El proceso de creatividad conecta la información; la redimensiona; la formatea, y la trae al presente para conectarla con la experiencia que deseamos crear en lo concreto, o como una idea abstracta. Es en todas estas dimensiones que procesa y actúa el cerebro de las personas creativas.
Muchas veces se piensa que la creatividad es un atributo de algunos privilegiados. Sin embargo, todos somos creativos desde que desarrollamos las primeras habilidades cognitivas, y podemos estimular y ampliar este extraordinario recurso.
Para comprender cómo funciona la creatividad, es necesario meterse dentro de las actividades de los hemisferios cerebrales. El izquierdo, usualmente caracterizado por lo racional, y el derecho, más emocional. Entre ambos se tienden puentes, se hace sinapsis neuronal y se producen resultados que surgen de la combinación asociando un pensamiento espontáneo (el que naturalmente surge en primera instancia), un aporte cognitivo (el conocimiento que se tiene acerca de algo) y la forma en que se recupera la información (memoria semántica).
De esta articulación surge lo que llamamos pensamiento creativo, que es el que caracteriza a las personas que han desarrollado y manifiestan un espíritu creativo en cualquier sentido de aplicación práctica.
Paso a paso del proceso
Generalmente cuando se busca una visión creativa acerca de algo (como redactar una pieza de comunicación ingeniosa, inventar, crear un personaje, rodar un video, decorar, cocinar algo nuevo, imaginar el nuevo uso de un objeto cotidiano), se da una secuencia que ayuda a entender cómo funciona el cerebro.
Lo que primero aparece es el pensamiento espontáneo. Ante el problema o tema a abordar, consciente o inconscientemente nos planteamos cómo abordarlo. Si no logramos hacerlo, funciona muy bien dejarlo “en modo espera”, y esperar que surja el estímulo inicial. Hay unas ondas cerebrales llamadas gamma, de alta frecuencia que provocan una gran actividad cerebral. Se incrementa el flujo de sangre en la zona del lóbulo temporal derecho (actúa para ayudar a que asociemos experiencias, historias, ideas que ya teníamos en algún lugar, como las analogías y las metáforas, o un cuento que nos hicieron alguna vez y que se emparenta de alguna forma con el tema que nos ocupa). Un instante antes de que se produzca el “eureka” (ese instante de creatividad donde se nos revela todo con mayor claridad), se activa una actividad de ondas alfa (asociada con la relajación, el estado de fluir, como si flotáramos).
Para continuar está el tema del control cognitivo vinculado con el tema de la atención no centrada. En el proceso de creatividad, hay instantes de atención que dejan fugar cierta información relevante, ya que, instantáneamente, se la analiza inconscientemente como no relevante para el tema. Sin embargo, en los procesos creativos se aprecia mucho la diversidad de muchos estímulos distintos que son los que muchas veces disparan las ideas. Es este rasgo el que hace que muchas personas no puedan pensarse como “creativos” puesto que este proceso, como vemos, implica cambiar la forma de pensar preconcebida que todos tenemos. La atención no centrada permite una dispersión de este flujo para que aparezca la confluencia de algo que tenga cierto sentido para lo que buscamos resolver o encauzar creativamente.
Tercero, y no menos relevante, la memoria semántica recupera información y experiencias. Todos tenemos distinto tipo de memorias: corto plazo, largo plazo; memoria automática -como el andar en bicicleta-, o consciente -cuando queremos recordar algo específicamente y lo traemos a la mente-; y la emocional -lo que nos produce algo en particular, aunque haya sucedido hace muchísimos años-. A veces, estos tipos de memoria se mezclan, como en el caso cuando lees una carta cargada de emociones para ti y se te pasa el tiempo sin darte cuenta.
La memoria semántica recupera conocimientos generales; y la memoria autobiográfica/episódica, las experiencias y los hechos de nuestra vida.
El proceso de creatividad acude al llamado de todos los tipos de memoria; conecta la información; la redimensiona; la formatea, y la trae presente para conectarla con la experiencia que deseamos crear en lo concreto, o como una idea abstracta. Es en todas estas dimensiones que procesa y actúa el cerebro de las personas creativas. Y todos lo somos, si nos disponemos a ejercitarlo permanentemente.