Luchar por un puesto en una de las mejores consultoras o lanzarse a crear una empresa. Sortear las eternas pruebas de selección de multinacionales tecnológicas y bancos de inversión (los que quedan) o internacionalizar una firma desconocida de 15 empleados. Es la disyuntiva que se plantean cada vez más estudiantes de las mejores escuelas de negocio del mundo, especialmente de programas MBA. ¿Seguir la ruta laboral tradicional o emprender?
«El deseo de emprender de los jóvenes está aumentando muchísimo. Son generaciones distintas. Ya no se trata sólo de tener un gran sueldo y un trabajo estable, sino de hacer algo en lo que realmente crees y no ser una pieza más del engranaje», explica Jan Brinckmann, profesor de emprendimiento de Esade. Esta escuela de negocios es una de las que intentan convertirse en una engrasada máquina de fabricar emprendedores: «un 30% de nuestros MBA acaban creando start-ups o trabajando en ellas», dice.
Prueba de ello es el evento organizado por el centro recientemente: Quest for talent, una cita relámpago entre alumnos MBA y firmas en fase de crecimiento. En una misma sala, 200 estudiantes de escuelas europeas (London Business School, Insead, HEC Paris, Iese, IE Business School…) bombardean con preguntas a los fundadores de jóvenes compañías como
Privalia, Aifos Solutions, Amiando u
Offset Options. Los primeros buscan un reto (y empleo). Los segundos necesitan incorporar talento internacional, formado y con algo de experiencia. Una curiosa feria de trabajo donde, por una vez, las grandes corporaciones no son protagonistas.
«Estudié ingeniería de automoción. Tras cuatro años en una consultora me di cuenta de que me faltaba algo, mi trabajo no era creativo. Lo dejé para estudiar un MBA y perseguir una carrera como emprendedor», explica Oliver Gilbert, británico de 28 años y alumno de la escuela HEC Paris. Es uno de los asistentes al evento y tiene claro el giro de tendencia: «Los de mi generación somos cada vez más independientes; no queremos atarnos a una sola compañía ni a un trabajo de por vida».
El interés por emprender responde en parte a la recesión, que ha reducido los sueldos y vacantes en el mercado laboral tradicional (consultoría, finanzas, marketing…), pero también a la revalorización social de la figura del emprendedor. Las escuelas de negocios no quieren quedarse atrás y adaptan los MBA y programas de educación de directivos con materias de creación de empresas; refuerzan sus centros de emprendimiento y aprovechan el tirón para internacionalizarse. Iniciativas necesarias en nuestro país, según Ignacio de la Vega, director del centro internacional de gestión emprendedora de IE Business School. «En España hemos estado 10 años por detrás en materia emprendedora. Eso ha cambiado. Ahora notamos incluso un mayor interés por dedicarse al sector del capital riesgo».
Un 50% de los matriculados en el IE, según De la Vega, llega con la clara intención de fundar o trabajar en una start-up. Un 25% lo acaba cumpliendo. Las escuelas de negocios permiten ahora especializarse en entrepreneurship durante la segunda parte del MBA, obligan a desarrollar ideas y planes de negocio y crean incubadoras para empujar los primeros pasos de los mejores proyectos.
Sin embargo, muchos dudan si cursar un MBA es el paso idóneo para un futuro emprendedor. Supone una inversión importante en tiempo (entre año y año y medio), dinero (más de 50.000 euros de matrícula para una escuela de primer nivel) y contenidos no dedicados exclusivamente a emprendimiento. ¿Merece la pena?
«Son programas centrados en preparar a gente con un perfil muy técnico para trabajar en grandes compañías. Cada vez aportan menos diferenciación. Si contratamos a alguien, realmente buscamos experiencia», explica Jan Reichelt, cofundador de Mendeley, surgida en 2006, con sede en Londres y que ya ha conseguido dos millones de dólares de financiación de los inversores de
Skype y Last.fm. «Si tienes tiempo y dinero, es una buena inversión, pero en absoluto es un prerrequisito para ser un emprendedor de éxito», dice Matthias Schneider, antiguo estudiante de la London Business School, con 10 años de experiencia, y que ahora intenta lanzar su propia compañía.
Esteve Jané, cofundador de la española Aifos Solutions, dedicada a implantar tecnología de identificación por radiofrecuencia (RFID) en el sector sanitario, busca incorporar a su plantilla alumnos MBA, pero señala las limitaciones. «No salen mal preparados, pero sí con mentalidad de gran corporación. En una start-up no hay presupuestos de marketing de 100.000 euros. Se les debería inculcar la cultura de hacer mucho con pocos recursos».
Las expectativas salariales suelen ser otro obstáculo. En los mejores casos, una joven organización puede permitirse desembolsar sueldos de 50.000 euros anuales, con derecho a acciones. Lejos de los 70.000 u 80.000 euros base con los que tientan las multinacionales a estos estudiantes. –
Fuente: El País