por Dr. Horacio Krell*
Lo escribió Amado Nervo: «Yo te bendigo, vida, porque nunca me diste ni esperanza fallida, ni trabajos injustos, ni pena inmerecida; porque veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino. Amé, fui amado, ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!» Verdi dijo: “siempre busqué la perfección pero nunca la pude hallar”. Por eso fue siempre joven, porque mantuvo el compromiso con su misión mientras otros se detienen.
El camino a la perfección no repite patrones. Verdi se miraba para alumbrarse con luz propia.
La falla habitual del ser humano es suponer que en piloto automático se desarrollan las virtudes. Así “vivimos en sociedades donde la gente no es feliz con lo que hace”. La sociedad de consumo lleva a preferir “el radar” que imita la moda y a los ricos o famosos y no a encontrar la “brújula interior” que señala el camino. Esa brújula es la que dice: “Conócete a ti mismo”.
Perfección no es perfeccionismo
Es hacer el mejor uso posible de los recursos. El perfeccionista valora la perfección que por definición es inalcanzable y así llega a un callejón sin salida. Juega a lo imposible, se paraliza y se vuelve improductivo. Su autoexigencia lo hace esperar la situación ideal con condiciones perfectas, resultados garantizados y recursos óptimos.
El hombre es un animal de costumbres, se resiste a que, cuando comienza a disfrutar de lo nuevo, deba crear nuevas ideas y destruir las que ya no le sirven.
Dos fuerzas poderosas influyen en el cerebro
Una es proactiva, lleva a aprender, a superarse. La otra es pasiva, induce a cuidar la energía y a inventar excusas para diferir la capacitación. Esta fuerza conservadora aplica la ley del menor esfuerzo y la ley de Murphy: “lo que puede salir mal va a salir mal”. La ley de la atracción, en cambio, afirma que el pensamiento positivo atrae los buenos hábitos y puede darle un nuevo curso a la vida. Si triunfa la fuerza pasiva la persona es uno más, es decir uno menos que sigue operando al 10% de su capacidad.
El que entrena su mente hace crecer el empowerment, su poder interior que lo orienta hacia el éxito. El que tiene un PORQUÉ, un propósito firme, descubrirá CÓMO hacerlo realidad.
El ser humano provoca su decadencia
Si preservara su reserva cognitiva podría evitarla, ¿Cómo? Si entrena su mente con métodos que la refuercen. Vivir más años aumenta el riesgo del mal de Alzheimer. Pero ningún ajedrecista activo lo tuvo. Vínculos positivos, un estilo de vida intelectual, social y deportivo, son los factores preventivos.
Los ancianos que entrenan el cuerpo y la mente y el trabajo creativo tienen un cerebro joven. Señala la estadística que la resiliencia crece resolviendo desafíos, con el ejercicio regular, sin abusar del alcohol ni de la comida, sin fumar y cuidando la salud física y mental. Einstein, donó su cerebro a la humanidad, demostrando que su cerebro era igual pero distinto por sus conexiones. Con el estilo de vida somos los arquitectos creadores de nuestro propio destino.
El ser humano genera su propia decadencia
La reserva cognitiva es la capacidad que tiene el cerebro de tolerar los cambios ya sean como consecuencia de alguna patología sobrevenida como por el propio envejecimiento. La investigación sobre Reserva Cognitiva se desarrolló con “Estudio de las monjas” de la universidad de Minnesota para comprender el deterioro cognitivo asociado al envejecimiento y a la enfermedad de Alzheimer.
Comenzó en 1986 con 678 monjas de congregación de las Hermanas de Notre Dame en Baviera (Alemania). Con una media de edad de 83 años, eran mayormente maestras y profesoras con condiciones físicas y mentales variadas. Los resultados mostraron que actividades como la lectura, la escritura, mantener relaciones sociales y afectivas de forma activa, así como una alimentación adecuada influían en el rendimiento cognitivo. El caso clave fue el de la hermana Bernadette quien, con una gran formación académica y sometida periódicamente a pruebas de memoria, no mostró síntomas de deterioro cognitivo y tras fallecer por un infarto su autopsia cerebral reflejó, sorprendentemente, un sustrato neuropatológico típico de enfermedad de Alzheimer de gran severidad.
Cómo “alimentar”la Reserva Cognitiva
Como ha demostrado la investigación, cuidarse y mantener una mente activa es muy importante para sobrellevar los cambios cerebrales.
He aquí algunas pautas para mantener ejercitado nuestro cerebro:
Leer: La lectura es una actividad muy completa, estimula la atención, la concentración, la memoria y el lenguaje, beneficiando la actividad neuronal.
