Hay que poner atención en lo que uno atiende. Muchas veces se pone la atención en lo aparente y no en lo importante. Cómo decía Pasteur el azar sólo favorece a las mentes preparadas.
La concentración se complica cada vez más porque vivimos en un mundo conectado y lleno de estímulos. La tendencia es evitarlos y eso lleva a poner la mente en piloto automático. La paradoja es que de eso modo nos cerramos a ver las oportunidades que siempre aparecen.
Hace 2000 años un filósofo zen llevó a un alumno a una casa pobre para darle una lección. La gente no tenía nada y el techo se caía, pero una vaca les daba leche y vivían de eso, canjeando el excedente por alimentos en el pueblo. El maestro le pidió al discípulo que tirara la vaca por un acantilado. El alumno lo hizo pero no entendió el mensaje. Al año volvieron. Todos estaban felices y los chicos jugaban en el jardín ¿Qué había pasado? Tras la muerte de la vaca, tuvieron que hallar el modo de sobrevivir. Eso los llevó al bosque, donde encontraron frutas para vender; y pudieron comprar herramientas con las que empezaron a arar sus campos.
La historia ilustra el desafío actual: De eso se trata, de ver como las personas, la sociedad y las empresas, deben poner la atención a que vacas están atados y a cómo sacarlas de sus vidas.
Economía de la atención
El multitasking o hacer varias cosas a la vez es tan solo una creencia. Estamos viviendo en una economía que compite activamente por captar nuestra atención. Cada vez se nos ofrecen mayores contenidos, información gratuita, y los que que están del lado de la demanda, tienen los problemas de siempre y el día sigue teniendo 24 horas para resolverlos.
Lo cierto es que el cerebro humano solo puede hacer una cosa a la vez a cada instante. Si se cambia de tarea, el cerebro debe apagarla y encender la nueva. El tema es que prender y apagar consume energía, cansa y genera la sensación del burnout o cerebro quemado. La economía de la atención establece nuevos desafíos para quien quiere ser escuchado y considerado por otros. Para captar la atención hay que tener paciencia: se necesita para poder escuchar y entender lo que le preocupa al otro, antes de mandarle un mensaje. El segundo don es ser oportuno. Para eso hay que desarrollar la habilidad de ver lo que otros no pueden. Cuando la manzana cayó en la cabeza de Newton, él la vio como una oportunidad que lo llevó a descubrir la ley de gravedad. Para motivar la atención hay que saber elegir las palabras apropiadas para sorprender al interlocutor sin ponerlo incómodo; la clave es descolocarlo sutilmente para hacerlo pensar.
El lugar de la demanda
El que consume información suele estar rodeado de pantallas con acceso a Internet, su cerebro es propenso a estar distraído el 47% del tiempo.
Para calcular cómo afectan las distracciones: si un libro tiene 220 páginas y se pueden leer 110 por día, ¿cuánto se tardaría en leer el libro? Respuesta: un fin de semana.
Pero la realidad es que se tardan tres semanas por el efecto de las distracciones. Porque cada vez que uno intenta sentarse a leer, se siente atraídao en otra dirección, casi siempre hacia el celular: Instagram, correo electrónico, Internet, Facebook , WhatsApp ; en ocasiones simplemente el dedo se desliza por la pantalla sin ningún objetivo. Otro problema es que cuando se comienza a leer la mente es invadida por ideas parásitas que la sacan de foco y al volver al texto ni siquiera se sabe dónde se estaba leyendo y se precisa leer de nuevo todo desde el principio.
Como la capacidad de concentración es limitada hay que aprender a administrar el “espacio de atención». Resulta que la memoria operativa es demasiado pequeña y solo puede recordar 7 cosas a la vez. Por eso los teléfonos tienen 7 dígitos, si se recibe un número se lo puede recordar, pero si se presentan dos, simultáneamente, no se puede recordar ninguno.
