Si no puedo hallar mi camino, yo mismo lo abriré. Napoleón
Cuando un sistema funciona la tentación es dejarlo en piloto automático. La actitud natural ante el éxito es repetir la conducta ganadora sin advertir los riesgos que entraña. Para organizar el caos automatizamos las respuestas, pero ser competitivo es saber reaccionar ante los cambios, o bien anticiparlos. Esa virtud no es programable. La mente no cierra sus rutas con el pasado, puede construir caminos paralelos sin destruir los existentes.
Salir de la rutina. Dar pasos pequeños mantiene el cerebro en forma. Sin temor a lo desconocido, transita con facilidad de la curiosidad hasta el asombro. Neuroplasticidad es su capacidad de formatearse incorporando novedades. Hay zonas de comodidad, estrés y tensión. Los nuevos caminos son ramas neuronales, como árboles que transportan la energía. Entrenar la inteligencia es mover el interruptor de automático a manual.
El hemisferio izquierdo es conservador y dominante en nuestra cultura. El hemisferio derecho tira pelotitas, las que pasan la barrera se convierten en ideas.
Flaubert decía que cualquier cosa observada detenidamente se vuelve maravillosa. Lograr una cuota mínima de observaciones productivas demanda relajación y concentración.
Combinar la atención flotante (aprovechar el azar) con la acción ( el intento de observar).
Imaginar, en un mundo dominado por abstracciones, deviene de observar las formas, colores, sabores, olores y sensaciones. Sinestesia es observar con todos los sentidos.
La imagen atrapa por su belleza, el concepto es útil pero no emociona, su función es utilitaria. La imagen produce sensaciones influyentes que la imaginación potencia.
En un mundo materialista prevalecen los conceptos y la imaginación se subordina. Pero la imaginación será imprescindible si queremos reinventar el futuro.
En Túnez algunos fanáticos recibieron a dirigentes de Hamas al grito de mueran los judíos.
Las imágenes en Facebook generaron indignación. Los árabes están aprendiendo a disentir, la revolución está en sus mentes, la mente cautiva es reemplazada por la mente capaz. Están hartos de que usen a Israel como excusa para distraer la atención de la injusticia reinante.
Observar produce sus efectos, la realidad es la misma, lo que cambia es la visión. La mirada creativa captura lo que la mirada convencional no ve, aunque la materia sea la misma. La observación no es inocente, si es positiva genera endorfinas, neurotransmisores del bienestar y del alto rendimiento. Las percepciones negativas enferman.
La realidad actual. La sociedad de consumo ciega para el asombro y la profundización. Ofrece un radar que imita a ricos y famosos y rompe con la lógica poética del asombro.
El reduccionismo visual degrada la percepción y hace desaparecer el aura del mundo. El encuadre alto-ancho, la visión tubular, hace mirar el mundo por un tubo, insensibiliza con imágenes de baja calidad e impide apoderarse del universo con la mirada.
El consumo de la novedad reemplaza al asombro e impide captar estructuras ricas que requieren concentración y comprensión del orden y su significado.
La palabra es el complemento de la imagen: leer enseña a mirar. La percepción lógica del hemisferio izquierdo amplia la sensación, aporta a los estímulos su significado.
Discriminar es reconocer las partes del estímulo. En cambio, el vértigo por lo mecánico, es una caída que fascina, que fusiona pero que no promueve la libertad. Es dejarse arrastrar, sin ofrecer resistencia alguna, por una fuerza bruta que tracciona la voluntad.
Historia del progreso. La Ilustración trajo la idea de progreso ilimitado. Había prisa por recuperar el tiempo perdido. La modernidad hizo de la vida un proceso en devenir. Hoy navegamos en las pantallas de una la realidad superficial, de manera alocada e irreverente.
La compulsión por apoderarse de las cosas o filmarlas, la avidez por descargar la última música o película, hacen que los ojos sean un material sobrante. Irreverencia, desconsideración, usar y tirar, provocan que lo irrepetible sea sustituido por su copia.
