Si no tienes la vida que quieres puedes quedarte a pensar en lo negativa que es, o buscar lo positivo y asumir que tienes una responsabilidad: planear tu éxito
Escribir esta columna me recuerda lo mucho que he avanzado en todas las áreas de la vida que son importantes para mí. Es sorprendente, casi inverosímil, cuánto mi vida se parece a lo que en algún momento, hace ya muchos años, dije que sería. Hoy día hago un trabajo que disfruto, tengo una vida familiar hermosa con una gran compañera y unos hijos bellísimos, y tengo relaciones muy enriquecedoras con colegas, amigos e incluso, y de mayor importancia, conmigo mismo.
Esto no quiere decir que mi vida sea perfecta; ¡lejos de ello! tengo problemas como todo el mundo. Pero definitivamente mi vida es extraordinaria, lo cual no siempre fue así.
Los seres humanos nos parecemos mucho independientemente de nuestras circunstancias particulares, puesto que tenemos deseos, miedos y maneras recurrentes de ser muy similares. Todos queremos una vida extraordinaria, llena de éxito, amor, plenitud, satisfacción, gozo y paz mental, y todos tenemos miedo de no lograrlo; ya sea porque no tenemos lo que se requiere para ello o porque simplemente la vida no resulta así para nosotros.
Adicionalmente, la mayoría de nosotros vivimos en automático, aceptando la suerte que el destino nos depara. Así, casi todos vamos por la vida diciendo cosas como “así es la vida” o “ni modo, así nos tocó vivir”. Muchos, si somos honestos, no tenemos la vida que queremos y culpamos a otros o a las circunstancias de ello.
Existe la posibilidad, sin embargo, de no conformarse con la vida que “nos toca” y vivir una vida por diseño; una vida que amas y de la cual eres el autor, una vida cuyo contexto y contenido son extraordinarios.
Para lograr esto es esencial asumir ciertos comportamientos, maneras de actuar, hablar y ser, que en conjunto generan grandes posibilidades de vivir una vida extraordinaria, o al menos de potencializar el estado actual de las áreas de nuestra vida. Estos comportamientos son varios, pero se reducen a tres elementos claves: conciencia, responsabilidad y comunicación.
1. Conciencia
El novelista, poeta y crítico social James Arthur Baldwin dijo una vez: “No todo lo que se enfrenta puede cambiarse, pero nada puede cambiarse hasta que se enfrenta”. Para poder tener la posibilidad de cambiar los resultados de nuestra vida es imprescindible que empecemos por estar conscientes, lo cual significa estar presentes a todo lo que hacemos y no hacemos, y la manera en la que impacta nuestras relaciones y los resultados que obtenemos.
Para estar conscientes es muy importante saber distinguir entre hechos e interpretaciones. Los hechos son aspectos objetivos e incuestionables (lo que realmente está pasando), las interpretaciones son aspectos subjetivos y relativos (lo que nos decimos que está pasando).
2. Responsabilidad
Una vez que estamos conscientes de todo aquello que hacemos y no hacemos y del impacto que tiene, es necesario, para iniciar el proceso de cambio, que asumamos responsabilidad por la manera en que se ve nuestra vida y por los resultados que tenemos (o no tenemos).
La mayoría de las personas se pasan la vida culpando a otros por aquello que no funciona, pero la culpa es una pérdida de tiempo. Wayne Dyer, famoso psicólogo y escritor estadounidense nos dice: “Toda culpa es una pérdida de tiempo. No importa cuánta culpa tenga el otro, culparlo no te cambiará a ti”.
En cualquier área de tu vida que no funciona como quisieras, pregúntate: “¿De qué manera soy yo responsable de esto? Y después date a la tarea de cambiar dicho comportamiento.
3. Comunicación
Por último, ten mucho cuidado de cómo te comunicas, puesto que las palabras que usas tienen el potencial de construir, destruir, fortalecer o debilitar cada aspecto de tu vida. Pareciera que no es así, que las palabras se las lleva el viento, que lo que dices (a los demás y a ti mismo, en tu diálogo interno) no cuesta nada, pero no es así.
Existe un dicho muy sabio cuyo autor se desconoce que nos advierte que las palabras no cuestan nada, pero nuestra manera de usarlas puede tener un gran costo.
La realidad de la vida, lo aceptemos o no, es que mucho de lo que tenemos en la vida (positivo y negativo) es causado por nosotros mismos. Esto es una mala y buena noticia, puesto que al ser así implica que nosotros, y no alguien o algo más, somos responsables del asunto; la buena noticia es que si somos responsables entonces podemos responder a ello y, por ende, cambiarlo.
Recientemente trabajé con un cliente en Houston en un proyecto muy grande de una planta de etileno. Uno de los problemas recurrentes en el sitio eran las quejas de los trabajadores sobre la falta de comunicación y confianza que existía entre ellos y los jefes.
En lugar de culpar a los empleados por esta percepción (“los trabajadores siempre se quejan de algo”), decidió aceptar mi asesoría al respecto e incorporar conciencia, responsabilidad y comunicación, por lo que se dio a la tarea de enfrentar el problema, sin interpretación alguna, y asumir responsabilidad del mismo.
Analizando el hecho, se dio cuenta que la relación que los jefes tenían con los trabajadores era únicamente profesional y muy distante, por lo que se propuso humanizarla, programando que él y sus pares comieran y conversaran frecuentemente y en un ambiente informal con los trabajadores. Esta sencilla (pero no simple) acción de su parte alteró radicalmente la relación con los trabajadores y los resultados que han obtenido desde entonces en el proyecto.
Si deseas cambiar algo en tu vida, ya sea a nivel personal o laboral, te recomiendo que empieces a estar consciente de lo que realmente está pasando, asumas responsabilidad por ello y construyas lo que quieres iniciando con tus palabras y comunicación al respecto.
Eduardo Lan: socio consultor y director de metodología en Mesa Consultores, una firma especializada en transformación organizacional
fuente: Alto Nivel