Tener proyectos significativos es la fórmula para desarrollar el potencial. Pero hay que advertir que “si fallamos al planear, planeamos fracasar”
Nacemos con una capacidad a potenciar, con la posibilidad de expandir nuestra naturaleza y de llegar a ser individuos únicos y excepcionales.
El cerebro del niño al nacer es como una página en blanco. El animal nace listo para vivir, el niño sobrevive solamente y gracias al amor de sus padres y se desarrollará a lo largo de los años a través de la educación y la cultura. El cerebro del niño es una página en construcción.
La libertad del pájaro
El pájaro no es libre porque vuela, nace condicionado, no puede elegir, sólo puede volar. El niño tiene la plasticidad neuronal necesaria para cambiar. Lo que aprende se instala en la cadena de neuronas que soportan el aprendizaje. Cada huella mnémica – el registro corporal de las vivencias – modifica su cerebro sumándose a la red formada por las huellas preexistentes. 100.000 millones de neuronas se comunican en milésimas de segundo en sinapsis o puntos de encuentro. Cuanto más diversas y ricas sean esas redes más se desarrollan.
Las neuronas que no participan se deprimen y mueren. Las que participan en la gimnasia mental neuróbica se mantienen vivas y radiantes. Para escapar al condicionamiento biológico el cerebro dispone de los lóbulos frontales, la sede de los proyectos y de la libertad que le permitirán ser el arquitecto de su propio destino. Educar viene de “educare”, es sacar de adentro el potencial. Pero la educación enciclopedista no cumple esa tarea.
La lectoescritura es la principal gimnasia del cerebro y el motor de la civilización y la cultura. Los genes brindan instintos, reacciones y reflejos, pero el tallado del alfabeto es la victoria de la mente y el espíritu sobre la materia. El cerebro es el que posee la sensibilidad ante la experiencia.
El niño nace indefenso pero llega a ser el dominador del universo gracias a esa capacidad de comunicación que ninguna otra especie posee.
El divino tesoro
El don clave de lo humano es la inteligencia, su capacidad de adaptarse a situaciones nuevas. Este don se ejerce a través de la experiencia, el saber y la memoria. Aprender y recuperar lo aprendido en el momento de actuar implica la conexión entre memoria e inteligencia. El problema de la memoria es detenerse para incorporar información, porque así se traba el mecanismo de la comprensión. La memoria es constitutiva: somos lo que recordamos. Sin memoria seríamos vegetales, no podríamos pensar, ni sentir ni actuar. Las fallas de integración de la memoria sensorial con las de corto y largo plazo y con la operativa que regula las acciones, dificultan el desarrollo de la inteligencia. Todo lo que logramos en la vida se relaciona con la memoria. Pero desarrollo no es lo que tenemos sino lo que hacemos con eso que tenemos guardado en la memoria. Entrenarla, conectarla con la percepción, con la comunicación y con la inteligencia, generan un activo valioso e inviolable.
Tipos de test
Partiendo de que lo que no se mide tampoco se puede mejorar es que surgieron sistemas de medición de la inteligencia. El test tradicional medía lo que se aprende, los logros obtenidos, un test dinámico, en cambio, se concentra en lo que se puede aprender en el futuro.
Para eso observa el modo en que se aprende y plantea acciones de intervención para generar cambios. El evaluador deja de ser un examinador objetivo para convertirse en un maestro entrenador que prepara un entorno adecuado y motivador para producir más y mejores cambios.
Un test convencional supone que el futuro refleja el pasado, un test dinámico utiliza la experiencia para introducir nutrientes en el proceso, para que lleven a generar mejores resultados. El pasaje del test tradicional al test dinámico es un cambio del producto al proceso, e implica una alteración sustancial en el modo en que se realizan las mediciones y las actividades de los examinadores y de los examinados.
El examinado es entrenado para cambiar el modo de resolver el problema y luego realizar tareas donde aplique los nuevos principios. El examinador deja la neutralidad y la modalidad de no dar respuestas, para intervenir activamente con señalamientos, explicaciones, análisis de las experiencias, anticipación de las dificultades y para lograr un pensamiento reflexivo sobre la tarea y la forma en que se reacciona ante la misma.
El entrenamiento se vuelve crucial en el trabajo evaluativo. Primero se ve cómo el individuo se adapta a las situaciones nuevas y a su propia idiosincrasia. Luego se detecta si, la conducta medida, es el único factor que influye para predecir el resultado que generarán los cambios.
