- Iniciar un emprendimiento es aprender a dar los primeros pasos con la soga al cuello. Una startup nace con ese optimismo desmedido propio de aquellos que se sienten o se creen predestinados a cambiar el mundo.
Así como nos pasa con nuestros hijos, que no hay ninguno en la creación más bellos que los nuestros; del mismo modo pasa con nuestros emprendimientos; siempre creemos que con nuestra startup nos va a ir maravillosamente bien.
Pero también hay otra realidad que nos une en los comienzos: la plata nunca nos alcanza. Siempre estamos ajustados y debemos convertirnos en verdaderos Harry Potter de los recursos para pagar alquiler, sueldos, insumos, etc.
Generalmente los ingresos suelen ser menores de los esperados; mientras que los gastos superan las previsiones. Como se dice habitualmente; los ingresos suben por escalera y los gastos, por ascensor.
Esta situación nos lleva a cometer errores comprometedores para la buena salud de nuestra startup. La estrechez de recursos nos lleva a confundir gasto con inversión y es muy común que nos creamos con el talento y conocimientos necesarios para hacer todo tipo de tareas en lugar de contratar profesionales especializados. Probablemente algunas de esas tareas podamos hacerlas, pero nos estaríamos desenfocando.
Contadores, relaciones públicas, marketing, plan de negocios, legales… Thomas Alva Edison decía que el éxito en los negocios es 10% inspiración y 90% gestión… Pues bien, invertir en profesionales idóneos está dentro de este 90%.
Zapatero a tus zapatos. Caso contrario, te puede pasar como a la viuda del siguiente cuento:
“Cuenta la historia que en un lejano pueblo vivía una viuda muy pobre. Su único sustento era una oveja. La viuda decidió que era hora de esquilarla y para ahorrar, agarró ella misma las tijeras y sin saber realmente cómo hacerlo empezó a quitarle la lana al animal y sin darse cuenta le hacía mucho daño.
Con pequeños gritos de dolor por sus heridas y la sangre que brotaba de su cuerpo, la oveja molesta le dijo a la viuda:
. “¿Por qué me hace esto, señora? ¿En qué ayuda mi sangre a la lana? Si quiere mi carne, llame al carnicero quien sabrá matarme al instante para no sufrir. Pero si lo que quiere es mi lana, ¿por qué no llama al esquilador quien sí sabe cómo sacar toda mi lana sin dañarme?”
Feliz semana, felices emprendimientos, feliz vida para todos.
Marcelo Berenstein
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