Existe falta de certeza sobre qué se debe enseñar y sobre aquello que un joven debe saber. Hay padres que esperan que su hijo aprenda poco y se lo piden al maestro: No le jodas la vida, otros desean que aprenda lo que le sirva en la facultad y para ser alguien en la vida. Antes lo que se aprendía servía para mucho tiempo. Hoy hay que educarse para aprender durante toda la vida y esto afecta al sistema. No se puede desconocer que la profesión docente perdió prestigio y lugar en la sociedad. Lo difícil es enseñar a aprender porque la escuela está estancada en el antiguo concepto de que el profesor es el único transmisor del saber y entonces repite lo mismo desde hace cincuenta años.
Transmite pero no enseña las habilidades de una pedagogía centrada en el hacer; en el pensar, reflexionar y vincular. Hay docentes que usan la computadora para mostrar cosas, como antes se mostraban las fotos en un libro. Más allá de las ventajas de la tecnología no hay aprendizaje posible si no se construye un vínculo de respeto y generosidad. Hay chicos difíciles, pero hay muchos que quieren aprender de un docente con voluntad de enseñar. Lo que no cambia ni cambiará es la posibilidad de hacer querer a los alumnos su materia. Enseñar es ver la cara de felicidad del niño que aprende algo que no sabía o no veía.
Se habla del deterioro de la educación citando países como ejemplo a seguir, mirar hacia adentro es positivo para buscar causas y soluciones adaptadas a cada sociedad. Pero si se exagera en eso, sin considerar los desastres que ocurren en países desarrollados, con más recursos para invertir, no se verá que las causas van más allá de los programas, de la capacidad de los docentes, del presupuesto, del fomento y de la tecnología educativa.
Las costumbres de familias esconden bajo su apariencia decente y conductas pacíficas, graves anomalías: compra de armas de guerra sofisticadas para defensa propia. Niños y niñas se crían viendo el uso de esas armas, activando las pantallas con juegos crueles, que incluyen premios al que mata. Quizás sólo un 10% por ciento desarrolle características fatales, pero son una amenaza para la comunidad. Eso también es educación, de la peor.
Es difícil deslindar responsabilidades, complicados entre la explosión tecnológica, Internet y todos sus derivados, que penetran en mentes infantiles que, y por ser nativos de esos medios, los incorporan sin pensar, cuando su psiquis está en plena formación. Los padres no pueden controlar tanta información. Y cuando almacenan armas, dan el peor ejemplo. Se puede pertenecer a países desarrollados y estar más enfermos que en el tercer mundo.
Cuestión de estado ¿Qué valor tienen las declaraciones de inquietud ante la violencia que se introduce en las aulas o ante los niveles del crimen, cuando el cuadro que se ofrece a la vista de todos, es el de la tolerancia, pública y privada, a la violencia y a la corrupción?
Todo esto debería provocar una reacción ante los poderes públicos para tratar de ponerle fin o, al menos, reducir su incidencia. El fútbol, por ejemplo es un instrumento de educación que, mal utilizado, estimula las peores conductas, ante las cuales la escuela y la familia son impotentes. En el mundo actual, el fútbol se ha convertido en un campo de gran importancia, para bien y para mal, en la formación. Pero, lamentablemente, al ser un negocio que mueve fortunas, el poder de sus dirigentes es tal que no sólo los ampara del control sino que hasta amenaza a los gobiernos: el presidente de la FIFA ha advertido al gobierno francés que no debe inmiscuirse en la federación francesa de fútbol.
En Argentina, la ampliación del acceso televisivo a los espectáculos futbolísticos se hizo con fines políticos, sin medidas de corrección de los vicios, lo que contribuye a agravar su efecto negativo en la sociedad y fortalece la sensación de que el Estado está faltando a sus deberes más vitales. El fútbol es ya una cuestión de Estado. De sus incentivos para la corrupción y la violencia que se desprenden cotidianamente, requieren una urgente revisión de los poderes públicos, que debería ser reclamada con mayor fuerza.
Con sistemas políticos muy distintos, las sociedades de diferentes países difieren. Más de 100.000 jóvenes chinos estudian en universidades de EEUU. Está de moda que los hijos de altos dirigentes chinos estudien allí. Miles de jóvenes estadounidenses estudian en China.
Todo esto contrasta con el autoaislamiento de la sociedad de los aspirantes al poder mundial de los siglos XIX y XX. El aislamiento en esos tiempos agravaba las quejas, intensificaba la hostilidad y facilitaba demonizar al otro. La historia puede no repetir los conflictos si EEUU está presente en Asia como estabilizador -no como policía- y si China se convierte en una potencia preeminente, pero no dominante. En enero de 2011, el presidente Barack Obama y el saliente presidente chino Hu Jintao se reunieron y emitieron un comunicado sobre emprendimientos conjuntos, para desarrollar una asociación sin precedentes. Ahora que Obama ha sido reelecto y el líder del Partido Comunista Xi Jinping se apresta a asumir la presidencia en marzo, ambos líderes deberían reunirse para imprimir renovado vigor a la relación. Eso también es educación.