Aprender cosas nuevas: Adquirir conocimientos estimula cognitivamente y dota de nuevos recursos, porque en forma paralela genera nuevas conexiones sinápticas que favorecerán la plasticidad cerebral frente los cambios.
Mantener una vida social activa: Socializar con personas que aportan buenas sensaciones permite estar activos y refuerza capacidades como el lenguaje, las habilidades sociales, atención, memoria, el estado de ánimo y la autoestima.
Juegos, metas, objetivos: Actividades como los juegos de mesa, las cartas, los crucigramas, sudokus o infinidades de juegos permiten trabajar capacidades como la organización, la planificación, toma de decisiones o la iniciativa.
Es importante que este tipo de actividades tengan objetivos claramente definidos.
Cambiar rutinas: Las rutinas facilitan llevar una vida organizada y disminuir el estrés. No obstante, disminuyen la activación cerebral puesto que cuando repetimos tareas el aprendizaje disminuye y la activación cerebral cada vez es menor. Romper con algún hábito, cambiar rutinas o tener objetivos nuevos es una forma de evitar que la acostumbre disminuya el rendimiento.]
Vivir más años gracias a los avances de la medicina aumentó el riesgo del mal de Alzheimer. Otra experiencia valiosa, así como el de las monjas francesas, fue observar que ningún ajedrecista activo sufrió el mal de Alzheimer. Vínculos positivos, un estilo de vida intelectual, social y deportivo, son factores preventivos. Los ancianos que entrenan el cuerpo y la mente y el trabajo creativo mantienen su cerebro joven.
Señala la estadística que la resiliencia crece resolviendo desafíos, con el ejercicio regular, no abusar del alcohol o la comida, no fumar y cuidando la salud física y mental. Einstein, donó su cerebro a la humanidad, demostrando que su cerebro era igual pero distinto por las conexiones existentes entre sus hemisferios cerebrales. El cuerpo calloso, formados por fibras nerviosas era mucho más grande que el fino hilo que une los cerebros comunes.
Con el estilo de vida somos los arquitectos creadores de nuestro propio destino.
Los riesgos del sedentarismo
Los cambios continuos y acelerados en el conocimiento acentúan el problema del adormecimiento de las capacidades del ser humano para adaptarse y actualizar su saber. El riesgo individual es el de perder productividad, a los mejores clientes y no poder acceder a los trabajos mejor pagos.
Las fuerzas conservadoras del cerebro hacen creer en mitos como que la formación es cara o que no hay tiempo para seguir estudiando. Así las mayorías son no calificadas que sólo encaran tareas sencillas y rutinarias.
En cambio, las personas proactivas saben actuar ante los cambios y frente a los problemas del mercado. Dominan las habilidades blandas, las esencialmente humanas, que son saber leer para estar actualizado, saber escuchar y observar para detectar amenazas y oportunidades. También analizar para concentrar la mente en lo importante y desarrollar la memoria para retenerlo. Otra virtud es comunicar en forma oral y escrita de modo convincente. Y pensar creativa y estratégicamente para concretar tus sueños y proyectos.
El que no cree en la educación prueba con el efecto letal de la ignorancia.
La perfección bien entendida
Innovar es imprescindible. El feedback con la realidad impide que el error se convierta en hábito. Hay que administrar el tiempo, hacer del defecto una virtud, invertir en destrezas y tareas de alto rendimiento y controlar los resultados
Conectando los deseos y los recursos con los valores se pasa de la eficiencia a la eficacia. Eficiencia es hacer las cosas bien, eficacia es hacer lo correcto, lo que añade valor.
El hombre creó un orden donde la intención y el deseo trascienden a la biología del impulso para encontrar su autorrealización. La reflexión, la libertad y el plan aplican a la naturaleza creatividad y acción. La creación reúne en primera persona a los verbos crear y creer: YO CREO. El creador es el mejor imitador que tiene Dios en la tierra.
El perfeccionista vive presionado y cualquier falla debilita su autoestima. Premiado por sus éxitos y no por ser amado cree que vale por lo que produce, se somete a buscar lo mejor y nunca nada lo convence. Le importa el fin sin dilaciones ni excusas. Las circunstancias no interesan. Así se cierra al aprendizaje, no atiende al proceso y deja de aprender de la experiencia que junto al conocimiento abren el camino a la sabiduría. El error y el tiempo son los mejores maestros. El perfeccionista se siente inseguro, frágil y vulnerable. Teme a todo, el riesgo lo perturba. Pero la incertidumbre es parte de la vida donde las variables fuera de control alteran los planes.
No comprende que las piedras en el camino son una ventaja, no acepta que, como decía Aristóteles, “la realidad es la única verdad”, que el condicionamiento rebaja su creatividad.