Cuando una tarea es compleja esa cifra se reduce. El problema es que el cerebro es propenso a la distracción: la mente es vagabunda por naturaleza. Sentado frente a una computadora, aparece una inagotable fuente de novedades, por lo general se trabajan solamente veinte segundos antes de distraerse o ser interrumpido. En consecuencia, el espacio de atención se llena constantemente, lo cual desacelera el ritmo de trabajo.
Concentración activa y concentración pasiva
Lo que hay que hacer para combatir la distracción es lograr que el entorno sea más propicio para la concentración. El principal ladrón de tiempo es uno mismo cuando perpetúa las distracciones más graves, como no resolver las preocupaciones y los problemas que molestan y que siempre están pendientes, y los malos hábitos, como las constantes consultas al teléfono celular.
El estado el estado de flujo es el estado activo en el que se dedica toda la atención a una tarea compleja, y la dispersión creativa es el estado mental opuesto en que el cerebro, de forma intencional, vaga para relacionar las ideas, planear el futuro y recargarse.
Mientras que el estado de flujo es la clave para la productividad, la dispersión creativa fomenta la generación de ideas. Es necesario optimizar la agenda, establecer prioridades y reducir las interrupciones. Existe un método para gestionar el tiempo basado en que el cerebro está diseñado para tener ideas y no para retenerlas. Las ideas vuelan y se las lleva el viento.
Hay muchos «circuitos abiertos» pensamientos, tareas o proyectos inconclusos, y ellos carcomen la atención. Cuando se anotan las tareas, proyectos y otros compromisos, uno es capaz de dejar de pensar en ellos y concentrarte en el resto del trabajo. Esto se debe a que no se dejan librados a la memoria, que también es débil por naturaleza.
Una vez que se guardan los pensamientos que distraen, también conviene modificar el entorno y los malos hábitos con el fin de reducir y anticiparse a las distracciones, como poner el teléfono celular en modo avión o bloquear los sitios en los que se suele perder el tiempo.
Pero cuando se trata de resolver problemas es útil dejar que la mente divague: es ahí donde juega la dispersión creativa. Cuando la intención es concentrarse, soñar despierto acaba con la productividad. Soñar despierto tiene una potencia increíble para resolver problemas, pero hay que respetar los tiempos en la agenda personal.
Todo cerebro debe poder crear su fábrica de ideas y relaciones productivas.
Tener un propósito
Hay lugares a los que la mente podría viajar si le permitieras hacer lo que quiera, rumiar las tonterías, fantasear acerca de lo bien que uno se sentiría si se le hubiera ocurrido una respuesta ingeniosa, y también insistir en preocupaciones laborales y económicas.
La mente está dispuesta a inclinarse hacia la dispersión, hay que usar esta tendencia estratégicamente. Al llenar el espacio de atención con pensamientos persistentes y no prioritarios, se deja poco espacio para la concentración profunda. Saber que el cerebro sólo puede procesar una tarea compleja a la vez elimina la presión de manejar múltiples tareas y llenar cada momento con todo lo que sea posible. Para mejorar hay que visualizar el espacio de atención. Los pensamientos empiezan a sentirse más maleables. Escribir las distracciones persistentes y circuitos abiertos, los saca de la cancha y ya pueden distraer.
Hay que aprender a estar más en contacto con uno mismo y a detener a la mente cuando divaga. Saber cómo funciona el cerebro elimina la presión de manejar múltiples tareas y de llenar cada momento con todo lo que sea posible. Eliminar muchas aplicaciones en las redes sociales y poner el teléfono en ausente durante horas, evita tentarse con revisarlo a cada rato.
A prestar atención
Sin prestar atención lo que pasa no ingresa al cerebro. Sin aprender a prestar atención no hay memoria, ni creatividad. El conocimiento nos enriquece, nos hace dueños de lo que aprendemos: «aprehendere» significa agarrar. Para agarrar con todo debemos combinar el intelecto, las emociones, la voluntad, y el cuerpo. El intelecto recibe el saber, lo elabora y lo retiene. Las emociones producen el interés y el entusiasmo. La voluntad es el querer, la motivación le da la fuerza y la decisión perseverancia. El cuerpo requiere que los músculos lo soporten y que la respiración lo alimente llevando la sangre a todas las células.