La educación tomó un carácter global y para bien o para mal, lo que hacen algunos países influye en lo que hacen otros, mediante la cultura del ejemplo. Esto incluye a la ciencia.
Liliana Colanzi es una escritora boliviana que reside en EEUU. Dice que allí la gente busca medicamentos para ser más eficiente el lidiar con el estrés. Si se prolonga, la “solución” puede generar dependencia y efectos psiquiátricos –pesadillas, temores–. La voluntad de hacer todo bien en un ambiente competitivo, más una etapa de insomnio la impulsaron al consumo de clonazepam. Si alguien me hubiera dicho que iba a llegar a los treinta batallando una adicción, no lo habría creído. Era mediados de 2010 y todo indicaba que sería un buen año: acababa de publicar mi primer libro y de comprar una casa en Ithaca, en el estado de Nueva York, donde me habían ofrecido una beca para estudiar el doctorado en literatura en la universidad de Cornell.
Los tranquilizantes formaban parte del botiquín familiar desde que tengo memoria. Mi madre me dio clonazepam a los 18 años, antes de un examen importante. 2 años más tarde encontré una caja y sin dudarlo me llevé una pastilla a la boca. Desperté 12 horas después, vestida y con una zona gris en la memoria. El clonazepam era capaz de vencer a la vocecita interna que me mantenía despierta, de reducirla a un murmullo inofensivo. La realidad es muy amenazadora como para afrontarla sin recurrir a la piedad química. Alberto Fuguet escribió una oda al clonazepam en la que define como una droga “de moda, transversal, piola, discreta”, algo que no te hace sentir más; te hace sentir menos. Y a veces, es una buena sensación. Pero “sentir menos” artificialmente tiene consecuencias, y es que lo reprimido vuelve: toda la ansiedad que el clonazepam enmascara regresa como un boomerang cuando se deja de tomarlo. Eso también es educación.
Educación: un modelo para armar. ¿Qué educación queremos? Pública o privada, rígida o flexible, laica o religiosa. ¿Para qué sirve la escuela? Ante cada nuevo ciclo lectivo esta reflexión convoca a la sociedad. La escuela salió por la ventana del aula y ahora le cuesta volver. El saber se construye en circuitos menos académicos, con códigos más horizontales y con la premisa de lo interactivo. Las nuevas generaciones prefieren el mouse al pizarrón, reclaman democracia educativa y cambiar los métodos de enseñanza. Pero las piezas son múltiples y no encajan en el nuevo rompecabezas. El entorno es difuso, con información y saberes múltiples, desligados de la escuela y del libro. La escuela ya no es el lugar de legitimación del saber, los saberes circulan por otros canales y se expanden.
Magistrocentrismo. Es el modelo del maestro que monopoliza la palabra y las decisiones, la educación se basa en la repetición y la copia y la escuela es un espacio de reproducción del conocimiento y de adaptación social, mediante estrategias de control y disciplina.
La educación prohibida es un documental crítico: «Una educación pensada para producir un tipo estándar de ciudadano, que no se cuestiona la realidad ni puede transformarla».
El cuestionamiento tiene que ver con la explosión del conocimiento, con las nuevas tecnologías, el debilitamiento de las instituciones y la reacción contra el autoritarismo, que hace difícil reconocer cualquier autoridad, aunque sea legítima. La escuela es culpable de no dar todas las respuestas que se le piden, acusada de no estar a la altura de los tiempos. Pero la crisis educativa es una crisis de la sociedad: el progresismo confunde autoridad y autoritarismo. Para muchos poner límites es ser autoritario, no consideran que la autoridad otorga el conocimiento ni que la estrategia pedagógica ha sido renovada.
La educación tradicional asigna al alumno un rol pasivo. Tiene que incorporar lo que está ahí y le es dado. El maestro dicta la clase y el alumno escucha, copia y aprende, ¿aprende? Para el conductivismo a todo estímulo corresponde una respuesta. El maestro pregunta; el alumno, si aprendió bien, responde. Este modelo no da cuenta del proceso en el interior del niño para aprender: su capacidad intelectual, su disposición emocional, su bagaje de conocimientos previos que precisa para poder incorporar lo nuevo, los cambios socioeconómicos que lo afectan y que le impiden o facilitan adaptarse al medio escolar.
El constructivismo. Piaget construyó un modelo pedagógico que se propuso cambiar la posición del estudiante, que dejó de tener un rol pasivo y pasó a ocupar otro de búsqueda, de autoconstrucción de su educación, de ser el arquitecto de su propio destino.
El constructivismo afirma que es mejor presentar preguntas que respuestas, enseñar a través de problemas, desafíos y proyectos. Los maestros están tironeados entre el modelo de la libertad, como espacio para formar sujetos críticos, y el modelo de cállate la boca.
En la sala de profesores se reprueba al docente que enseña de modo dogmático, se lo llama conductista, pero no existen muchos docentes así, sino que es una contra pedagogía discursiva que funciona como modelo de lo que no se debe hacer.
