por Daniel Colombo*
Este rasgo cultural que obedece a creencias arraigadas que se han convertido en paradigmas limitantes de las personas. En la cultura norteamericana, por ejemplo, el paquete de sueldo y beneficios es algo público, se conversa, todo el mundo sabe a qué atenerse, al igual que los precios de los productos y los honorarios por servicios intangibles que son fijados claramente desde el comienzo.
Todo se debe a la falta de educación financiera desde la infancia.
De hecho, el miedo al dinero tiene un nombre: crometofobia, la fobia irracional a relacionarse con la plata. En este caso es necesaria la intervención de un profesional de salud mental.
- Abundancia y riqueza no son lo mismo
Si bien generalmente se complementan, hay una distinción entre ser creadores de abundancia versus de riqueza. La riqueza es más amplia: es generativa, mientras que la abundancia es bastante general, poco específica, por ejemplo, cuando alguien dice «deseo abundancia para mí y para los demás»: desde un punto de vista del «deseo» esto está excelente; sin embargo, es poco precisa en cuanto qué significa abundancia (tener mucho de algo). En cambio, la riqueza es contributiva; se la entiende como «tener mucho de aquello que puede cambiar tu vida sustancialmente».
La inhabilidad cultural que nos inculcan en la familia y en la escuela para manejar las finanzas personales, no alienta una cultura donde hablar de dinero sea natural. Es un tema tabú, y, hoy, es más tabú que hablar de sexo.
Por ejemplo, en la Ley de Educación Emocional (que estamos promoviendo en Argentina; es un proyecto creado por el educador Lucas Malaisi), se incluye la enseñanza de finanzas personales desde el jardín de infantes en adelante, como una de las dimensiones a abordar para tener inteligencia para decidir y generar también en este campo.
- Frases que debilitan la relación con el dinero
La famosa frase familiar «¡De dinero aquí no se habla!» o “Es de mal gusto hablar de dinero en la mesa” se traslada luego al mundo laboral, donde las empresas ocultan los salarios previstos a pagar a los candidatos a un puesto, y las personas, a su vez, no se animan a preguntar cuál es el salario que percibirán. Mucho menos se habla de los aumentos proyectados, ni se transparentan los números en la inmensa mayoría de las organizaciones.
Con referencia al sueldo, específicamente, es algo que produce miedo. El miedo es una emoción que se manifiesta de distintas maneras: minimizando («No trabajo por dinero», «es mi pasión»); exagerando («aunque no me pagaran nada igual trabajaría aquí»); sintiendo resentimiento («yo merezco más que tal otra persona»); culpa («no estoy preparado para merecer un sueldo así), y tantas más.
- 10 creencias limitantes sobre el dinero
Si bien la lista es más extensa que las aquí incluidas -a veces reforzadas «inocentemente» por los dichos populares, por ejemplo-, estas son 10 de las creencias generalizadas que limitan la posibilidad de llegada de dinero a tu vida.
Es necesario tener en cuenta que puede haber muchas más creencias que imposibiliten tu acceso a esta fuente intercambio de energía que se utiliza en el mundo.
La buena noticia es que, así como hay personas que se hicieron desde la miseria y hoy tienen grandes imperios, negocios y proyectos muy prósperos, es posible cambiar de raíz estas creencias, si te comprometes a consciencia. Puede ser un proceso lento y gradual, donde irás trabajando una por una, antes de pasar a la siguiente: no es posible desactivar toda una cadena de creencias de golpe, de un día para otro. Quizás quieras buscar ayuda en un entrenador o un psicólogo para superar este tema que, en muchos casos, se transforma en patología.
¿Cómo cambiar? Una creencia se cambia por otra creencia de signo opuesto y positiva. Como siempre, el éxito depende exclusivamente de ti (no de lo externo) y de tu compromiso y convicción por querer cambiar. El proceso es lento y paulatino.
Estas son diez de las más populares creencias limitantes sobre el dinero:
1) El dinero es malo/sucio. Esta frase se escucha hasta el hartazgo desde niños, sobre todo cuando el dinero es escaso o provienes de familias pobres o vulnerables. Funciona sobre una lógica equivocada, ya que el dinero, en sí mismo, no es ni malo ni sucio; lo que puede distorsionar su uso, es lo que hacen las personas en sí.
