Sólo el 10 por ciento de la comunicación es verbal; por lo que, si prestas mucha atención al otro 90%, de los gestos, podrás detectar mucho más fácil los engaños y mentiras.
Desde que el mundo es mundo los seres humanos se han esforzado por establecer una buena comunicación. Sin embargo, embusteros hay a cada paso, y las palabras suelen ser la herramienta preferida para articular sus mentiras.
Sólo el 10 por ciento de la comunicación es verbal; por lo que, si prestas mucha atención al otro 90%, de los gestos, podrás detectar mucho más fácil los engaños y mentiras.
Hay personas muy habilidosas con las palabras, incluso con fingir ciertos códigos no verbales y hacerlos parecer como naturales. Más allá de esto, todos los seres humanos somos intuitivos por naturaleza y existe lo que se denomina ‘conocimiento natural’, que aparece justo en medio de las incongruencias entre lo que se dice, el cómo y la actitud corporal. De allí que es más fácil engañar con palabras, y no con los gestos.
Sólo una parte de la comunicación humana puede fingirse, y es justamente lo no verbal lo que prácticamente no puede simularse.
Para decodificar a las demás personas, es necesario comprender que todos los seres humanos nos comunicamos con un sistema integral; es decir, nunca lo hacemos con un solo recurso. La comunicación no verbal sigue cuatro principios: familiaridad, conjunto, congruencia y contexto.
La familiaridad se compone por el conocimiento que tenemos de la situación en la que estamos inmersos y de la persona con la que interactuamos. Para interpretar las señales del engaño o malas intenciones, la familiaridad personal tiene un rol preponderante, ya que no usamos los mismos gestos cuando estamos ante conocidos, que frente a desconocidos. De la misma forma, una persona que ya nos conoce, no procede de igual forma ante un recién llegado. Hay, entonces, un entendimiento tácito de las emociones. Por eso es que no se pueden disimular ciertos estados de ánimo con personas que nos conocen mucho.
El conjunto de señales no verbales tiene que ver en que las señales no se emiten solas: vienen acompañadas, y deben analizarse como un todo, no en forma aislada. Así, es indicado observar todo el cuerpo, y, especialmente, las manos y el rostro.
Respecto a la congruencia, es obvio que cuando hay incongruencia entre lo que se dice y lo no verbal, hay algo que no cierra. Cuando hay congruencia, la comunicación es clara; en caso contrario, aparece un ruido, que actúa como barrera en el vínculo. El caso típico es la sonrisa nerviosa que quiere disimular una emoción.
En cuanto al contexto, es importante saber que existen rasgos comunes en una misma cultura, clase social, regiones o situación de jerarquía profesional. Por ejemplo, en un contexto formal se limita la expresividad gestual; y en uno coloquial, las personas se muestran más sueltas.
Cómo detectar señales de engaño
Aquí encontrarás una guía para decodificar engaños, si observas estos rasgos gestuales tan comunes:
La mirada
A través del sentido de la vista comunicamos mucho más de lo que se piensa. Con sólo mirar a una persona detectamos sus sentimientos, actitudes, estado emocional, y lo que puede estar escondiendo o no se anima a contar. Una gran proporción de la comunicación no verbal está determinada por la forma en que se articulan las miradas y las expresiones faciales.
Si bien no existe ningún indicio no verbal del engaño que sea válido para todas las personas, se sabe que el mentiroso piensa mucho más de lo que dice, y menos en sus gestos. Esto es así porque le resulta más fácil poner muchas palabras, pero no tiene tanto control con las expresiones o micro expresiones que acompañan sus emociones.
Como mentir provoca estrés, esto se traduce en emociones que se vuelven notorias. Los ojos se abren más seguido; se pestañea mucho; las narinas de la nariz suelen abrirse en exceso; y, como quieren controlar la información, restan emocionalidad con pocos gestos y movimientos. O si los hacen, son forzados. Y resultan incongruentes.
Algunas formas claras son: mirada esquiva; desviarla; mirar hacia abajo; clavar fijamente los ojos en el interlocutor sin pestañear; abrir los ojos más de lo habitual; hablar con los ojos cerrados por algunos segundos; mirar para otro lado cuando le responden.
Expresión facial
Cuando la emoción es auténtica, no dura mucho tiempo: son apenas, soplos de sentido.
Si la emocionalidad al expresar algo dura de cinco a diez segundos, tiende a ser falsa.
Y aparecen muchas micro expresiones faciales en todo el rostro, que son movimientos rápidos en medio de la conversación. Son inesperados, e irrumpen casi sin sentido; duran menos de una vigésima de segundo. Es más fácil simular una expresión facial, que una micro expresión.
Por ejemplo, apenas un atisbo de tic nervioso, un sonrojado, tensión en la piel, textura cambiante.
La sonrisa
Socialmente, es una de las más habituales para simular emociones, por eso hay personas que simulan una mueca cuando sienten ansiedad o miedo. Ni hablar de la risa nerviosa, signo inequívoco de engaño.
El que engaña utiliza la sonrisa (en general, rápida, falsa y sin consistencia) para ocultar sus emociones auténticas. Generalmente, hacen la mueca, pero no se mueve la órbita de los ojos.
Cuando la sonrisa es real, además de ser más natural, la órbita de los ojos hace que éstos se entrecierren.
La voz y el habla
Cuando se miente, la voz se vuelve más aguda, debido a que, por la tensión del momento, no pueden modular correctamente. Hay que prestar atención cuando haces preguntas clave, ya que frecuentemente hay carraspera, cierta disfonía y prácticamente no hay matices al hablar.
Respecto al habla, en situaciones normales prevalece un patrón de ritmo; y, cuando alguien se pone nervioso, ansioso o está tenso, puede ser que hable más lento y con ciertos errores en la construcción gramatical, debido al gran esfuerzo de intentar controlarse y ser coherente con algo que es engañoso.
Gestos
Las manos se usan casi permanentemente en una conversación. El que miente, como no se siente cómodo al usarlas, porque son el complemento para afirmar, negar o marcar posición en la vida cotidiana, hace lo contrario: las mueve, pero de forma fingida, como queriendo aparentar normalidad. Y esto se percibe de inmediato. Usa gestos menos demostrativos, y la puesta en escena puede incluir movimientos antinaturales, como levantar las cejas, tocarse las comisuras de los labios, o mojarlos con la lengua porque se le seca la boca.
Otro gesto muy frecuente es que se pone de pie muy lentamente, como pidiéndole permiso al cuerpo, cuando quiere incorporarse para ser enfático.
También pueden tamborilear los dedos sin sentido; mover una pierna rítmicamente; tener pateadas inconscientes para descargar tensión o manipular algún objeto para aplacar su nerviosismo.
Dentro de lo que se llaman auto manipulaciones está el tocarse la cara, orejas, cabello, frotarse repetidamente la nariz, quitarse pelusas de la ropa, acomodarse los anteojos y tocar el reloj o joyas.
La sudoración cambia. Puede aparecer en el labio superior, y en las axilas manchando la ropa. Esto lleva a que tomen cualquier bebida casi compulsivamente en ese mismo acto.
Otros gestos son los de arrugar la frente, entrecejo, morder por dentro los labios, apretarlos; respirar corto y en la superficialidad de los pulmones; suspirar; emitir un bufido; moverse mucho en el asiento; y se les traba la lengua;
Postura
En situaciones regulares, la postura busca acompañar la comunicación del otro. Cuando se miente, el cuerpo no se pone de frente, con brazos y piernas cruzadas. El cuerpo se tensa y se apoyan en los brazos; y hasta se tapan la cara.