Seguramente muchos futbolistas jugarían gratis un Mundial. Sin embargo, las primas por objetivos son cada vez más suculentas. Una Copa del Mundo, el acontecimiento deportivo más universal y televisivo del planeta (la final de Corea y Japón de 2002 prácticamente duplicó en audiencia a la ceremonia de inauguración de los JJ.OO. de Atenas 2004), es, por encima de todo, un gigantesco negocio. Las cifras que mueve sólo en derechos de imagen e ingresos directos por la venta de entradas son astronómicas. Por eso, la FIFA puede permitirse el lujo de repartir parte de esas multimillonarias ganancias entre las selecciones que forman el circo futbolístico. En Alemania, los 32 países representados se repartirán un total de 215 millones de euros (¡35.772 millones de las antiguas pesetas!). El campeón del mundo tendrá un premio de 15,6 millones de euros y el finalista, 14,6 millones. Sabiendo que las federaciones nacionales también se hacen millonarias tomando parte del Mundial, es normal y obvio que los futbolistas igualmente deseen un pedazo del pastel.
La selección española es la que tiene la prima más alta por el título: 540.000 euros por cabeza. La segunda selección que mejor pagará el triunfo será la de Inglaterra, con 438.000 euros pactados. Italia le va a la zaga. Atrás, a bastante distancia, vienen las dos selecciones que, a priori, deberían estar en la final, a imagen y semejanza de Corea y Japón: la anfitriona Alemania y la defensora del título, Brasil. Los jugadores alemanes y brasileños han pactado con sus respectivos directivos 300.000 euros para cada jugador. Esta cifra, en el caso de los sudamericanos, es prácticamente la misma que hace cuatro años cuando ganaron en el continente asiático.
Todo parece indicar que los jugadores brasileños no percibirían ninguna prima si, como mínimo, no accedieran a semifinales. En Brasil estaría mal visto que el hipotético fracaso de la “seleçao” tuviera recompensa económica, por mínima que fuera.