Una distinguida dama venía en un vuelo desde Europa y pidió al cura que venia al lado de ella que le hiciera un favor:
– Padre, ¿puedo pedirle un favor?
– Por supuesto, hija. ¿Qué puedo hacer por ti?
– Mire, Padre, compré una finisima plancha para el cabello para llevarle de regalo a mi mamá por su cumpleaños. Viene en caja cerrada y sé que sobrepasa el valor permitido para la aduana, y tengo miedo de que me la quiten. ¿Será posible que usted la pase por la aduana por mi? Se me ocurre que quizás, debajo de su sotana …
-Me encantará servirte, hija mía, pero debo advertirte: No puedo decir una sola cosa que no sea la verdad.
-No se preocupe, Padre, con su investidura nadie se atreverá a revisarlo.
Al llegar a la revisión La señora dejó que el padre pasara antes que ella.
Preguntó el oficial
-Padre, ¿Trae algo que declarar?
Dijo el sacerdote
-De la cintura para arriba, no tengo nada qué declarar …
El oficial de migración pensó que era una respuesta muy extraña, así que le preguntó
– ¿Y qué tiene que declarar de la cintura para abajo?
-Llevo un maravilloso Instrumento diseñado para ser usado por las mujeres, pero que hasta este momento permanece sin estrenar …
Soltando una carcajada dijo el oficial:
– ¡Adelante, Padre … El que sigueeee ……….!
Sos un groso!!