que el carácter se hace biología. Las virtudes están al alcance, si se las practica y perfecciona convirtiéndolas en hábitos. La paciencia es la virtud de quien habita sin forzarlo el tiempo y el espacio. Acepta los procesos y no se obsesiona por los resultados, sabe que a toda cosecha precede una siembra y una germinación, hace lo que depende de él para alcanzar, en las mejores condiciones, lo que no depende de su esfuerzo.
La valentía no proviene de la testosterona sino de la misma fuente. Se necesita no para peleas absurdas o riesgos irresponsables sino para afrontar las circunstancias inciertas, fatigosas y dolorosas de la vida. Proviene del corazón y sostiene las otras virtudes. Hay un punto de unión entre la paciencia y la valentía. A menudo se requiere coraje para ejercer la paciencia, en un mundo que cultiva las falsas virtudes de inmediatez y fugacidad y sólo cosecha ansiedad e insatisfacción. Muchos actos de valentía, antes de emerger, viven en las quietas aguas de la paciencia
Sufrir la vida. El sufrimiento es parte de la existencia pero su influencia difiere según como se lo interpreta, procesa y metaboliza. Como dijo Nietzche no existen hechos sino interpretaciones. Al capturar los datos uno mismo los convierte en fuentes de placer o de dolor. Así expandimos la alegría o la tristeza por el cuerpo, alteramos el tipo de neurotransmisores que el cerebro produce, el nivel de las hormonas varía, el ciclo del sueño se interrumpe, la piel se modifica, las plaquetas sanguíneas cambian y hasta nuestras lágrimas contienen trazos químicos diferentes.
El alcohólico se autoengaña, su euforia es enfermedad. Un estudiante puede creer que sabe y ser aplazado y alguien sentirse bien comprando lo que luego no usa. Cuando a la conducta la dirigen emociones falsas, el desengaño pone en evidencia el fracaso de la percepción.
La razón podría ayudar pero los pensamientos están dominados. El sistema emocional decide antes que el intelecto se entere. Es inteligente, actúa con rapidez y muestra el rumbo. Cuando se siente bien evalúa como positiva la situación y le da curso. Pero como sistema no es seguro, el poder económico a través de la publicidad y la educación crea analfabetos emocionales y los manipula. La sociedad de consumo crece pero la salud no. Cuando la brújula funciona, la emoción negativa detecta un peligro. Sentirse bien o mal no alcanza, la clave es armonizar emoción y realidad.
Educación emocional. El aprendizaje emocional enseña a reconocer los engaños y a cambiar a tiempo. Poder estar solos nos permite pensar en silencio. El terror al vacío y a la soledad nos hace dependientes y lo pagamos con desorientación e inacción. Sentirse bien es algo subjetivo, porque la felicidad va y viene. Para algunos es alcanzar metas: graduarse, formar una familia, ganar dinero. Pero lo que importa es poder sentir el estado de bienestar. No podemos cambiar el pasado ni a los demás, lo que podemos y debemos hacer es cambiarnos a nosotros mismos.
Aceptemos que lo que pasó no fue lo que quisimos y démosle su justo valor. Si no, el pasado nos acosa, nos somete y condiciona. Sentirse bien es perdonarse, saber que hicimos lo posible. Hagamos inteligente la pasión. Sin aprender a pensar nunca lograremos el cambio.
Para sentirse bien algunos tienen un hobby, hacer lo que gusta activa las áreas del placer. El estado de flujo, de concentración plena, se alcanza haciendo lo que apasiona, el rendimiento máximo estimula el pensamiento positivo y la creatividad. Un hobby permite ver que uno es capaz de hacer, mejora la autoestima, la confianza y genera pensamientos utilizables en otras áreas. Y puede convertirse en profesión.
