Dado lo pequeño del pueblo, el único candidato disponible era el carnicero.
Aunque muy renuente, porque estaba acostumbrada a vivir con un estudioso, la viuda aceptó.
Se celebró el matrimonio, y el viernes por la noche, después del baño ritual, el nuevo marido le dijo a la ex viuda:
– Mi madre siempre dijo que al comienzo de sábado es un precepto hacer sexo antes de ir a la sinagoga. Y lo hicieron.
Cuando volvieron del servicio religioso, él le dijo:
– Según mi padre, es un precepto hacer sexo antes de cenar. Y lo hicieron de nuevo.
Una vez en la cama supuestamente para dormir, el le dijo:
– Mi abuelo me dijo que siempre se debe hacer sexo en la noche del sábado. Y lo hicieron otra vez.
Finalmente durmieron, y al despertar en la mañana del domingo él le dijo:
– Mi tía dice que un judío religioso siempre empieza la semana, teniendo sexo. Y lo hicieron una vez más.
Ese domingo la ex viuda fue al mercado y se encontró con una amiga que le preguntó:
– ¿Y qué tal tu nuevo marido?
– Bueno,… mira,… un intelectual no es, ¡pero viene de una familia maravillosa…!