Las personas que fracasamos varias veces en proyectos, relaciones y distintas situaciones de la vida tenemos un denominador común: la resiliencia, que es la habilidad de superar los obstáculos más rápidamente y con mayor entereza.
Hay muchos estudios a nivel académico sobre el valor del fracaso dentro del aprendizaje en este paso por el mundo. Este artículo refleja diez rasgos de habilidades de éxito que se desarrollan ineludiblemente a partir de fracasar.
- Mayor autoconocimiento: ante la contundencia del fracaso, más del 90 por ciento de las personas se retraen y no intentan nuevamente. Sin embargo, el otro 10 por ciento ve una oportunidad de desarrollo y crecimiento. Y no es que no nos hemos deprimido, llorado y lamentado: lo hemos hecho y en buena forma. Sin embargo, hubo un momento de un click interno que indicó “Ya basta” y pasamos al siguiente paso, que es la capitalización o “resignificación” en lenguaje psicológico de esa experiencia de fracaso.
- Conciencia de finitud: quienes andan por la vida a toda velocidad, con el ego como bandera principal, pueden darse contra paredes en forma proporcional como si chocásemos con un automóvil a 200 kilómetros por hora sobre un muro de concreto. Por lo cual necesariamente salimos lastimados. La conciencia de finitud aparece ante el hecho del fracaso, de lo inevitable, por más que hayamos actuado con todo lo que estuvo a nuestro alcance en aquel momento. Y muchas veces esa sobre adaptación a las situaciones es la que termina desencadenando el fracaso. Allí se adquiere una destreza muy útil, la conciencia de finitud, es decir, todas las cosas tienen un ciclo. Esto es, ni más ni menos que devolver la conciencia humana a las situaciones de la vida.
- Maestría en los procesos: gran parte del fracaso puede atribuirse a que no hemos sabido manejar determinadas situaciones; por ejemplo, cuando te rodeas de asesores o consultores ineptos y poco comprometidos; o cuando contratas algunos colaboradores excepcionales, en contrapeso con otros que reclutas dejándote llevar por la lástima que te han conmovido con sus vidas. Entonces, adquieres unas llaves de éxito muy poderosas que en muchos casos están basadas en la percepción y la intuición anticipada sobre los hechos, las personas y los contextos. Se desarrolla una gran habilidad para leer más rápido qué pasa, y actuar en consecuencia.
- La soledad del sufrimiento: otra gran maestra del fracaso es la soledad de la toma de decisiones y afrontarlas con los recursos con que cuentas en aquel momento. Por más que estemos acompañados por un grupo chico de excelentes colaboradores, la familia y los amigos incondicionales -que, por lo general, en momentos de fracaso empiezan a ralear-, nos enseña a convivir con lo mejor y lo peor de nosotros mismos. En el silencio aparecen las respuestas. En el dolor, el significado.
- Reinventarnos: es acaso uno de los rasgos más llamativos de los que hemos fracasado y siempre salimos adelante. “Resiliencia” es la palabra específica desde la psicología para definir a los que podemos pasar por situaciones realmente graves, y aun así salir fortalecidos por los recursos internos que sacamos a relucir. Por eso la creatividad y su hermana mayor y más destacada, a la que llamamos “innovación” aparecen con mayor asiduidad y ayudan a resolver los momentos, para recomenzar una y otra vez. Y cada vez más fuertes.
- Fortaleza de espíritu: como un guerrero que templa el arma que utiliza en sus batallas, el emprendedor que ha fracasado alguna vez se convierte en un guerrero más diestro. Tiene mayor sabiduría, calcula mejor, obtiene un plus de energía que lo ayudará en los momentos difíciles y adquiere tal fortaleza interna que mide mejor las consecuencias de sus acciones. Y todo esto, sin perder osadía y velocidad.