El constructivismo es el modelo políticamente correcto, reivindicado públicamente por la mayoría. Pero en el aula, Piaget está ausente. O tiene media falta. Tal como sucede en la política, donde nadie se confiesa neoliberal, tampoco un docente declara su adhesión a prácticas conductistas. Sin embargo, entre las cuatro paredes, el ideario constructivista se fabrica con contenidos que no tienen nada que ver con la propuesta de Piaget.
Realidad deseada e imposible. Lo que se aplica en educación es una pedagogía tradicional con aplicaciones del constructivismo y de la teoría de las inteligencias múltiples.
La enseñanza del idioma, parece construirse mejor en un colegio bilingüe, pero estos conservan cánones tradicionales: la lengua no se construye, se adquiere por uso, por escucha y repetición. Los chicos aprenden a pensar en otro idioma, no tienen otra forma de articularla en su cerebro. El modelo pedagógico que vehiculiza este aprendizaje es en este sentido conductista, pero no hay otra forma. Hay prácticas acusadas de tradicionales y conductistas que son indispensables para el aprendizaje: podés apuntar a la comprensión y a la construcción del conocimiento, pero se necesita memoria y práctica para apropiarse de los contenidos. No todo el conocimiento se vuelve a construir en cada mente.
Hay que saber optar por distintas modalidades, según las necesidades y características de cada alumno. No hay una línea única, ser ecléctico es adaptarse sin hacer siempre lo mismo y romper con la falsa idea de que hay una verdad única. La pedagogía de la escucha exige transformar la posición ocupada tanto por docentes como por alumnos.
Para que los chicos pongan en juego sus saberes y verdades, los maestros tienen que correrse del lugar del saber y escucharlos. Que haya una sola verdad tranquiliza, pero no coincide con la realidad. Un sistema educativo rígido empuja a los chicos a ocupar su lugar de alumnos. Ellos saben muy bien cuál es el rol esperado y cuáles las respuestas que conducen al aprobado, y en lugar de pensar encienden el piloto automático. En un mundo complejo, construir el conocimiento genera incertidumbres y certezas, y son las incertidumbres las que llevan a pensar. Dudo luego existo pero dudo porque existo. Si la escuela crea sujetos sumisos o sujetos capaces de cuestionarlo, no es un tema menor.
Las primeras semanas de Liliana en Ithaca estuvieron repletas de eventos: asados de soja –la mitad de mis compañeros eran vegetarianos–, excursiones al lago Cayuga, conciertos de música bajo el cielo de verano. En la cuarta semana, la presión académica se intensificó y empecé a sentir el lado menos amable de estudiar en una Universidad de prestigio. De una sola clase, debía leer alrededor de 400 páginas diarias. Se acabaron los conciertos y los asados. Terminaba la clase y corría a la biblioteca o a casa. Comencé a naufragar. Cumplía a duras penas con las tareas sacrificando el sueño y viviendo en estado de angustia. El significado de lo que leía se me escapaba y en clase perdía el hilo. El clima tampoco ayudaba: Poco después llegaron las nieves, y mi melancolía se acentuó.
Educar para la libertad. La educación te hace libre: el conocimiento te cambia la visión y con una cabeza abierta podés elegir, se abre un campo mayor de posibilidades de vida.
Hay profesores que incentivan el saber y su aplicación a la vida misma. Y hay otros que no están interesados por enseñar eso, es decir que ese click no se brinda en todas partes.
¿Para qué sirve la escuela? Opiniones de alumnos, expertos, maestros y padres.
“Ya sé sumar y restar. Por eso puedo ir al quiosco, pagar sin la ayuda de mamá y recibir el vuelto. Para eso sirve la escuela. Ahora quiero aprender a multiplicar y a dividir.”
“Me divierte ciencias naturales, aprender sobre el cuerpo humano, adónde va a parar la comida que comemos, cómo se desarrolla un bebe, todo. Tenemos que ir al colegio porque si lo salteamos, en la facultad no vamos a entender nada.”
“Hay que ir al colegio porque te enseñan a portarte bien, si no te ponen malas notas. Quiero ser arquitecta, así cuando sea grande voy a usar lo que aprendí en matemática”.
“En la escuela aprendo sobre animales y pintura. Lo que más me gusta es dibujar animalitos, que es importante para mí porque quiero ser entrenadora de delfines.”
“Los chicos tienen que ir a la escuela y aprender lengua, que te enseña a hablar mejor, y matemática, para que después puedan vender y comprar cosas. Me gusta estudiar y lo hago sin ayuda para poder aprender bien. El colegio te sirve para estudiar y aprender cosas nuevas. También sirve para que puedan estar educados y tengan muchos amigos”. “El colegio te enseña valores y te ayuda a prepararte para el futuro. Los chicos tienen que ir al colegio para aprender a vivir en una sociedad civilizada y resolver cosas cotidianas.» “Nunca antes tuve tantos recursos, nunca hice tantos cursos de capacitación y, sin embargo, nunca tuve tantas dificultades como las que tengo ahora para enseñar
“En sexto se mudó y cambió a otro colegio en el que no se integró porque extrañaba a sus compañeros. Pero cuando quiso volver, en lugar de integrarla a su grupo anterior, el director la incorporó en otra división, porque allí tenía menos alumnos, como dictaba el reglamento y no el respeto por las necesidades de los alumnos. Entonces recorrieran el nivel primario en colegios privados, de puertas abiertas, con participación de los padres y atención personalizada, para insertarse, más armados, en una escuela pública después.”
