Hace diez años apenas se utilizaba la palabra emprendedor. Todo lo que había eran autónomos y empresarios. Sin embargo el uso del término emprendedor se ha generalizado en los últimos años y está en boca de todos: políticos, medios de comunicación, instituciones, grandes empresas… Se pregunta Ignacio Escolar en su blog si estamos ante un caso de sinonimia o si realmente existen diferencias sustanciales entre un emprendedor, un autónomo y un empresario. .
Si partimos de la definición que la Wikipedia ofrece cuando consultamos el signfificado del término emprendedor, obtenemos como respuesta que «Un emprendedor es aquella persona que enfrenta con resolución acciones difíciles y en economía tiene el sentido más específico de ser aquel individuo que está dispuesto a asumir un riesgo económico».
La definición se extiende comentando que son personas que «identifican una oportunidad» y «organiza los recursos necesarios para ponerla en marcha» para terminar concluyendo que emprendedor es la «persona que crea una empresa» y que «ser emprendedor es una de las cualidades de un empresario».
Hasta aquí como podemos constatar hablamos de generalidades que aunque nos ofrecen una idea difusa de lo que es el emprendedor, no nos ayudan a discernir si existe o no una diferencia con respecto al empresario puesto todo lo que se ha dicho hasta ahora, es fácilmente asumible en ambos casos.
Una aproximación que nos puede ayudar a esclarecer la cuestión la encontramos en el libro de emprendimiento «Mi primer negocio». Se afirma que mientras que el empresario es aquel que «intenta hacer» y «hace» negocios con el objetivo casi exclusivo de obtener un retorno económico por su actividad, el emprendedor no sólo busca el premio económico sino que en un sentido más amplio, «busca satisfacer desafíos personales o sociales». Es decir mientras que el empresario dirige una empresa, el emprendedor «vive un sueño».
La idea de que emprender es una decisión vital mientras que el ser empresario es exclusivamente una actividad económica se repite con frecuencia en muchos libros de management. Enrique Navarro por ejemplo explica en su blog que «el emprendedor es una persona que vive feliz en un estado de incertidumbre permanente, con la cabeza en las estrellas pero con los pies en el suelo; un soñador con los ojos abiertos que no deja de tener fe en su visión incluso en las peores situaciones».
El mismo autor comenta a continuación que en cambio el empresario tiene «metas más prácticas, menos emocionales» ya que lo que busca es administrar una empresa en un clima de tranquilidad y seguridad. Emprendedores conocidos en España como Carlos Blanco añaden a esta idea que «el empresario suele enfrentarse a riesgos bastante controlados, le gustan los negocios seguros. Pero esto también hace que el empresario pueda ser un mejor gestor para su empresa que un emprendedor».
Siguiendo las definiciones anteriores, no resulta tan claro situar al autónomo en este mapa. Dependiendo del negocio y de la forma en que afronte dicho negocio, la figura del autónomo podría encajar en amnas dicotomías: la del emprendedor que persigue un sueño (por ejemplo al fundar su start-up tecnológica) o la del microempresario al que lo que más le interesa es poder llegar a fin de mes trabajando con ilusión en lo que sabe que es bueno, como por ejemplo el plomero que empieza. (y que podría convertirse en un emprendedor si apuesta por algo diferenciador, original, que cambie su sector).
«El emprendedor es una persona que vive feliz en un estado de incertidumbre permanente, con la cabeza en las estrellas pero con los pies en el suelo; un soñador con los ojos abiertos que no deja de tener fe en su visión incluso en las peores situaciones»
De emprendedor a empresario
Existe sin embargo un momento en el que ambos conceptos, emprendedor y empresario, pueden llegar a confundirse. Suele ocurrir cuando la empresa que empezó como un sueño resiste todo tipo de avatares y contra todo pronóstico crece, pasa al siguiente nivel. El emprendedor consigue hacer crecer la empresa y de alguna forma, esa pasión inicial si no se pierde, sí que puede diluirse.
Se pierde cierta visión de «querer cambiar el mundo» y casi de forma natural nace un perfil más técnico, en el que saber administrar el negocio, ejercer un liderazgo pragmático, definir estrategias, etc. cobra más importancia de la que tenía en los primeros tiempos. No estamos ya ante la «utopía de un visionario» sino ante un negocio que da beneficios, que es exigido por sus trabajadores y puede que en un futuro por sus accionistas.
Esto no quiere decir que el carácter de emprender se deba perder por completo. Apple por ejemplo, se define a sí misma como la Start-up más grande del mundo y esa cultura de empezar, está presente en muchas grandes empresas tecnológicas como Google o Facebook y por supuesto desaparece por completo en otras de tamaño similar como Microsoft, Oracle, SAP…
En definitiva, hablamos de ciertas diferencias sutiles, de matices que definen a ambos colectivos. Y es cierto que no todos los emprendedores son empresarios, ni todos los empresarios han sido emprendedores. Y también los es que muchos de los que se definen como emprendedores lo son.