La definición de un emprendedor es un tema que apasiona a los académicos pero que a mí ha dejado de preocuparme hace tiempo. Tengo mi propia visión y la he compartido en este espacio en innumerables ocasiones, sin embargo nunca está demás retomar el tema y compartir posiciones.
Hace un tiempo, me topé con una lectura de Chris Dixon con el que me identifiqué inmediatamente y comparto con Ustedes.
Dice Dixon: “Hay dos clases de personas en el mundo. Los que empezaron una compañía y los que no. “Empezar” no significa unirse tempranamente como uno de los trabajadores, o invertir o asesorar o ayudar. Significa empezar sin dinero, sin ayuda, sin nadie que crea en usted (excepto quizás sus amigos más cercanos y la familia), y construir una organización desde un cubículo arrendado con tarjeta de crédito y sin lugar para dormir excepto la oficina. Casi de forma invariable significa ser menospreciado por los inversionistas arrogantes que asoman con media hora de retraso, sin preparación y que en lugar de decir “no” le dan rechazos con falta de compromiso como “invertimos en compañías más grandes.” Significa mirar directamente a los ojos a los futuros empleados y convencerles de dejar la seguridad de sus empleos actuales, renunciar a todo y apostar todo por usted. Significa tener expertos en la prensa y en los blogs que nunca construyeron algo criticándole y señalando cada uno de sus errores. Significa mantenerse despierto toda la noche preocupado sobre cómo conseguir efectivo y tener un permanente nudo en el estómago todo el día por el temor de decepcionar a la gente que creyó en usted y que tengan razón los que dudaron de usted.
No me importa si tuvo éxito o fracasó, si es Bill Gates o un empresario desconocido que dio todo para que funcione y que no se rindió. Lo importante es si arriesgó todo, puso su vida en un hilo, hizo compromisos con los inversionistas, empleados, clientes y amigos, e intentó —en contra de todas las fuerzas del planeta que buscan derrumbar las ideas nuevas— hacer algo nuevo”.
Yo sé de qué lado estoy ¿vos?
Claramente viví y vivo las peripecias de los que empiezan. Si vos sos esa clase de persona, coincidirás que podremos ser o no millonarios, pero seguro somos ricos porque vivimos de lo que nos apasiona. Coincidirás también que es un camino arduo, complicado y no siempre placentero.
Tal vez, como yo, te sientas como el caballo de este cuento….ojalá así sea:
“Cuenta la historia que un campesino, que se enfrentaba a grandes dificultades para salir adelante, tenía algunos caballos para los trabajos de su pequeña propiedad. Un día, para su pesar, su capataz descubrió a uno de los animales en un pozo muy profundo del que era casi imposible sacarlo. Aunque el caballo no estaba herido, el campesino evaluó la situación y concluyó que la operación de rescate suponía una inversión demasiado alta. Poco dado a la compasión, decidió entonces que era preferible ordenar al capataz que sacrificase al caballo lanzando tierra en el pozo hasta enterrarlo. Y así lo hicieron, comenzaron a rellenar el pozo con tierra pero, a medida que ésta caía sobre el animal, se la sacudía, la pisoteaba y quedaba acumulada en el fondo del pozo, lo que posibilitaba al caballo subir y subir lentamente hacia la superficie. Así, la tierra que le fue tirada encima para enterrarlo en el pozo, se convirtió, una vez bien sacudida, en el suelo firme que pisar para poder salir del mismo”.
Así somos los emprendedores; a veces en tierra firme, a veces en un pozo; pero siempre aprovechando las piedras que nos tiran para construir un camino hacia la concreción de nuestros sueños
Feliz semana, feliz vida, felices emprendimientos
Marcelo Berenstein
[email protected]
Muy bueno el artículo, gracias por compartirlo
Es tal cual lo describís acá! Excelente nota.