El perfeccionista adaptativo
Para él la perfección nunca se alcanza y si no logra el ideal, celebra con lo obtenido. El perfeccionista siente que si no gana pierde, sólo vale el Yo gano-Tu pierdes y nunca el Todos ganamos. Si no gana, instala en su psiquis la ansiedad. Cuando gana, el resultado es inferior a su meta y reinicia el ciclo de la desdicha. El adaptativo, en cambio, es un buen perdedor, sabe que hay un solo ganador y muchos derrotados. Acepta como bueno lo que pasa, no tolera ni se resigna. Se acepta como es, reconoce sus límites y que las oportunidades aparecen cada día con las novedades o los escenarios distintos.
Aprende que nació incompleto y que debe llenar su página en blanco con el aprendizaje continuo y el crecimiento sin pausa y que puede ser feliz en un mundo imperfecto.
Maneja bien a los ladrones de tiempo sabiendo que muchos son internos disfrazados. Usa la proactividad para detectar hacia dónde va el mundo y la reactividad para responder con rapidez.
No pierde el tiempo defendiendo sus creencias, es innovador y se despoja de su ego para aceptar la mejor idea sin importar de dónde partió. Como sabe que puede equivocarse, controla sus planes, actúa con celeridad pero sin precipitación. No mira la pelota, intuye dónde estará.
Churchill dijo que “cuánto más atrás se mira más adelante se ve, porque la historia se repite”. Para llegar al objetivo el adaptativo explora en qué etapa se encuentra. Nunca da nada por hecho. Sabe que la vaca se hizo sagrada en la India no por religión sino porque daba leche.
El pez es el último en darse cuenta que el agua existe porque es su medio natural. El que se acostumbra a su hábito, no advierte el cambio y pierde su tiempo de recuperación.
La disciplina como sistema
Disciplina es la capacidad de acción ordenada, correcta y perseverante para alcanzar un objetivo. En un sistema las partes interactúan, las altas o las bajas lo modifican y la disposición de las piezas – como en el ajedrez – es muy relevante.
Los sucesos no ocurren al azar, el individuo que no se conoce a sí mismo es atrapado por círculos con sus efectos de bola de nieve. Si un sistema funciona mal – sin brújula- aplicar más fuerza conduce al desastre. El pensamiento sistémico descubre patrones ocultos, comprende, detecta fallas.
El pensamiento episódico es la foto, el sistémico, un dibujo animado. La ventaja de un sistema es que puede usarse sin conocer sus detalles. El error es desarmarlo como el occidental que arranca la flor para estudiarla y así la destruye. El oriental, en cambio, la contempla respetuoso.
La disciplina sistémica es estratégica
¿Dónde estaba hace un año y dónde estoy ahora? Activa la experiencia: ¿Dónde quiero estar?, ¿Qué me impide obtener al resultado? Indaga sin culpar: ¿Cuáles son mis prejuicios? Concibe al sujeto como parte del proceso.
No se pueden obtener frutos sin cuidar las raíces, no se obtienen resultados sin cuidar las fuentes, se necesita disciplina para crear valor. Pero antes hay que tener valores.
Sentirse bien
El perfeccionista supone un mundo ideal y desea alcanzarlo, no considera las restricciones. La excelencia mal entendida es peligrosa, no se puede ser ambicioso sin contar con los recursos. El perfeccionista tiene problemas en las relaciones sociales.
La sociedad de consumo postula que con dinero se logra cualquier cosa, tener el cuerpo perfecto, etc. La obsesión por la meta hace que el perfeccionista se aísle. El mismo se sanciona y esconde en síntomas neuróticos su inseguridad. Hay que hacerle ver todo lo que se pierde.
Sentirse bien es la medida de la felicidad. El entusiasmo no se compra, se encuentra en uno mismo. La alegría es el pasaje a una mayor perfección. Sentirse bien no es una acción volitiva, es sentirnos contentos con la vida que elegimos. El placer y la diversión se agotan, no requieren esfuerzo, ni paciencia. Son objetivos neuróticos usados para llenar vacíos y provocan angustia. La alegría sobreviene a lo vivido, nace en la vida interior, de los actos que dan sentido a la vida.
Cuando la rutina nos hace olvidar el propósito, actuamos sin saber por qué. Para salir del encierro, cuando la atención se atasca, la estrategia es volver a la pasión, alineando el foco de atención con la asignación de importancia. Hay que decir “Yo quiero”, si la verdad aparece.
Bernard Shaw decía que “el hombre razonable se adapta al mundo y que el hombre irrazonable adapta el mundo a él. Todo el progreso deviene del hombre irrazonable”. Borges admitió que el peor error que había cometido en fue no haber sido feliz. La perfección nunca se alcanza.
El hombre para bien o para mal es el arquitecto creador de su propio destino.