Ciencia y naturaleza se han unido para hacer una comida funcional que deja en tu piel una hermosa fragancia a rosas: así presentan los fabricantes el Deo Perfume Candy, una bolsa de caramelos que actúa como desodorante una vez ingerida.
La cosa funciona más o menos así: uno se ducha mientras mastica uno de estos caramelos, se seca mientras mastica otro, se viste con otro, sale a la calle y empieza a sudar. Por algún efecto incomprensible de la alquimia corporal los poros empiezan a despedir parte de los caramelos y uno empieza a emitir ese extraño olor a rosas que todos deseamos; a mayor sudoración mayor perfume.
Lo sorprendente es que su éxito ha sido tal que ahora mismo se encuentran sin existencias y la gente todavía tiene que recurrir al sufrido gesto de llevar el desodorante en el bolso, colarse en los aseos de los bares, echarse un poco y salir disimulando por si el tendero lo detecta, llama a las autoridades y tiene lugar una persecución que siempre acaba en un callejón con dos agentes apuntándote con armas de fuego y tú apuntándoles con el desodorante y un mechero. Por una cuestión de seguridad ciudadana, espero que los caramelos se vuelvan a distribuir pronto
fuente: No Puedo Creer