“Elegimos una escuela del Estado donde conviven el orden, reglas rígidas y estructuradas, con un centro de estudiantes donde los chicos tienen posibilidades de pelear por lo suyo, hecho que no están en condiciones de sostener cuando son más chicos”.
“Le gusta ir al colegio porque siempre aprende cosas nuevas y explica que en general, los maestros nos presentan problemas para que los pensemos por nuestra cuenta; a veces nos ayudan, pero al final nos dejan a nosotros. Y a mí me encanta llegar al resultado sola”.
“Creo que esto sería el ideal de escuela, de aprendizaje, de educación: que los educandos puedan cuestionar, resolver situaciones que el maestro presenta, investigar, formular hipótesis y comprobarlas con ayuda del docente y de sus pares, que la educación funcione como un espacio contenedor y de aprendizaje (y no como un depósito donde los adultos dejan a los niños y salen corriendo). Hay que pensar y tomar conciencia de que la mejor opción es el trabajo en equipo entre docentes, cuerpo directivo y padres”.
“Necesitamos un modelo educativo que reconozca y respete la diversidad, que pueda ser gestionado desde los actores mismos, desde los niños, educadores y la comunidad.
La clave es que la educación sólo la podemos construir entre todos y no debemos dejarla en manos del Estado o del mercado, la verdadera educación está en la comunidad”.
“El mayor desafío para las escuelas, sus profesionales y sus comunidades reside hoy en lograr que los principios y los valores educativos con los que nos sentimos identificados se expresen en el trabajo en el aula. Y el secreto pasa por darle formas creativas a la pedagogía de la pregunta, a la pedagogía del juego, a la pedagogía de la confianza”.
Entre deseos y realidades, el ámbito educativo permite la convivencia, sin principio de contradicción, entre múltiples discursos, la construcción colectiva y creativa del saber combinada con reglas burocráticas y evaluaciones individualistas. La escuela, en definitiva, no existe. Existen escuelas. Mundos donde conviven diversidades que aplican modelos posibles, incompletos, fallidos y fallados que, como las fichas de un rompecabezas, se completan con la participación de múltiples protagonistas.
Liliana fue al consultorio de la psicóloga con el ánimo caído por el insomnio. Era una especialista en cambio de conductas, me presentó planillas donde debía anotar las horas que dormía, las veces que me despertaba y el tiempo que tardaba en volver a dormir. Intenté seguir ese método y lo descarté por inútil. Cuando sugerí que mi insomnio podía tener origen emocional, la psicóloga me derivó a una psiquiatra. A ella tampoco le interesó escuchar: salí de su consultorio con una receta de 0.5 mg. de clonazepam –un potente ansiolítico-. Tomé el antidepresivo y pasé un día observando el mundo como si estuviera en el fondo de una piscina. Pero me devolvió a la normalidad: empecé a dormir. Se convirtió en rutina. Lo tomaba de manera automática, como otros toman vitaminas.
Un año y medio después mi dosis había subido de 0.5 a 0.75 mg. Una vez al mes la psiquiatra me daba la nueva receta; la visita duraba diez minutos. Olvidé cómo era dormir sin muleta química. Sentía una depresión que opacaba los momentos felices. Supe que debía dejar el clonazepam. El brutal síndrome de abstinencia llegó al cuarto día. Al vómito y los temblores se sumó la paranoia, Un día vino a verme un amigo y mi instinto fue esconderme debajo de la cama. Creía que estaba volviéndome loca. Al sexto día no podía salir de la cama, y volví a tomar mi dosis. En 20 minutos los síntomas empezaron a remitir.
Qué priorizar a la hora de elegir colegio. La oferta es múltiple, como las variables a contemplar a la hora de decidir. Cada uno adhiere a un método de enseñanza, prioriza ciertas áreas del conocimiento, proyecta un perfil de estudiante y de docente, y permite construir su propio perfil a partir de categorías: Públicas o privadas, Laicas o religiosas, Con jornada simple o completa, Con una orientación específica (arte, deportes, idioma) o tendiente a abrir todos los campos del conocimiento, Con un nivel o con todos (jardín, primaria, secundaria). La pedagogía Waldorf es el modelo alternativo más conocido, su base es la concepción antroposófica del ser tripartito, constituido por cuerpo, alma y espíritu. Esta imagen es el eje del arte del trabajo educativo, orientado al desarrollo del pensar (espíritu), del sentir (alma) y al de la voluntad (cuerpo).