- Toma de decisiones: como en un juego donde se gana o se pierde, el fracaso nos enseña a tomar mejores decisiones. O mejores elecciones en cualquier escenario. Como hemos pasado por momentos muy complejos, esa alquimia de sabiduría se convierte en una pócima inspiradora y de gran trascendencia para el presente y el futuro de lo nuevo que emprende. Sin embargo, otra cosa que aprendió del fracaso es que todo es temporal; y es este rasgo de volatilidad de las cosas lo que le permite enfocarse más en el presente. Por ejemplo, escucha mucho más que antes; lidera y no solamente es el jefe que da órdenes; convierte increíbles situaciones que su equipo daba por perdidas en valiosos cimientos para el proyecto, y reconvierte con mayor fluidez y sin tanto desgaste casi cualquier problema, para enfocarse en el resultado deseado.
- Respira y sigue: como el fracaso enseña una enorme caja de herramientas, sabe seleccionar cuáles son las indispensables en cada momento. Es como un cirujano operando un caso de alto riesgo. No quiere que su paciente muera, trabaja minuciosamente para mantener sus signos vitales, y visualiza cómo se recuperará y tendrá un mejor futuro. Por eso aprende a domar sus impulsos. Respira, se sosiega ante la adversidad. La furia la transforma en energía reconstructiva. La ira se convierte en oro en polvo cargada de impulso para concretar los procesos. Y así, se reinventa.
- Se convierte en selectivo: en el pasado, aquel “fracasador serial” como hemos sido muchos de nosotros (porque las personas acostumbran a hablar de sus éxitos, pero no de cuando les ha ido realmente mal; y mucho menos, revelar estas estrategias de éxito) supo ser muy indiscriminado con las relaciones, el dinero, los amigos, los que acercan negocios fabulosos, los que quieren tomar una porción de la torta del emprendedor y los especuladores. En su re fundación, el exitoso cuenta con esta carta interna tan estratégica como útil: la selectividad. No deja entrar a todo el mundo a su mundo. Es astuto y elige cuidadosamente cuando abre la puerta. Por eso muchas personas se alejan, o piensan que pueden aproximarse de la misma manera que antes. Aunque ahora, en esta nueva realidad, no hay chances de que funcione igual.
- Equilibra lo importante y lo urgente: quienes hemos fracasado tenemos un rasgo común que es haber dedicado más del 70% de aquella etapa a lo urgente. Esta vez la ecuación se da vuelta, y estaremos enfocados con mayor asertividad a lo importante. Así, rasgos impensables en el pasado como la habilidad de delegar tareas se dejadas sin problemas en manos de colaboradores -también mucho mejor seleccionados-, para que podamos enfocarnos en lo principal.
El capital que se adquiere al fracasar en nuestro negocio es inconmensurable: aprendemos sobre nosotros mismos; nuestro temperamento y personalidad; sobre los socios y asociados: no nos deja bien cualquier bus; sobre el manejo de la empresa; sobre los consultores externos; cómo ser más efectivos; y, sobre todo, cómo fluir más naturalmente con los problemas, equilibrando el esfuerzo y la carga para que sea un proceso más grato -en contraposición con lo ingrato que fue aquella experiencia del pasado que, si bien nunca se olvida, la reconvertimos en una mejor versión de nosotros mismos de aquí en adelante. Y en esto consiste, en esencia, el sentido de la vida.
Daniel Colombo. Con más de 30 años de experiencia, desde sus comienzos en radio a los 8 años, es comunicador profesional, escritor y coach especializado en desarrollo de carrera y alta gerencia. Ha sido Gerente de Marketing y Comunicaciones en empresas multinacionales y argentinas; creador de emisoras de radio, canales de TV (incluyendo populares marcas a nivel global), periódicos, portales, y presidente de su propia consultora de comunicación en Argentina durante 20 años. Tiene 14 libros publicados. Entrena voceros en motivación, liderazgo y espiritualidad en la empresa; es un reconocido líder en formación en media-coaching, oratoria y comunicación estratégica. Ha realizado más de 2500 proyectos para todo tipo de marcas, servicios y gobiernos, y dictado más de 500 conferencias, talleres y workshops en 18 países.
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muy buen post para tener en cuenta algunas de las habilidades las cuales poseen algunos de las personas quienes han fracasado, sin embargo siempre cuentan como levantarse.