Emprendedor es un término de moda. Gobiernos, universidades, medios de comunicación, por todos lados se habla de nosotros y hay múltiples definiciones, visiones y acciones que, en la realidad o en la teoría, nos tienen como destinatarios y beneficiarios.
Entre las múltiples definiciones que he leído o escuchado, hubo una que me llamó la atención porque me hizo ruido interno: “Los emprendedores ven negocios en todas partes”.
Damián Voltes, un emprendedor serial amigo, decía que los emprendedores “vemos una necesidad determinada y rápidamente nos imaginamos crear una empresa para satisfacer dicha necesidad. Vemos un dolor determinado de un consumidor y rápidamente nos imaginamos el remedio paliativo para ese dolor. Vemos un negocio que está funcionando en el exterior y rápidamente nos imaginamos hacer lo mismo en nuestro país”.
El tema es que ver un negocio en cada sombra no es ser un detector de oportunidades sino un dispersor de foco. Y cuando el emprendedor se desenfoca, pone en riesgo su negocio, porque los limitados recursos de tiempo, dinero y energía comienzan a dispersarse lentamente hasta poder llegar al límite de la desaparición.
Es aconsejable que un emprendedor ponga la atención en un solo foco, o como decían las abuelas, “todos los huevos en una sola canasta”. Al igual que en una batalla, lo importante es calibrar la mira, apuntar a un objetivo y tratar de lograrlo y no tirar por tirar esperando que algo caiga.
Tal vez, a ustedes como a mí nos venga bien, releer la fábula de El Ganso y el Caballo, de John Aikin
«Un ganso que estaba comiendo pasto en un prado se sintió molesto por un caballo que pastaba cerca de él. En tono agresivo le dijo: “No cabe duda de que yo soy un animal más noble y perfecto que tú, ya que la extensión y el espectro de tus facultades está limitado a un solo elemento. Yo puedo caminar sobre el suelo tan bien como tú, y además tengo alas para elevarme por los aires, y cuando lo deseo puedo nadar en lagos y estanques y refrescarme en la frescura de las aguas. Disfruto del poder de las aves, de los peces y de los cuadrúpedos”.
El caballo resopló de forma un tanto desdeñosa y replicó:
“Es verdad que habitas los tres elementos, pero no haces un papel muy distinguido en ninguno de ellos. Vuelas, es verdad, pero tu vuelo es tan torpe y pesado que no tienes derecho alguno a compararte con las golondrinas o las alondras. Puedes nadar sobre la superficie de las aguas, pero no puedes vivir debajo y dentro de ellas, como los peces; no puedes alimentarte en ese elemento ni hundirte hasta el fondo de las olas, y cuando caminas sobre el suelo con tus anchas patas, estirando tu largo cuello y agrediendo con tu grito sibilante a quienquiera que pase cerca de ti, sólo atraes la burla y el desprecio de quienes te ven.
Confieso que estoy hecho para moverme únicamente sobre la tierra, pero… ¡cuánta gracia hay en mis movimientos! ¡Qué elegantes son las líneas de mi cuerpo! ¡Cuán gráciles mis miembros! ¡Cuán grande mi fuerza! ¡Cuán sorprendente mi velocidad! Prefiero hallarme limitado a un solo elemento y ser admirado en él, que ser un ganso en todos.
Feliz semana, felices emprendimientos, feliz vida para todos.
Marcelo Berenstein
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