No basta con aprender a prestar atención
La ambivalencia provoca resultados intermedios entre la perfección y el fracaso. A las buenas ideas se oponen las obsesivas y parásitas, a las emociones positivas las negativas, a la voluntad razonable el querer exagerado, a los músculos en equilibrio los excesos, a la respiración, profunda y reparadora, la ligera o agitada.
La realidad siempre está ahí, lo que vale es la percepción. Prestar atención significa dirigirse y extenderse hacia algo. Es el momento en el cual el pensamiento se hace percepción. Implica una disposición física y mental para elegir entre los múltiples estímulos internos y externos.
Aprender a concentrarse
La atención comienza con adaptarse a la tarea, sigue con el precalentamiento, la prefatiga y la fatiga. Lo adecuado es interrumpir antes. Para disminuir las distracciones la tarea debe estar al alcance intelectual e impedir la invasión por preocupaciones excesivas o pasiones desenfrenadas. Para mejorar la capacidad reflexiva hay que relacionar el hecho con el objetivo buscado, la causa con el efecto, lo accesorio con lo principal.
Para lograr precisión conviene dominar métodos, como los de lectura veloz y técnicas de estudio. Para recordar es imprescindible la concentración, no se puede recordar lo que no se ha observado. Hay que utilizar el órgano sensorial predominante y combinar creativamente los sentidos, incluyendo el dibujo de las ideas, la escritura del diagrama y la asociación de las imágenes. La asociación lógica vincula a la memoria con el razonamiento. Repasar mentalmente el texto sin mirarlo – la repetición activa- disminuye los olvidos.
Los afectos
El interés es el factor emocional de la atención, es el primer paso. El segundo es el entusiasmo. Se consiguen enriqueciendo, encendiendo y transformando al estímulo elegido con luces, colores, sonidos, movimientos, variaciones y contrastes. Hay que asociar a los hemisferios cerebrales: el derecho aporta las ideas y las imágenes, el izquierdo construye el relato que las coordina, generando la película mental. Al impacto sensorial el intelecto lo completa con imágenes claras y brillantes, razones contundentes, síntesis precisas, solución de las incógnitas. Para motivar a la voluntad se necesitan buenos métodos, la agradable presentación del material al cerebro, que se remarque lo útil, noble y necesario de la tarea.
Es propio de la emoción positiva apartar lo que interfiera con su realización, por lo que conectar la tarea con el ideal y hacer lo que a uno le gusta, produce la concentración automática.
La acción
El que tiene un porque puede superar cualquier cómo. El poder es el querer con eficacia que relaciona el deseo con la acción. Cuando la voluntad no la dirige, la atención es conducida por el pasado, el medio ambiente o por terceros.
Cuándo alguien se confunde debe guiarlo una pregunta ¿qué es lo importante? De esta manera, se restituye el propósito y la autodeterminación. Cuando la atención se atasca, el truco es situarla en el objetivo. Hay que alinear el foco de atención con la asignación de importancia.
Querer es la palabra más usada. Pero el querer eficaz implica:
1) Superar la abstracción con una formulación concreta de los fines y los medios.
2) Salir del quisiera enamorándose de la idea, transmitiéndole el calor de la pasión, porque a idea clara, emoción potente. Puede el que cree que puede.
3) Motivar el querer rodeándolo de posibilidades concretas y de objetivos atractivos.
4) Sincerar el querer observando si se quiere de verdad, sin autoengaños.
5) Ejecutar la decisión con eficiencia y controlar los resultados.
Se potencia el rendimiento de la concentración combinando la visualización creativa del objetivo, con fórmulas verbales precisas y con la claridad y sinceridad de las motivaciones.
Hay que poner atención en lo que uno atiende. Muchas veces se pone la atención en lo aparente y no en lo importante. Cómo decía Pasteur el azar sólo favorece a las mentes preparadas.