El constructivismo, como modelo hegemónico se asienta en el desarrollo de la inteligencia a lo largo de cada etapa evolutiva, sin reconocer otras dimensiones constitutivas.
En esta escuela, hasta los 7 años, el elemento pedagógico preponderante es el juego libre y los quehaceres cotidianos. Entre los 7 y los 14, los chicos son acompañados por el mismo maestro-tutor, que estructura su trabajo de forma que el lazo que lo une con sus alumnos se transforme en amor al maestro e interés por la humanidad. El principio de aprendizaje del niño es el interés por el contenido cultural del mundo que recibe de la autoridad amada, reconocida en su maestro. El arte en todas sus manifestaciones es el elemento fundamental. Entre los 14 y los 18, se desarrolla el juicio propio. El profesor acompaña y pone a su disposición actividades para que comprenda desde su propio descubrimiento y pensar, la organización de las leyes que rigen cada disciplina. También ofrece recursos para que pueda canalizar sus ideales, comprendiendo su aporte al mundo cultural humano.
Esa noche Liliana hizo lo que debió hacer antes de seguir a ciegas el tratamiento: me conecté a Internet y busqué “clonazepam”. Me costó asimilar la sorpresa: el clonazepam era altamente adictivo, en dos semanas, producía un síndrome de abstinencia intenso y más prolongado que la heroína, podía provocar daño cerebral, la recuperación tomaba años y no estaba garantizada ¿Cómo es posible que fuera legal una droga tan peligrosa? Encontré un sitio web británico, The Ashton Manual, este encuentro me salvó la vida. El sitio explicaba los síntomas y ofrecía programas para descontinuar el clonazepam gradualmente. Lo importante era dejar la pastilla en varios meses, haciendo minúsculos cortes cada semana. Suspender la ingestión de modo abrupto podía causar convulsiones. La psiquiatra no me había informado. Ahora otros adictos me ofrecían consejos a partir de su experiencia.
Apresúrate lentamente. Cada vez son más los que no logran cumplir las exigencias de mantener un ritmo insostenible. Las investigaciones demuestran que la renovación estratégica –ejercicio diurno, breves siestas, más horas de sueño, más tiempo fuera de la oficina y vacaciones frecuentes– aumenta la productividad, el rendimiento y la salud.
“Más, más grande, más rápido.” Es el lema de la economía desde la Revolución Industrial, se basa en una premisa errada: que los recursos son infinitos. En los empleos se sigue recompensando al que más se esfuerza. Pero eso no significa que sean más productivos.
Pasar más horas en el trabajo deriva en menos horas de sueño y afecta el rendimiento. Un estudio de Harvard estimó que cuesta 63.200 millones de dólares por año en productividad perdida. Cuanto mayor es la exigencia de rendimiento, más necesaria es la renovación.
Bajo presión, se experimenta el impulso opuesto: esforzarse más en lugar de descansar. Eso explica por qué según una encuesta de Harris Interactive los estadounidenses habían dejado un promedio de 9,2 días de vacaciones sin usar en 2012.
La recuperación se basa en la fisiología. No fuimos diseñados para un constante gasto de energía, sino para alternar el gasto y el descanso. El organismo pide pausa, pero ignoramos esa señal y nos lanzamos al consumo de cafeína, azúcar y de las reservas de energía, las hormonas del estrés: adrenalina, noradrenalina y cortisol. La idea básica es que la energía que se aporta importa más al trabajo que la cantidad de horas que se trabajan.
Pero el estrés impide al cerebro generar endorfinas, los neurotransmisores que el mismo cerebro produce, en estado de flujo y que generan el placer y el alto rendimiento.
Un mejor manejo de la energía permite hacer más en menos tiempo y de modo sustentable. Cuando nos renovamos podremos trabajar a pleno cuando estamos trabajando.
En la Universidad de Salamanca se abren siete ventanas en su legendaria biblioteca. Desde el siglo XVI, se esculpen siete emblemas, sobre cuyo significado no cesa el debate.
El sexto emblema son dos sectores simétricos, separados por un candelabro. Cada uno muestra un ancla donde se desliza un delfín. Hay una inscripción: «Apresúrate lentamente». El ancla simboliza lo sólido y estable, el delfín evoca lo rápido, lo que cambia velozmente.
Desde hace siglos, la idea que evoca el «apresúrate lentamente» atrae el interés de artistas de la imagen y de la palabra, como el médico e historiador italiano Paolo Giovio, que ilustra el dicho con un cangrejo y una mariposa. El antiguo oxímoron latino representa a la sociedad actual, en la que la vida es cada vez más rápida, pese a que casi nada derivado de la rapidez tiene valor perdurable y alude a un estilo que se despliega con aceleración permanente: nada que no sea rápido parece tener sentido. La velocidad ha invadido la realidad de manera casi subrepticia, sin resistencia. Al ritmo veloz en que se ha convertido la existencia, perdemos la dimensión del tiempo lento que es consustancial al ser humano.
