Mientras millones de personas en el mundo, iguales a vos y a mí, no saben si podrán llevar algo de alimento a su organismo en las próximas 24 horas, hay otras (una minoría) que tienen en sus cuentas dinero suficiente como para alimentar a la mayoría hambrienta. Mientras millones de personas, iguales a vos y a mí, en el mundo no tienen donde dormir, se siguen construyendo mansiones a un costo que solucionarían los problemas habitacionales de buena parte de los desposeídos.
Desigualdades como estas se ven todo el tiempo, todos los días. Muchos se indignan, se ponen mal, sufren, lo cual es preferible frente a la indiferencia que muestra la mayoría.
Yo prefiero cambiar el switch y girar la perilla interna hasta hacer un clic interno. Es decir, me inclino por pensar qué puedo hacer para cambiar el estado de las cosas. Y las respuestas son siempre las mismas: primero tengo que cambiar yo. Sería hipócrita y estúpido pensar que la solución empieza afuera de uno. En segundo lugar, la onda pasa por asumir que la realidad que nos duele es solo la consecuencia de nuestras acciones como individuos y como sociedad. Tercero, los ricos no son culpables por tener dinero ni por intentar disfrutarlo. Sólo puedo ser consciente de que yo también hago una administración poco eficaz del dinero.
Como emprendedores, también tenemos nuestras responsabilidades. Profesionalizarnos para que nuestro proyecto se convierta en una empresa que genere trabajo y riqueza, es una de ellas. Considerar a los sectores más postergados de la sociedad como un socio a la hora distribuir los ingresos, es otra. Y hay muchas más.
Lo importante, creo, es tratar de adquirir la gimnasia y el hábito de no repartir culpas sino de asumir responsabilidades. Después de todo, mi casa está construida sobre mis propias vigas y no sobre paja ajena.
Feliz semana, felices emprendimientos, feliz vida para todos.
Marcelo Berenstein
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