2) Si tienes dinero, algo malo debes haber hecho. Se asocia con la deshonestidad y la poca honra; y se ha reforzado inconscientemente con aquella frase letal de “pobre, pero honrado”.
3) El dinero es solo para gente rica. Si bien es cierto que el dinero es un imán, porque cuanto más tienes, más te llega, hay millones y millones de ejemplos en el mundo de personas que partieron de la más absoluta pobreza y están entre los más ricos del mundo. Incluso personas sin ningún tipo de instrucción o conocimientos han creado imperios. Busca sus biografías, estúdialas, aprende acerca de cómo lo lograron, y verás que no fue de la noche a la mañana.
4) El dinero sólo trae problemas. Otra creencia muy reiterada, ya que presupone que cuanto más tienes, más inconvenientes atraerás a tu vida. Es una victimización de quienes eligen no arriesgarse ni tomar la abundancia que siempre está presente, aunque tus creencias limitantes no permiten que la veas ni disfrutes.
5) No mereces tanto dinero. Aquí entra en juego un componente emocional muy fuerte, que es el sentido de merecimiento. Si has vivido muchas privaciones económicas en la vida, y tus padres han sido pobres, es posible que debas considerar que ya eres adulto y tienes la responsabilidad de tu vida. ¿O vas a seguir viviendo -también en este aspecto- una vida de limitaciones replicando lo que ellos hicieron? Si lo has padecido, quiere decir que no te gustaba; puede ser que te hayas acostumbrado. El cambio es interno y empieza por ti, no por lo externo.
6) A mis padres les costaba ganar dinero; por eso, a mí también. Otra de víctima, que lo único que quieren es poner afuera lo que debe estar dentro: tu responsabilidad personal.
7) No hay suficiente para todos. Uno de los grandes problemas del mundo (y te incluye) es que el mundo es muy abundante: lo que falla es la distribución de riqueza. Si te quedas esperando que venga alguien a darte tu porción, seguirás pobre toda tu vida. Es preferible que la generes por ti mismo, con tu esfuerzo, y que la conquistes paso a paso.
Un ejemplo concreto: alguien en extrema pobreza siente que está agotado de esa situación, decide pensar y crea algo genial. Empieza a ponerlo en marcha y obtiene un pequeño ingreso; y lo va multiplicando hasta hacer grande su proyecto. Como verás, “abre” y “toma” la oportunidad con su fuerza de voluntad y persistencia a partir de una situación individual que eligió cambiar para siempre.
8) Soy pobre, y así moriré. En términos de transformación personal, esto se llama “decretar”. Es como si alguien superior, que en realidad eres tu mismo, emite un dictamen de que tu vida será siempre así. ¿Adivina qué es lo que obtendrás a cambio?
9) Si tengo dinero, soy mala persona. Así como hay personas ricas sumamente corruptas, y personas pobres igualmente indeseables; lo mismo sucede a la inversa. En todos los tipos de personas del mundo hay actitudes buenas y de las otras. Entonces, debes elegir de qué lado estar y cómo quieres permitir que la abundancia entre a tu vida. La riqueza es algo que tú mismo puedes generar; es infinita, como, por ejemplo, el amor. Cuantas más entregas, más sientes, más recibes.
10) El dinero no hace la felicidad. Esta es otra de las grandes excusas que las personas pobres eligen para victimizarse, y echarle la culpa al gobierno, al sistema, a su familia, a sus antepasados ricos que no lo heredaron, etcétera. La felicidad es una conquista interna que nada tiene que ver con el dinero: es un proceso individual; por eso hay personas ricas sumamente felices y plenas; y pobres sumamente infelices. Y todo lo contrario. No te creas estos paradigmas: anímate a desafiarlos y cambiarlos, si es lo que quieres.
8 técnicas para perder el miedo a hablar de dinero
Técnica 1: Acostumbrarse a tener conversaciones sobre el dinero.
Hablar en el ámbito del trabajo del sueldo, de beneficios, de bonos por rendimiento, y pedir las ofertas por escrito, e incluso sugerir mejoras en base a la productividad, son prácticas de muchas empresas que están evolucionando hacia nuevos modelos de negocios. Lo mismo con los clientes cuando ofreces tus productos y servicios, necesitas que esta conversación sea natural y no forzada, y que tenga ciertos plazos de revisión para que ambas partes estén lo más satisfechas posible.
Técnica 2: Introducir el dinero y la riqueza en las conversaciones con amigos.
