Emprender, como la vida misma, es un camino lleno de sacrificios y renunciamientos. Pero atención, no incluyas jamás a tus sueños
En esa maravillosa película que es “Up in the air”, el personaje de George Clooney lanzó la siguiente pregunta, tan contundente como trompada de Mike Tyson: “¿Cuánto te pagaron para que renunciaras a tus sueños?”.
Si no la vieron, era una escena en la que Clooney, encargado de despedir personal de una empresa, le hace ver a un trabajador que el despido tal vez le señale que llegó el momento de retomar las riendas de su propia vida y perseguir sus viejos sueños. El personaje de Clooney concluye su charla diciéndole: “soy un despertador”.
La realidad es que, en uno o varios momentos de la vida, todos necesitamos un despertador, ya sea en forma de persona o de situación. A veces, será como un ring suave y en otras será como un sonido atronador.
Si tus sueños incluyen mejorar tu calidad de vida, la de tu familia, la de tu barrio, la de tu país o la del planeta, es tu tiempo de despertar y emprender.
Porque siempre es preferible el sacrificio de vivir tu sueño que la comodidad de transpirar por sueños ajenos.
El emprendedor tiene muchas cualidades, pero destaco tres: coraje, futuro y oportunidad.
Hay que tener mucho coraje para lanzarse a la aventura de cumplir sueños. Se necesita cambiar los lentes de la queja y el confort y empezar a usar los lentes de la positividad y las oportunidades.
Ir por tus sueños te da una ventaja comparativa enorme, pues sabes desde dónde partes y hacia dónde vas. A diferencia de aquellos que navegan a ciegas en el océano de los sueños ajenos, conoces tu puerto de salida y de llegada.
Renuncia a todo lo que tengas que renunciar como parte del proceso, renuncia a todo menos a tus sueños, y menos aún, no los dejes en manos de otros.
Si quieres hacer realidad tus sueños, siempre estás a tiempo. Te dejo este cuento, tal vez funcione como despertador.
Tu eres tu propia empresa, y el mundo la empresa de todos.
“Una empresa estaba en situación difícil: las ventas iban mal, los trabajadores y colaboradores estaban desanimados, y su situación financiera era crítica.
Era preciso hacer algo para revertir ese caos. Nadie quería asumir nada. Por el contrario, el personal apenas reclamaba que las cosas andaban mal y decían que no existían perspectivas de progreso. Ellos consideraban que alguien debería tomar la iniciativa de revertir ese proceso.
Un día, cuando los funcionarios llegaron a trabajar, encontraron en la portería un enorme cartel que decía: «Falleció ayer la persona que impedía el crecimiento de nuestra empresa. Usted está invitado a participar del velorio en el salón de deportes».
Al principio, todos se entristecieron por su muerte, pero luego de un tiempo sintieron curiosidad por saber quién había bloqueado el crecimiento de la empresa.
La agitación en el salón era tan grande que fue preciso llamar a los guardias de seguridad para organizar una fila india.
A medida que las personas iban aproximándose al cajón la excitación aumentaba.
– ¿Quién era el que estaba estorbando el progreso? ¡Qué suerte que este infeliz se murió! -se escuchó
Uno a uno, los agitados empleados se aproximaron al cajón, miraron al difunto y quedaron pasmados, en absoluto silencio, como si hubiesen sido heridos en lo más hondo de sus almas.
– ¿Qué había en el fondo del cajón? ¡Había un espejo! Y en él, escrita, la siguiente leyenda: ‘Si siempre haces lo que siempre hiciste, siempre obtendrás lo que siempre obtuviste.’
Feliz semana, felices emprendimientos, feliz vida para todos.