Uno de los fanatismos más comunes en muchos emprendedores es la gula de conocimiento, lo cual es diferente del hambre.
El emprendedor es una persona apasionada hasta el exceso, y en ocasiones hasta la ceguera.
Es gente que no se caracterizan por ser tibios ni grises. Van hasta el fondo sin saber si el camino sigue o si enfrentarán una pared. Se arrojan desde las alturas y después se fijan si hay agua. Les gusta el desafío y asumir riesgos.
Es una característica genial porque permite llevar una vida adrenalínica, que enseña a aceptar y convivir con la incertidumbre y el hábito de la superación. Sin embargo, como decía más arriba, es una persona apasionada en exceso y ningún exceso es recomendable.
Uno de los fanatismos más comunes que detecté en muchos emprendedores es la gula de conocimiento, lo cual es diferente del hambre.
El hambre de saber es un estado natural de las personas que los lleva a crecer, superarse e ir por más. La gula de conocimiento es una especie de adicción por acumular información aunque no haya tiempo ni necesidad de ponerla en práctica.
Hay otra gran diferencia entre hambre y gula de conocimiento. El primero tiene más capacidad de reconocer el momento en que conviene dejar de acumular y ponerse a practicar. El segundo no reconoce límites y puede convertir a la persona en un soberbio con impedimento de convertir la teoría en realidad.
Queridos emprendedores estén atentos a la gula de conocimientos. No sean como la taza de té de este cuento:
“Nan-in, un maestro Japonés de la era Meiji, recibió la visita de un profesor de universidad que querría informarse sobre el Zen.
Nan-in le sirvió té. Lleno la taza de su visita hasta el borde, y siguió vertiendo mas té. El profesor observó como el té llenaba la taza y se derramaba sobre la mesa hasta que no puedo aguantarse más:
– ¡Esta rebosando! ¡No cabe nada más!
– Al igual que esta taza, – dijo Nan-in – usted está lleno de sus propias opiniones e ideas. ¿Cómo le voy a enseñar Zen si no vacía primero su taza?”
Feliz semana, felices emprendimientos, feliz vida para todos.
Marcelo Berenstein
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