Así como se conversan temas íntimos, muchas personas relegan la charla sobre lo que ganan o sus inversiones o el manejo del dinero a muy contadas personas. El empezar a hablarlo más abiertamente hará, incluso, que puedas conocer otras perspectivas distintas a tu modelo mental, lo que te permitirá contrastar situaciones salariales. La sugerencia es hacerlo con un grupo selecto para mantenerlo en un círculo íntimo, e indagar internamente cómo te sientes desde las emociones mientras lo haces.
Técnica 3: En el trabajo, evitar ligar el aumento de sueldo a la necesidad.
Se trata de un error muy frecuente. Muchas personas piensan que el sueldo debe cubrir la necesidad de una persona, y no es así. Por ejemplo, expresar “Necesito un aumento porque no me alcanza” indica que estás reafirmando o declarando tu patrón de carencia, en vez de generar riqueza.
El sueldo es el que ha dispuesto la empresa y el empleado aceptado. Forma parte del contrato entre ambas partes. Cuando alguien va a pedir un aumento de sueldo diciendo “no me alcanza para pagar la renta de mi vivienda”, realmente no es un motivo válido para cualquier tipo de organización, puesto que se rige por otro tipo de parámetros.
La herramienta que puede ayudar, si sientes que estás retrasado en el salario, es expresarlo con algo de este estilo: “Quiero tener una conversación contigo acerca de mi sueldo. Quisiera saber qué puedo mejorar aún más en mi desempeño, productividad y rendimiento para la empresa, para acceder a un aumento de salario. ¿Podríamos conversar sobre esto?”. Es completamente distinto.
Técnica 4: Establecer al inicio del trabajo cada cuánto se hablará del sueldo, y agendarlo.
Como es una conversación de las que llamamos “difíciles”, es importante pre-acordarlo para ir preparando el terreno.
Técnica 5: Buscar el momento apropiado y crear el entorno.
Por ejemplo, en plena pandemia del coronavirus conozco casos de empleados que fueron a quejarse por su sueldo -sin ser profesiones esenciales ni exigidos, es más, estaban con actividades temporalmente canceladas-. Algo totalmente fuera del contexto que se vivía en ese momento.
Para hablar del sueldo con tus superiores o el área de recursos humanos es importante anticiparse, preparar internamente la conversación, saber qué se tiene para ofrecer (o se viene logrando en concreto, no en abstracto, respecto a logros laborales superadores, cifras medibles, aportes concretos al equipo de trabajo), para, luego, hablar del tema salarial.
Técnica 6: Para las empresas: políticas salariales transparentes
En empresas recomiendo que la política salarial sea transparente, se publique, y que todos los empleados conozcan la dinámica de aumentos, negociaciones, situaciones especiales que se pueden o no contemplar. Esto hará mucho más clara la situación tanto para la empresa como para el equipo.
Técnica 7: Evita la comparación: focalízate en el valor que agregas
Tanto en el desempeño como empleado, como cuando ofreces servicios y productos, cuidado con la excesiva comparación con los demás como argumento para plantear tus temas, o fijar tus honorarios. Es un comportamiento muy frecuente y enraizado en la cultura latina. Lo que sucede es que, sencillamente, en la comparación casi siempre se pierde. La intención es que focalices en el agregado de valor que das a tu mercado o empleador.
Técnica 8. Cuidado con el efecto Dunning-Kruger
La psicología ha comprobado que las personas que están menos preparadas tienden a sobreestimar sus logros, y les parece que dan mucho más de lo que realmente entregan con su labor; mientras que los más preparados sufren de algo parecido al Síndrome del Impostor -es decir, tienen la vara demasiado alta consigo mismos, y sienten que quizás no merecen tanto-. A esto la psicología le llama Efecto Dunning-Kruger.
Para finalizar, y con referencia al merecimiento, es todo un tema al hablar del sueldo; por eso hay algunas empresas que han empezado a implementar experiencias donde el empleado es el que fija el parámetro de lo que le parece correcto.
En mi carrera como coach empresarial tengo la experiencia de trabajar con algunas compañías donde todos conocen las cifras abiertamente. Cuando se lleva adelante esta política en forma correcta, permite que se involucren mucho más en el negocio, aumenta la motivación y la consciencia sobre el negocio, y se logra que el equipo “se ponga la camiseta”.