Desde épocas remotas se sabe que lo rápido es inseparable de lo lento y lo metódico. Sólo comprendiendo esta relación, podremos advertir el daño a los niños, privados de frecuentar esa lentitud vinculada con la reflexión y la imaginación, con la capacidad de pensar el mundo y de pensarse. Precisamente, la revalorización de la lectura se basa en la convicción de que representa una puerta de entrada al ámbito humano de lo lento. Es en ese tiempo lento en el que se han generado las prolongaciones de nuestros sentidos que nos permiten vivir a toda velocidad. Nuestros jóvenes deben ser introducidos a esa dimensión temporal, pues merecen ser creadores, además de disciplinados consumidores. Porque crear supone adquirir el hábito de ingresar al sosegado tiempo lento, con la capacidad de instalarse en él antes de actuar. La velocidad a la que estamos sometidos no es inocua. Es fuente de estrés y la acumulación de opciones hace que caigamos en lo intrascendente, en lo repetitivo. Apresurémonos lentamente ya que lo que importa no es la velocidad sino la dirección.
Dos hacheros derribaban árboles para un aserradero. El que se movía más rápido cortaba la mitad que el otro, llegaba rápido a su casa, comía velozmente, y rápidamente iba a dormir para reponer energías; pero cada día le iba peor. El otro hachero se movía lentamente pero al llegar a su casa lo primero que hacía era afilar el hacha.
La educación emocional. Elizabeth Costello es un personaje de ficción creado por el sudafricano J. M. Coetzee, Nobel de Literatura en 2003. Es una escritora que viaja dando conferencias y en cada exposición da lugar a movilizadoras, conmovedoras y necesarias reflexiones. Hay gente que tiene la capacidad de imaginarse como otra persona y hay gente que no la tiene, y cuando esa carencia es extrema los llamamos psicópatas. Y hay gente que tiene esa capacidad pero decide no ponerla en práctica. Es decir que carece de empatía.
Somos partes de un todo y no unidades autosuficientes. Quienes nos rodean son seres vivientes y sensibles (incluyo a los animales) y no objetos a nuestra disposición. El modo en que somos tratados mientras construimos nuestra identidad ayuda a desarrollar la empatía. Y aún en el posible maltrato recibido, el dolor padecido puede llevar a que se tome contacto con ella. Los seres empáticos son naturalmente responsables. Esto significa que responden por las consecuencias de sus actos y que lo hacen con presencia y con acciones. No sólo porque es un deber moral, sino porque es una virtud emocional. Tienen la capacidad de preguntarse: «¿Que sentiría yo si esto que hago me lo hicieran?». La irresponsabilidad, la ausencia de empatía y la psicopatía anulan la esta pregunta. Pero quienes la hacen, actúan luego como agentes morales. Su conciencia es su mejor consejera.
Pensar que la vida es una cuestión de actitud puede llegar a explicarnos algo sobre de la vida que llevamos. Optimistas/pesimistas, flexibles/rígidos, agradecidos/desagradecidos, apegados/desapegados, solidarios/egoístas, emocionales/lógicos.
Para entender cuán responsables somos del estilo de vida que llevamos y del que nos gustaría alcanzar, debemos ver a la actitud como nuestra forma de pensar, sentir, actuar, elegir, resolver y comprometernos. La actitud es una capacidad, una tendencia, es la predisposición aprendida a responder a las cuestiones de la vida.
¿Cómo somos? ¿Qué actitud creemos tener?¿Cómo nos ven? ¿Qué actitud tenemos con los demás?¿Qué actitud tenemos con nosotros mismos? ¿Menos exigentes, más activos, menos quejosos?¿Qué actitudes no nos agradan, no sirven o nos gustaría modificar?¿Qué no vamos a tolerar más? ¿Qué actitudes vamos a dejar de aceptar de aquí en adelante?
La actitud que desplegamos es la suma y resultado de nuestras experiencias, lecciones, deseos y creencias. Claro que todo depende del momento preciso de nuestro ciclo vital, de lo que aquí y ahora nos sorprende. Así como la familia, desde los primeros meses de vida, los factores históricos, sociales, culturales y políticos predisponen nuestras actitudes.
Difícil será que tengamos una actitud positiva frente a la falta de alimento, abrigo o abrazo. Difícil será desplegar una actitud próspera frente a una situación de abuso, maltrato, violencia física o emocional, frente a una vivencia desagradable o poco respetuosa.
Cuando hablamos de «actitud aprendida», nos referimos a que la actitud se hereda, se aprende, se enseña. Lo saludable es que así como se adquiere, también puede cambiar. Es una maravillosa oportunidad elegir qué actitud tendremos de ahora en más; con la posibilidad de hacer, cualquier ajuste resiliente, superador y positivo.