Más allá de la biología. Hay conductas y actitudes que crean remedios o venenos. Cada pensamiento genera una emoción y cada emoción moviliza un circuito hormonal que tendrá impacto en el organismo. El alfabeto SARD las sintetiza. Las conductas “S”: serenidad, silencio, sabiduría, sabor, sexo, sueño, sonrisa; y las conductas “A”: ánimo, amor, aprecio, amistad, acercamiento: fabrican serotonina, la hormona del placer. Las conductas “R”: resentimiento, rabia, rencor, reproche, resistencias, represión y las conductas “D”: depresión, desánimo, desesperación, desolación; producen cortisol, una hormona que corroe las células. La “mala sangre” se compone de mucho cortisol y poca serotonina.
El buen humor es clave para la longevidad saludable. Al aprender el alfabeto emocional desde la primera infancia lograremos vivir más tiempo y mejor. Lo que siempre se llamó «hacerse mala sangre» no es más que un exceso de cortisol y falta de serotonina en la sangre.
Actividades rutinarias inconscientes. Hacen que el cerebro funcione en piloto automático con mínima energía. Las experiencias pasan por las mismas rutas neuronales, el peligro es que eso haga olvidar el propósito y trabajar sin saber por qué. Para salir del encierro, hay que volver al propósito, alineando el foco de atención con la asignación de importancia. “Yo quiero” son las palabras mágicas que hacen circular la energía hasta el hemisferio que produce ideas. Inspirar la vida en un propósito y concentrarse en él, permite observar a los hechos como oportunidades.
El cuerpo es el instrumento, los sentidos brindan la información, la mente es el vehículo interior, que con su microscopio psíquico, lo recorre. Al hallar la misión personal y revisarla, sin limitarnos a la mera interpretación sensorial, nuestros pensamientos crean nuestro mundo y nos alejamos de lo que hacemos sin querer y sembramos la semilla de lo que queremos ser.
Coeficientes encadenados. El CI -coeficiente intelectual- mide la capacidad de resolver problemas, el CE, emocional, la de motivarse y motivar, el CES -coeficiente de inteligencia espiritual- cómo nos relacionamos con los principios universales. El CES tiene la fortaleza del porqué, el CI y el CCR -coeficiente de creatividad- sugieren qué hacer, la visión. El cómo hacer, implica la disciplina del CEJ – coeficiente de ejecución-, el CE es el Quantum de la pasión. La inteligencia espiritual orienta a las demás. Tenemos un potencial y ante cada estímulo se abre un espacio de libertad anterior a la respuesta. Mientras que los valores controlan la conducta, respetar los principios universales genera consecuencias favorables. Usemos nuestra inteligencia espiritual para sumar integridad, cumplir nuestras promesas y seguir la voz de la conciencia.
En qué forma envejecemos. El cerebro es un ‘músculo’ fácil de engañar; si sonríes cree que estás feliz y te hace sentir mejor. El pensamiento es un evento energético que transcurre en una realidad intangible y se transforma en emoción (del griego, movimiento), movimiento neuroquímico y hormonal que cuando es negativo hace colapsar a nuestro organismo físico en forma de malestar, enfermedades e incluso de muerte.
Las conductas con R y las actitudes con D generan cortisol, una potente hormona del estrés, cuya presencia en sangre es letal para las células arteriales ya que aumenta el riesgo de adquirir enfermedades cardio-cerebro-vasculares. En cambio, las conductas con S y actitudes con A: crean serotonina, la hormona que genera tranquilidad, mejora la calidad de vida, aleja la enfermedad y retarda la velocidad del envejecimiento celular.
Gimnasia neuro motivacional. Es la que entrena la coordinación entre tus dos cerebros.
• Presta atención a tus PENSAMIENTOS pues se harán PALABRAS.
• Presta atención a tus PALABRAS pues se harán ACTITUDES.
• Presta atención a tus ACTITUDES porque se harán CONDUCTAS.
• Presta atención a tus CONDUCTAS porque se harán CARACTER.
• Presta atención a tu CARACTER porque se hará BIOLOGIA.