El peligro de etiquetar
Con el diagnóstico, el test tradicional determina la inteligencia del evaluado, para asignarle tareas según el nivel alcanzado. No se consideran otros factores influyentes y se extrae una visión duradera, como fotografía estática y no como película o proceso.
Los que se conectan con él lo ven según esos parámetros. De este modo se restringe el desarrollo de sus capacidades potenciales, porque se apela al aprendizaje de tipo concreto, de transmisión, de presentación de problemas y respuestas sencillas. No usar mecanismos complejos y abstractos, genera la perpetuación de la situación, ya que no se ofrecen oportunidades ni estímulos adicionales. Y como se sabe: “lo que no se usa se pierde”.
Las tres fases del acto mental
En un proceso los elementos de entrada (input) interactúan mediante relaciones internas y generan efectos y respuestas (output). El proceso se da entre lo que fue, lo que es y lo que puede llegar a ser. Un proceso invita a pensar en términos evolutivos pero no siempre genera el progreso. No saber cómo armonizar las tres etapas provoca ansiedad y sobre exigencias.
La división en tres etapas para resolver problemas tiene que ver con la construcción del ciclo usado en la búsqueda de la solución. La apertura a los datos, estén a favor o en contra de lo que pensamos es la virtud de solidaridad intelectual con el problema y con los actores (socios o adversarios). Esto modifica la tendencia equivocada a querer tener siempre la razón. Un factor primordial del éxito es considerar los datos apropiados y tener paciencia para esperar que la intuición aflore. La lógica del inconsciente sirve para salir de la situación típica y generar ideas. ·
Entrada de datos
Hay que considerar que un problema bien planteado es un problema medio resuelto. El ingreso de datos puede enfrentar al bloqueo perceptivo de quien permanece en “en piloto automático” para evitar ser invadido por tantos estímulos. Así pone un filtro a lo que ocurre, limita su creatividad y repite la rutina, quedando atado a su zona de confort. Aceptar que existe un problema es crucial para evitar el automatismo o la precipitación. La prueba de que se comprendió el problema está en la capacidad poder formularlo con otras palabras. Al recibir comunicaciones hay que identificar los mensajes contradictorios y definir las palabras desconocidas o ambiguas. También es conveniente revisar todos los recursos con los que se cuenta, repasar las aptitudes, los conocimientos y los conceptos que pueden ser aplicables a la solución.
Procesamiento
Esta segunda etapa requiere un pensamiento organizado. El gran pensador René Descartes sugirió un método:
Tomar sólo en cuenta las evidencias que se obtienen de ideas claras y distintas. Dividir el problema en subproblemas hasta donde sea posible.
Recomponer hasta llegar a la solución aunque no se distinga la lógica del agrupamiento. Tener en cuenta todos los detalles.
Hay varios tipos de razonamiento: inductivo (el que generaliza de la repetición de casos), el deductivo que saca conclusiones de determinadas premisas. El menos conocido es el razonamiento abductivo. Es el único que crea hipótesis nuevas. Para crear hipótesis se debe analizar detalle por detalle de los datos de entrada, intentar asociarlos, relacionarlos, invertirlos, conectarlos, etc. Es lo que se conoce como pensamiento lateral.
Es necesario mantener el problema in mente durante el proceso de la solución. De lo contrario se pierde la posibilidad de atraer asociaciones productivas. Hay que seleccionar objetivos parciales y puntos de ataque. Ayudarse con lo sensorial como contar, experimentar y observar; o bien comparar, clasificar, interpretar, resumir, hallar supuestos, organizar los datos, experimentar, evitar errores lógicos.
Los bloqueos para procesar datos de entrada pueden ser emocionales o lógicos. Hay que utilizar técnicas para detectarlos e impedir que se produzcan conductas o actitudes equivocadas. La falta de interés o motivación también es una traba para avanzar. También afectan los descuidos, las respuestas impulsivas, la inconstancia, sobrevalorar o subestimar el problema, actuar con prejuicios o dogmas.
Conviene anticiparse; buscar el dato clave o la hipótesis más probable, o estimar a qué debería parecerse el resultado para que sirva como guía.
La salida
La presentación es el marketing de la solución. Incluye la demostración lógica, los factores expresivos y la planificación de la aplicación. Se monitorea el proceso para verificar errores de cálculo, repasar observaciones y mediciones, separar cuentas de razonamientos, corroborar la lógica y las operaciones. Debemos evitar la precipitación hacia un resultado único, controlando la ansiedad por terminar rápido, Conviene testear la solución con observadores independientes para ampliar los puntos de vista. Cuatro ojos ven más que dos. Hay que mostrar los datos pensando en el receptor. Exponer la idea ante quien corresponda, cuidar la redacción y la prolijidad, usar palabras o imágenes claras, presentarla en formato multimedia. Para llevar la idea a la práctica hay que unir los recursos para convertir la solución en acción.
