Referente del ecosistema emprendedor argentino, cuenta los inicios de Globant, la empresa de tecnología que fundó junto con tres socios y que hoy cotiza en la Bolsa de Nueva York.
Unos años después de recibirse en Sistemas en Tandil, Guibert Englebienne pidió trabajo en una empresa de Capital, sin imaginar que ahí mismo conocería a sus futuros socios. Cuatro compañeros de trabajo, jóvenes e ingenieros, con ganas de salir al mundo, y con una pícara ambición de ir más allá, se reunieron por casualidad y terminaron creando Globant, la primera multinacional argentina en 50 años.
Habitaban un país en ruinas: la crisis de 2001 estaba dejando a muchos fuera de juego, y sentían que sus puestos de trabajo estaban siendo amenazados, así que uno de ellos empezó a practicar la compra de acciones de compañías extranjeras, y de repente su radar le marcó una curiosidad: había una empresa india de servicios de tecnología que venía subiendo sus valores unas seis veces al año. “Acá hay una oportunidad“, le dijo a sus amigos, y se pusieron a investigar. “Descubrimos que, a pesar de la explosión Internet, las empresas seguían consumiendo tecnología, y lo hacían en compañías especializadas”, señala Englebienne. Además, encontraron que los proveedores talentosos no residían necesariamente en los países de sus clientes: estaban surgiendo las compañías globales. Decidieron ir por ese desafío: crear una empresa de tecnología con clientes en todo el mundo.
Tenían 5.000 dólares y dos caminos: invertirlos en crear una marca, un plan de negocios y pagar un alquiler, o destinarlos a salir a buscar su primer cliente. Ya habían renunciado, y no tenían nada que perder, así que encararon su misión al viejo continente con la energía de un equipo de rugby en su gira. Despegaron de Ezeiza con una lista de oro en la mano, la de personas a las que conocían directa o indirectamente, a quienes irían a visitar y a ofrecerles su servicio. Guibert explica que, para él, la génesis de un proyecto debe ser conseguir un cliente real: “Venderle algo a un vecino es fácil, lo importante es conseguir un cliente de verdad”. Según el emprendedor, la plata llega después como consecuencia: “Si la prioridad hubiese sido conseguir financiación, hubiéramos estado poniendo el carro adelante del caballo. Nuestro primer objetivo fue demostrar que alguien estaba interesado en comprarnos algo”.
Innovar para crecer
Cuando llegaron a Inglaterra, los presentaron con una compañía que precisaba resolver un problema de tecnología, y cerraron un contrato. Buscaron gente que tuviera ciudadanía europea para trabajar, y le pidieron al cliente que les adelantara la primera factura, para poder financiarse con esa plata. “El cliente quedó tan satisfecho que en cuatro meses ya éramos unos 70 empleados”, se enorgullece. Y el boca en boca empezó a hacer de las suyas: “Nos recomendó a otros clientes, y todos quedaban conformes, hasta que empezamos a trabajar con empresas más grandes”, relata.
Entonces, el objetivo de la compañía engordó: “Decidimos no enamorarnos de la tecnología, sino tener una visión más amplia y ofrecer un servicio más integral a nuestros clientes: ayudarlos a ser más competitivos”. Uniendo la innovación y el diseño a la tecnología, empezar a especializarse en ofrecer soluciones creativas para que sus clientes se comuniquen con sus usuarios, y que por ejemplo, puedan acceder a una cuenta bancaria desde el teléfono, comprar pasajes online, o leer el diario por internet. “Con la tecnología, se pueden generar experiencias únicas que expresen los valores de una marca a través del hacer, y no tanto de pasar mensajes publicitarios«.
El trabajo, un espacio de creatividad
Para Guibert, que además es presidente de Endeavor Argentina, la innovación debe ser constante, al servicio del cliente: “Hoy estamos trabajando con temas como robótica e inteligencia artificial. Tenemos que estar a la vanguardia, para que al momento en que un cliente nos pide algo, sepamos si funciona o no”. Él considera que la creatividad surge del intercambio, un recurso que aprovecha con sus 4.000 empleados, quienes lo nutren constantemente con ideas. “Trabajo en crear condiciones para que los empleados de Globant sepan que divertirse está bien, y para que se sigan convirtiendo en expertos”.
“Tenemos un país de gente sumamente emprendedora”, asegura y explica que hay dos tipos de emprendedores: el que encuentra una oportunidad grande y desea llevarla adelante, y el que es emprendedor por necesidad. El mejor consejo en ambos casos es que se animen a volar alto: “Buscamos que la gente se anime mucho más a pensar en grande. Hay una tendencia a creer que emprender está bien, pero tener éxito y ser empresario no tanto”. Además, según Guibert, las excusas para el fracaso no están afuera, sino adentro: “En mi experiencia personal, podríamos haber puesto las excusas para no pensar en grande, y sin embargo, dijimos ʻlas excusas no están afuera sino adentroʼ. Armamos un equipo sólido y nos convencimos de que íbamos a tener chances de éxito y generar algo grande”, dice y reflexiona: “Dedicamos tanto tiempo al trabajo… más vale que valga la pena”.
En 3 preguntas
- ¿Qué consejo le darías a alguien que desea emprender? Buscá un problema que quieras resolver, que sea grande de verdad, y que te apasione lo suficiente para dedicarle tu vida.
- ¿Un emprendedor al que admires? Elon Musk, el fundador de PayPal.
- ¿Qué libro no puede dejar de leer un emprendedor? Start with why, de Simon Sinek y Made to stick de los hermanos Chip y Dan Health.