La realidad perdió el aquí y ahora del arte irrepetible. Pero hay una pausa milagrosa en la que el yo se detiene sobre el objeto; no lo analiza, no lo estudia; no lo enumera ni relaciona; lo contempla y goza con su presencia. Este misterioso esplendor desaparece en una copia.
Desarrollo de la capacidad perceptiva. El proceso educativo debe posibilitar el descubrimiento del esplendor en las cosas sencillas con una mirada que vea más allá.
En una fuente natural emerge el brotar de lo hondo, el correr incesante, el darse sin medida, el misterio de lo desconocido; es un símbolo de la vida. Esto es encuentro.
La observación atenta a los detalles, la comprensión del significado, producen la tensión creativa entre la obra y quien la contempla, que toma conciencia de su propio ser.
Dice Oscar Wilde que a un hombre se le puede perdonar que haga algo útil siempre que no lo admire. La única excusa para hacer una cosa inútil es admirarla infinitamente. Todo arte es inútil. Aprender a admirar lo inútil es manejar reglas que liberan al espíritu ante una presentación cautivante. La percepción lenta, pausada, es el fruto de saborear lo inútil.
Al sensibilizar la percepción la belleza de lo natural aflora en su riqueza, que se alcanza con la mirada transfiguradora. El artista es capaz de plasmarla con una imitación desestructurada. Este esplendor desaparece con la funcionalidad. Aura y utilidad son irreconciliables: la obra de arte es un fin en sí misma, es objeto de contemplación.
En la educación se transmiten conocimientos y se promueven actitudes, como la estética.
Cuanto más capacitado se esté para el asombro más humano se será: el hombre es un ser para el asombro. Lo que debe cambiar, en la cultura occidental, es su propensión utilitaria.
La tecnología hizo prevalecer el concepto sobre la idea. Así se perdió el alma de la inteligencia. El concepto abstrae la esencia pero no refleja el contacto sensorial. Arranca la flor para conocerla, pero así la mata. El concepto mide la cantidad, no la calidad.
Todo está en crisis. Los apocalípticos critican la cultura de masas, los integrados la defienden. Mientras más se conoce, mejor se interpreta. Lo apabullante es que el joven cree que se las sabe todas. Preocupa que no pueda redactar y que un triste mensaje de texto resuma su carencia de creatividad y su afán por el consumo.
Fomentar su capacidad de asombro lo llevaría a apreciar la esencia de la creación. Se debe aceptar la existencia de la cultura de masas y generar las acciones que produzcan valores culturales. La mayoría se inclinará por lo fácil, pero habrá un grupo que captará la idea.
El artista Doug Wheeler es poco visitado. Su obra evoca una luminosidad casi táctil, en la que espectador no puede fijar la mirada. Al crear la presencia de la ausencia, percibe espacio y luz sin asociarlos con una respuesta asociativa, desestabiliza la percepción.
Uno ve con lo que sabe. La vida actual es información sin formación. Calcar, copiar, pegar, fotografiar, sin conocer su ubicación ni perspectiva. La realidad virtual es la extensión de la realidad, pero hay que aprender a observar y a tomarse su tiempo, para terminar con un mundo desencantado por herramientas que automatizan la percepción.
La convivencia entre realidad material y virtual es fascinante, pero información no es conocimiento. No sólo se ve con lo que se sabe sino con lo que se puede y aquello que la sociedad permite ver. Una teoría previa subyace en la visión, no hay visiones inocentes.
El arte varía el mundo en el cerebro, cambia su ideología. Por lo tanto no es inútil. Como dijo Einstein el arte llega a las verdades más profundas por el camino más sencillo.
El cerebro, como el paracaídas, sólo funciona cuando se abre
Dr. Horacio Krell Director fundador de Ilvem, contacto [email protected]