Henry Ford dijo que siempre tenemos razón, cuando pensamos que nos irá bien o que nos irá mal. Podría servirnos para aprender a buscar en cada situación el aspecto positivo ya que hasta la peor lo tiene. De esa forma nos inundaría la serotonina con todas sus eses, la sonrisa se nos grabaría en las mejillas y todo ello nos ayudaría a vivir mucho mejor ese montón de años que la ciencia nos sumó. Quienes envejecen bien son las personas activas, sociables y sonrientes. No las rezongonas, malhumoradas y avinagradas (que nadie quiere tener cerca).
¿Estás de acuerdo con el alfabeto emocional? ¿Qué abunda más en tu vida, R o S? Sólo por hoy practica las SSS y las AAA frente al espejo para mejorar el humor y cuidar tu salud. Finalmente todo es cuestión de actitud. Y no te olvides de las caricias. Durante el beso, por ejemplo, disminuye el cortisol (hormona del estrés), aumenta la oxitocina (hormona del apego), se segregan endorfinas (hormonas del placer) y sube la adrenalina (aumenta la presión sanguínea) llenando el cuerpo de energía. Y atrás de todo esto está la dopamina, que es la reina del deseo.
El punto de partida. El motor del cerebro es un arte que los niños dominan, su intenso deseo de comprender la esencia de las cosas, el estímulo para encontrarle sabor a todo. Mantener la curiosidad evita envejecer, la persona con mente joven nunca envejece. Se puede dejar que el cerebro madure naturalmente, o dirigir la creación de circuitos neuronales. En sus primeros años el niño crea el capital que le permitirá como hombre vivir de los intereses. Si no lo crea a esa edad no lo creará jamás. El niño pierde cuando ignora su genio interior, cuando se le ofrece un radar para imitar la moda pero no la brújula del autoconocimiento. Al nacer la posibilidad de conexión neuronal es amplia, pero lo que a los 7 años no se creó ya no existirá. El niño criado entre lobos camina como un lobo, la bipedestación se aprende. Sin crear circuitos cerebrales, cuando se haga hombre, no tendrá libertad de elección. No tiene sentido regar una planta que ya murió.
La sabiduría llega con los años. Ningún joven puede ser sabio. La sabiduría es el fruto del conocimiento y la experiencia. Elliot preguntó: ¿dónde está la sabiduría que se perdió con el conocimiento, dónde está el conocimiento que se perdió con la información? La sabiduría une información externa (conocimiento), con la propia (experiencia). La única forma de desarrollar sabiduría es vivir. Para llegar a ser un viejo sabio es imprescindible aplicar el principio mente sana en cuerpo sano. Para eso es necesario entrenar las neuronas mediante la neurobics y la neuromotivación. Sobre su longevidad creativa Giuseppe Verdi afirmó: toda la vida busqué la perfección pero todavía no la pude encontrar.
La diversidad es clave, es incomprensible la exclusión que se realiza con los viejos. La publicidad ofrece productos antivejez ¿Por qué se naturaliza esta aberración en sociedades propensas a la diversidad? Envejecer es el efecto del paso del tiempo, que sólo se detiene por la muerte, no es una enfermedad. Pueden modificarse las características físicas pero no detener a la edad. El antienvejecimiento es inespecífico, apunta al temor que genera la muerte y así el porvenir se vuelva amenazante. Vender la negación de una condición propia del hombre es una ideología del menosprecio, que fuerza a ocultar canas, arrugas, la edad. Implica que ser viejo no es una condición deseable, sino temible. Es inexplicable. Detrás de ese “anti” hay un sujeto que envejece, al que lesionamos en su integridad. La pluralidad no se reconoce en los adultos mayores.
Para que el cerebro fabrique su propia medicina hay una industria pesada. Su materia prima es la materia gris, pero no crece como la lechuga. El factor clave de la salud de un país es educar desde el primero hasta el último día de la vida, porque “el niño es el padre del hombre que será”.
Dr.Horacio Krell es el CEO Ilvem. Dicta conferencias gratuitas sobre optimización de la inteligencia. Mail: [email protected]