por Daniel Colombo
Hay una creencia que dice que, de jóvenes, se aprende más rápido. Sin embargo, la teoría de William Glasser, psiquiatra estadounidense de renombre mundial y experto en educación, en cierto modo pone en discusión esa afirmación, ya que, si se lo hace apropiadamente, prácticamente todas las personas podemos aprender continuamente hasta el último día de nuestras vidas.
Esto se debe a que nuestro cerebro tiene una enorme capacidad cognitiva y de flexibilidad para adquirir nuevos conocimientos, siempre y cuando trabajemos en estimularlo y desarrollarlo convenientemente.
La pirámide del aprendizaje
William Glasser nos legó una herramienta sencilla, donde es posible observar el nivel de impacto que puede tener un proceso de aprendizaje.
Según el autor, aprendemos:
- El 10 % de lo que leemos.
- El 20 % de lo que oímos
- El 30 % de lo que vemos
- El 50 % de lo que vemos y oímos.
- El 70 % de lo que discutimos con otras personas, incluyendo el preguntar, parafrasear, repetir, hablar, enumerar, reproducir, debatir, recordar, ejemplificar.
- El 80 % de lo que hacemos: escribir, narrar, interpretar, expresar, revisar, identificar, comunicar, practicar, predecir, crear, organizar, analizar, diferenciar, examinar, verificar, catalogar, interrogar.
- El 95 % de lo que enseñamos a otras personas: compartir, explicar, resumir, dibujar, clasificar, estructurar, ilustrar, elaborar, diseñar, probar, experimentar, utilizar metáforas y analogías.
Sugiero a los responsables de capacitación que puedan tomar en cuenta estos recursos.
5 tips para mejorar los procesos de aprendizaje
Pensando en individuos y en organizaciones, aquí van estos cinco tips para llevar a la práctica los aprendizajes y obtener mejores resultados de más del 70% según la escala de Glasser:
1. Detectar la mejor forma de acuerdo con la persona y los grupos de interés
Según el tipo de actividad y roles, es conveniente relevar de qué forma es más conveniente iniciar un programa de capacitaciones.
Puede ser que en algún caso se requiera una estructura más formal, como lecturas y clases ilustradas; aunque en otros quizás convenga bajar a la práctica permanentemente.
En cualquier caso, salir del conocimiento enciclopédico (tan afianzado en esta cultura) y transformarlo en algo eminentemente experiencial traerá siempre un mejor resultado.
2. Aprendizaje vivencial
Por mi experiencia, sugiero que cada entrenamiento contenga una mínima parte de teoría, y se afiance con la práctica, todo en pequeños tramos. Recordemos que el nivel de atención actual en formaciones fluctúa cada 3 minutos aproximadamente en formato presencial, y cada 2 minutos en la virtualidad.
De esta forma las personas incorporan conocimiento intelectual, y luego lo vivencian con su cuerpo, mente y emociones.
Para esto, los profesores, docentes, maestros y facilitadores necesitan tener el entrenamiento apropiado para diseñar e implementar dinámicas que permitan esta asimilación que va mucho más allá que el recordar datos e información.
3. Determinar el ritmo de aprendizaje
No todas las personas hacemos procesos a la misma velocidad. Si se trabaja en grupos, es indispensable acompasar -ir al compás- del ritmo individual, a la vez que se lo acopla con la dinámica del resto de las personas.
Una técnica que me ha funcionado es establecer lo que llamo “momentos de confluencia”, donde se pone en pausa el fluir de los contenidos diseñados, y se realizan puestas en común vivenciales -conversaciones, juegos, dinámicas, desafíos-, donde cada uno comparte desde su experiencia, sin importar que todos vayan “a la misma marcha”.
4. Revisar los temas e intereses
El estímulo de la curiosidad es esencial para las nuevas formas de aprendizaje. Si no existen motivaciones lo suficientemente fuertes en cada persona es probable que se los pierda del enfoque necesario para que se produzca el aprendizaje.
Sugiero chequear permanentemente qué tanto se está llegando a la totalidad de las personas, y cuáles son los canales predominantes en cada una, para saber de qué forma entregar los diseños de aprendizaje.
5. Abrirse a la disrupción
Es necesario animarse a nuevos formatos, recursos, tecnología, experiencias, conversaciones incómodas y que incluso, abran el espacio para la vulnerabilidad del “no sé” de los formadores y capacitadores. Esta experiencia enriquece la humanidad y genera puentes de cercanía con las personas guiadas en su aprendizaje.