No dormirse en los laureles: un problema no termina con su solución. El seguimiento estratégico es para aceitar el proceso: mostrar que se hizo, cómo se hizo y cuándo para no dejar nada librado al azar y seguir de cerca la implementación y los problemas pendientes de resolución.
Claves para decidir
Hay que estar alerta ante los “peligros”. Son: el exceso de confianza, decidir por estadísticas o fórmulas, aferrarse a los éxitos del pasado sin tener en cuenta los cambios, actuar con arrogancia o creer que se lo sabe todo. Desalentar la ambigüedad y la creatividad son errores porque el mundo es aleatorio; así como el físico que aseguró que era imposible que objetos más pesados que el aire pudiesen volar. Un proceso decisorio no tiene respuestas absolutas, reconoce la incertidumbre sin paralizarse, mide probabilidades y evalúa cómo se producen los resultados.
No se puede decidir usando siempre las mismas variables, porque sólo se verá una parte. Los factores globales y el contexto de aplicación influyen. Es útil aplicar el método de “consultarlo con la almohada”. En el sueño cambia el modo de pensar, todo está permitido y no existe la censura.
La ley de Murphy afirma que todo lo que puede salir mal va a salir mal, así que cuidado, el que falla al planear planea fracasar. La ley de Pareto sostiene que el 20% de los factores inciden en el 80% de los resultados, así que separemos lo urgente de lo importante. Dividir el problema en tres partes implica ponerlas en interacción, para que el método sea parte del planteo del problema y también de la solución. El test convencional no considera las partes: la percepción borrosa, no saber explorar sistemáticamente, la mala orientación espacial o temporal o no tener estrategia.
Qué hay que cambiar
El test dinámico se presenta de modo de que luego pueda ser usado en la enseñanza, cambiando los procesos y la forma de actuar en situaciones nuevas. Se cambia la atención del resultado al proceso que se usa para lograrlo. Y sobre el resultado se indica como indicador del potencial cognitivo. Al dividir en tres etapas se puede estudiar dónde se presentan las deficiencias. Pueden estar emparentadas con falta de métodos apropiados, fallas en el pensamiento, que deben ser conocidos y entrenados y no necesariamente con una menor capacidad.
En lugar de la exposición directa, como sistema de enseñanza, existe un mediador que ayuda a interpretar y reestructurar los estímulos.
Inteligencia y aprendizaje
Aprender es un cambio no relacionado sólo con el crecimiento. Se puede aprender lo bueno y lo malo. Inteligencia es usar lo aprendido en situaciones nuevas. Para pasar de un aprendizaje asociativo a uno conceptual, el entrenamiento debe incluir la regulación de la conducta impulsiva, mejorar las funciones cognitivas, enriquecer el repertorio de operaciones mentales, la capacidad de categorizar relaciones espaciales y temporales (idéntico, opuesto, común, diferente, similar). El pensamiento reflexivo se consigue haciendo que evoque:
¿Qué es lo que hiciste primero? y ¿luego?, y ¿por qué elegiste hacerlo en ese orden?
Mapa cognitivo
Es la síntesis de las funciones mentales que intenta medir el test. Para conseguirlo el contenido del test debe estar en consonancia con la familiaridad y con los conocimientos del evaluado, que le permita usar diferentes modos de manifestarse, (visual, numérico, verbal o sus combinaciones). Debe permitirle averiguar la causa de las diferencias en los resultados, cuál fue la fase (entrada, proceso, salida) donde se presentó la falla, que pueda advertir si el tipo de operaciones mentales de organización que realizó son de fuente interna o externa, que utilice métodos de clasificación, series, analogías, silogismos, y que pueda comprender su complejidad (del simple reconocimiento a comparación, y su nivel de abstracción). Es necesario que pueda distinguir que el éxito o el fracaso en una prueba también deriva del cansancio, de la falta de motivación, de la buena o mala administración del tiempo, y de todos los factores que pueden afectarlo durante el desarrollo de la tarea.
Tener proyectos significativos es la fórmula para desarrollar el potencial. Pero hay que advertir que “si fallamos al planear, planeamos fracasar”
Dr. Horacio Krell. Director de Ilvem, [email protected]