Busqué a otra psiquiatra, le aclaré que lo único que quería era dejar el clonazepam; no aceptaría pastillas. Tardé 11 meses en dejar el ansiolítico. Afloraron fobias nuevas, mi cerebro se estremecía ante los ruidos y las imágenes del mundo. De repente descubrí que tenía aversión hacia los aviones y a los espacios cerrados. Las caras de los conocidos me sobresaltaban por igual. Sentía que el cielo me amenazaba: o bien se desplomaría sobre mí, o bien se revertiría la gravedad y yo saldría hacia el espacio. Al final, me acostumbré a dormir cada dos días. Dejé de escribir. Dejé el alcohol, dejé la cafeína. Dejé a los amigos. Casi dejé la universidad. Acabé en el hospital.La depresión generada por la abstinencia era implacable y tenía que recordarme razones para vivir. La necesidad de no ceder mi dignidad me impulsó a seguir dando clases, aunque a veces me dieran ataques de pánico.
Ayer tomé mi última dosis minúscula de ansiolítico. Me gustaría poder decir que estoy bien, que soy feliz, quesoy una mejor persona. Pero el proceso de recuperación es lento y todavía sigo lidiando con el clonazepam. Vivo en un mundo de miedos. Me cuesta encontrar palabras o entender lo que leo. Hace poco volví a darme un lujo de pensar en el futuro. Tuve vergüenza de admitir que estaba siguiendo un programa de desintoxicación. Algunas personas me miraban con desconfianza. Mi familia todavía no comprende qué me pasó; que algo así pueda suceder bajo supervisión médica. Pero desde que empecé a abordar el tema descubrí que casi toda la gente que conozco está enganchada a una u otra pastilla. En la universidad se consumen drogas para pasar los exámenes, para escribir una tesis, para sobrevivir a la competencia. El año que llegué a Cornell, tres estudiantes se suicidaron arrojándose de los puentes que hacen famosa a Ithaca. El periódico USA Today llamó a Cornell “la escuela de los suicidas”– la universidad invirtió cientos de miles de dólares en ayuda psiquiátrica para los estudiantes. Sin embargo, la mía, nunca me preguntó por las verdaderas causas de la angustia; se limitaba a averiguar si mis problemas interferían con mi rendimiento académico. A veces fantaseo con vengarme de ella. El adicto no busca una revelación ni sexo ni placer; necesita las pastillas para no convulsionar. Se trata de un problema de supervivencia. Es fácil temer a las drogas duras, pero la mayoría no sabe que las drogas de prescripción pueden ser más dañinas. Hace unas semanas le comenté a una amiga que acababa de ganar la larga batalla contra las pastillas. Le conté de lo mucho que me estaba costando recuperarme. Nos estábamos despidiendo cuando me dijo: “¿Y qué vas a hacer con las que te sobraron?”
Carrera docente y contrato social para el siglo XXI. La educación no se arregla con la economía, pero hace falta. El siglo XX Argentina cayó del decimoséptimo al cuadragésimo puesto mundial en ingresos por habitante. Se produjo la pérdida de jerarquía del docente y su abandono por parte de los jóvenes de los sectores medios de la sociedad. Con el viento de cola del siglo XXI y la reactivación los salarios de los docentes mejoraron un 25% y la conflictividad decayó. Pero al reintroducir la inflación el conflicto volvió con el fin de la etapa alegre de la inflación, que indexaba todo al 25% anual y, por ello a estar en un brete salarial pese a la inversión récord de más del 6% del PBI en educación.
Se perdió la oportunidad de construir una nueva carrera docente a tono con el siglo XXI y apoyada en un nuevo contrato social. Una carrera optativa, con remuneraciones centradas en la formación y en la capacitación certificada y no en por mero paso del tiempo, y un incentivo social y monetario a todos los que lograran mejoras en promoción a tiempo, graduación y calidad de los aprendizajes. En menos de dos décadas la Argentina ha perdido el cetro latinoamericano de calidad educativa. Pero nada motivó para colocar a la educación en el centro de la escena sobre la base de una alianza entre sociedad, partidos y gobierno, como sí lo hacen de Brasil a Ecuador y desde México hasta Chile. Sin esto, será imposible resolver esta reiterada y triste conflictividad y mejorar la educación en nuestro país.
La paradoja es que China, un país sin democracia invierte US$ 250.000 millones por año en la formación, gradúa 8 millones de universitarios, el doble que hace una década. En 2030 tendrá 270 millones –más que la fuerza de trabajo actual de EE.UU.-
Las familias, pobres o ricas, destinan 30% de su ahorro a la educación y se hacen cargo de su educación universitaria. La tasa de ahorro es el 40% del PBI, la más elevada del planeta.
Tienen 194.000 estudiando en EEUU, el triple que en 1997; y 3/4 partes lo hacen en ciencias duras y escuelas de negocios. Los trabajadores con grado universitario son 3 veces más productivos que los que se han limitado a la primaria y los que tienen nivel secundario un 1,8 veces superior. Entre 2000 y 2004, el número de matriculados aumentó 50%.
La OCDE prevé que el 100% de los jóvenes chinos habrá completado en 2030 la escuela secundaria y 50% se incorporaría a la universidad. El crecimiento chino adelanta el futuro.
Lo más importante de la inversión china no es su número, sino su significado estratégico.
