Emprender a veces es desafiar a una crisis buscando alternativas para contribuir al cambio. Es indagar al contexto y a las circunstancias acerca de las necesidades actuales de una población. Es detenerse en la baldosa suelta y advertir que alrededor existen variantes firmes. Que el camino puede ser mejor dando un paso hacia delante. Emprender es contribuir a una mejor calidad de vida global, superándose. Es poner a prueba un negocio, a partir de la puesta en práctica de una inteligencia custodiada por la honestidad. Es adelantarse, girar, y ver lejana la baldosa suelta de la crisis
Era el año 1928. La población crecía, Buenos Aires comenzaba a tener problemas con el sistema del transporte que era brindado por tranvías, subtes, ómnibus que recorrían grandes distancias, y los taxis. Éstos últimos ofrecían un buen servicio, pero los costos del viaje eran elevados, por lo que los choferes solían circular por las arterias céntricas sin levantar pasajeros. Esta circunstancia motivó la congregación de un grupo de taxistas: Manuel Rosendo Pazos (el argentino a quien se atribuye la iniciativa del emprendimiento), José García Gálvez, Pedro Echegaray, Felipe Quintana, Lorenzo Forte, Rogelio Fernández y Aristóbulo Bianchetti, entre otros, quienes reunidos en el café “La Montaña” (un local ya desaparecido ubicado en Avenida Rivadavia y Carrasco), ultimaron los detalles de la puesta en funcionamiento del nuevo servicio público: el auto-colectivo. La experiencia de algunos de ellos sirvió para iniciar el proyecto: los fines de semana salían desde puntos clave de la ciudad transportando en sus taxis a unas seis personas, a quienes se les cobraba un monto sustancialmente menor al que se cobraba en los viajes individuales. Pese a la resistencia inicial de la Municipalidad, que prohibía el uso colectivo de taxis, el 25 de septiembre de 1928, el primer autocolectivo unió “vacío” Primera Junta con Rivadavia y Lacarra, pero regresó con varios pasajeros que se predispusieron a compartir el viaje. Durante las tres semanas posteriores ciento ochenta dueños de coches se fusionaron a través de una empresa a la que denominaron “Primera”. En 1930, con el gobierno de Uriburu, se logró la reglamentación mediante una ordenanza del funcionamiento del servicio. Sin embargo, la presión ejercida por los sectores ferroviario y tranviario era enorme por lo que tiempo después, en coincidencia con los acontecimientos políticos (Pacto Roca-Runciman), surgió la idea de expropiar los colectivos y crear una empresa que agrupara a todas las líneas y racionalizara los servicios. En 1931 comenzó a circular la primera versión del colectivo como se conoce hoy en día.
Un encuentro en un café porteño, un grupo de taxistas buscándole una vuelta a la inestabilidad de su trabajo, una idea en una servilleta de papel. Un invento que recorre el mundo entero.
* Gisela Mancuso. Abogada. Ganadora de numerosos concursos literarios