El crecimiento en la acumulación física de capital no es desarrollo. Pero este no tiende a disminuir debido a la menor tasa de retorno provocada por el incremento del capital fijo sobre el capital el salarial. Como la economía se expande por el alza de la productividad de la totalidad de los factores, consecuencia de la calificación sistemática de su fuerza de trabajo, revierte la tendencia a la caída estructural de la tasa de ganancia.
De ahí que, el PBI, en vez de declinar, tienda a elevarse con el tiempo.
Las universidades chinas ocupan el sexto lugar entre las 500 principales del sistema mundial. Hay 25 que aspiran a competir con las integrantes de la elite estadounidense.
El test PISA de la OCDE otorgó el primer puesto en 2009 a los jóvenes de 15 años de Shanghai entre 65 países, por encima de estadounidenses, alemanes y japoneses. Si lo hicieron en Shanghai en 2009, lo harán en 10 ciudades en 2019, y en 50 años después.
La renuncia del adulto. ¿Y al padre quién lo educa? ¿Transmite acaso una sana cultura del ejemplo? No somos una sociedad inteligente. Nos faltan técnicos pero hay 4 abogados por ingeniero; 11 contadores por ingeniero agrónomo; 44 médicos por físico,177 psicólogos por estadístico. Hay miedo a las materias duras porque no saben estudiar y su orientación vocacional sigue la ley del menor esfuerzo. No conocen su genio interior y no tendrán vientos favorables si no saben lo que quieren. En la edad de los principios carecen de PRINCIPIOS. Las pruebas de OCDE muestran que 33% de chicos de terer grado no entienden oraciones como había una vez y 50% de sexto grado no resuelve fracciones.
El lapso nacimiento-escuela es crítico, el 80% del desarrollo cerebral se da antes de los 3 años de vida. En EEUU, un programa de educación temprana mostró que 1u$s invertido rinde17u$s. Los chicos deben llegar a la escuela listos para aprender y la escuela no debe ser parte del problema. El niño es el padre del hombre. Luego será tarde.
Un viaje al tiempo perfecto. Teníamos tiempo para ir a las escuelas Pitman para aprender dactilografía o inglés en La Cultural Inglesa. Los maestros, eran estrellas en la sociedad. Los padres reprendían al chico si ella lo retaba, hoy ellos atacan a la maestra. Hipócrates, padre de la Medicina, dijo: La Naturaleza es la que cura. Si no quieres estar enfermo, aprende a vivir saludablemente, según sus leyes. No agredas tu cuerpo, tu mente ni tu espíritu. No hay enfermedades, hay enfermos. No vayas contra la Naturaleza, déjala obrar. Que tu medicina sea tu alimento y el alimento tu medicina. Hoy hay alimentos que enferman, llenan de grasas, toxinas, colesterol, ácido úrico y gérmenes. Y hay epidemias como la obesidad. Osho decía: El arte puede crear belleza, la ciencia descubrir la verdad objetiva y la conciencia la realidad subjetiva. Y juntos hacer completo un sistema educativo. No podemos retornar al tiempo feliz pero sí retomar sus valores, como mi hijo el d´otor. La cultura del ejemplo familiar será siempre nuestra mejor escuela.
El aulas de los líderes. En 1996 el arzobispo de New York propuso recibir alumnos flojos de escuelas públicas en sus escuelas. Al buscar financiación encontró oposición por violar la primera Enmienda sobre libertad de culto. Unos filántropos crearon New York Scholarships Foundation que ofreció vouchers de US$1.400 a 1.000 familias pobres que podrían elegir escuelas religiosas o laicas. 20000 familias se inscribieron. El 85% se asignó a niños con resultados debajo de la media. Los niños más desfavorecidos tuvieron mayor chance en el sorteo. Hace poco Wall Street Journal publicó los resultados hasta su ingreso a la Universidad, comparado con los que no accedieron. El impacto sobre los niños afroamericanos fue notable en sus carreras. Aquí mencionar el voucher educativo es un tema tabú. Pero ante un Estado ausente ¿no es un gran método para igualar oportunidades? La educación es la industria pesada de cualquier país porque fabrica ciudadanos. La nuestra fabrica mal porque la educación no es nuestra política de estado.
Educar deriva de educcare que es sacar de adentro el potencial, el genio interior que todos tenemos según las investigaciones de las neurociencias y de la teoría de las inteligencias múltiples. El 50% del éxito de un estudiante es saber lo que quiere, el otro 50% es saber cómo conseguirlo. Para lograrlo, como decía Nietzche están los métodos, que son la mayor de nuestras riquezas. Existen las mejores prácticas y se conoce como funciona el cerebro, lo que hace falta es bajar o subir el conocimiento a las aulas. Lo que hace falta es comprender que para igualar las oportunidades la educación debe convertirse en política de estado.
*Dr. Horacio Krell. CEO de Ilvem. Dicta conferencias gratuitas sobre métodos para optimizar la inteligencia. Mail de contacto [email protected]