El patrón de crecimiento de la economía española, el mismo que ha hecho posible el gran avance de los últimos quince años, es hoy un modelo agotado, al que los grandes estímulos de gasto público ya no son capaces de reanimar. Cada vez es más evidente la necesidad de un cambio de rumbo de nuestra política económica hacia medidas orientadas a la creación de auténtica capacidad de crecimiento sostenido. Medidas que permitan superar la actual fase negativa del ciclo y que faciliten el asentamiento de un modelo económico sólido, flexible y equilibrado.
El Círculo de Empresarios ha abogado en repetidas ocasiones por la adopción de reformas que capaciten a nuestra economía para reemprender la senda del crecimiento en un entorno internacional cada vez más integrado y competitivo. Queremos insistir en el mensaje. Dado que estamos postergando las necesarias reformas estructurales, corremos un riesgo creciente de sufrir una larga etapa de estancamiento, independientemente de cuándo se produzca la ansiada recuperación de la economía mundial.
La tarea no es sencilla. Reemplazar el antiguo modelo de crecimiento por otro más moderno, competitivo y flexible, obliga a la acción en prácticamente todos los ámbitos de nuestra economía. Algunos tienen, desde luego, un carácter prioritario en cualquier programa de reformas que quiera implementarse. Es el caso del sistema educativo, eje fundamental alrededor del que debe girar una economía basada en el conocimiento y, por tanto, en el capital humano.
Se afronte como se afronte, el espíritu y la iniciativa de las personas emprendedoras serán fundamentales para superar la crisis actual y encarrilar el futuro de España hacia el de una economía dinámica y competitiva. Las personas emprendedoras generan e impulsan la innovación; asimismo, dan mayor flexibilidad y capacidad de ajuste al conjunto de la economía. Todo esto las convierte en piezas irreemplazables del motor del crecimiento y la creación de empleo. Sin ellas, la competitividad y la prosperidad son objetivos más lejanos para toda la sociedad. Ese es el punto de vista de la Unión Europea, que ha integrado el fomento del espíritu emprendedor en su estrategia para dotar a la economía europea de una mayor capacidad competitiva.
Nuestro país debe participar plenamente de ese planteamiento y asumirlo de manera inequívoca. Precisamos, sobre todo en un momento como el actual, de personas que muestren una vocación hacia la materialización de sus ideas innovadoras, emprendedoras, en actividades generadoras de valor. No se trata de alentar sólo iniciativas empresariales -esto es, la creación de empresas- sino de incentivar todas las actitudes favorables a la transformación y mejora del sistema económico en cualquier nivel y tipo de organización, desde las Administraciones Públicas hasta las pymes, pasando por las grandes compañías o las instituciones de la sociedad civil.
Sin embargo, en España nos topamos con una serie de condicionantes que limitan el espíritu emprendedor y la posibilidad de su traslación a iniciativas creadoras de valor añadido. Se han dado pasos en la dirección correcta; es el caso de la simplificación de determinados trámites burocráticos. Pero persisten señales de alarma que deben preocuparnos mucho. Así, nuestra economía ocupa los últimos lugares entre los países de la UE-25 en los rankings elaborados por la Comisión Europea sobre los índices de actividad y clima emprendedor. Esto se explica por la interacción de distintos factores.
El marco sociocultural en que se inserta la actividad económica en España no resulta propicio al arraigo de un espíritu emprendedor fuerte. En general, la sociedad española muestra una aversión al riesgo mayor que la de otros países de nuestro entorno. Este rasgo cultural está muy relacionado con otro: cierta estigmatización del fracaso. A diferencia de lo que sucede en otros lugares, en España no se termina de asimilar que en no pocas ocasiones un fracaso inicial es un primer paso hacia el éxito de la actividad emprendedora. Además, la sociedad española mantiene, en el mejor de los casos, una visión ambivalente del empresariado y de su actividad. Así, aun cuando se reconoce que las empresas son generadoras de riqueza y empleo, el prestigio social y el reconocimiento de la labor del empresariado son inferiores a los que se registran en otros países desarrollados.
El marco institucional tampoco resulta incentivador para las personas emprendedoras. El espíritu emprendedor y la iniciativa empresarial siguen chocando con enormes dificultades resultantes de un entramado institucional que no permite un correcto funcionamiento de los mercados. En España tenemos sectores que adolecen de una acusada falta de competencia. La maraña de regulaciones se convierte en una onerosa restricción para el dinamismo empresarial. Mercados clave, como el laboral, sufren rigideces que desincentivan la asunción de riesgos.
Con este punto de partida, el espíritu emprendedor únicamente podrá expandirse si se modifican esos elementos estructurales tan desfavorables. Dos son las líneas de acción. Por un lado, debemos fomentar el espíritu emprendedor en su sentido más profundo, el de las actitudes, preferencias y capacidades de la persona, lo que exige potenciar los valores que definen ese espíritu. De otra parte, hay que crear un sistema adecuado de incentivos para la traslación de las ideas y habilidades emprendedoras a actividades generadoras de valor, procurando fortalecer la capacidad de la iniciativa emprendedora para alimentar el crecimiento y el empleo.
Las siguientes propuestas entroncan perfectamente con las que el Círculo de Empresarios ha reflejado en todos sus documentos referidos a diferentes aspectos esenciales de la competitividad. Cuatro son los grandes campos en que se hace preciso actuar y en los que podemos agrupar nuestras propuestas:
1) Reconocimiento social del empresario.
– Desarrollo y asentamiento de una clara conciencia político-administrativa y social con respecto a la importancia del espíritu emprendedor. Todas las instituciones públicas y privadas deben participar en el impulso del espíritu emprendedor como elemento clave de la competitividad de un país.
– Todos debemos ser conscientes de la importancia de la cuestión, del enorme valor económico y social que tienen el espíritu y la iniciativa de los emprendedores.
– Las instituciones, la sociedad civil y los medios de comunicación tienen que realizar un esfuerzo por transmitir una imagen real de los enormes beneficios asociados al emprendimiento, que ayude a implicar al conjunto de la sociedad española.
2) La integración del espíritu emprendedor en la educación. Todo el sistema educativo debe incorporar a sus métodos, organización y contenidos docentes los siguientes objetivos:
– Transmitir los valores fundamentales para el desarrollo personal, social y económico –el esfuerzo, la responsabilidad, el reconocimiento de los méritos, etc.- que están también en la raíz del espíritu emprendedor.
– Fomentar la creatividad, la iniciativa, la responsabilidad, y la independencia.
– Enseñar habilidades y conocimientos necesarios para la iniciativa emprendedora, haciendo del espíritu emprendedor un eje transversal del proceso formativo.
– Incorporar asignaturas específicas en los planes de estudio orientadas hacia la formación del espíritu emprendedor.
– Los profesores deben ser emprendedores en su propia actividad. En este sentido sería positivo que personas con experiencia empresarial fueran docentes.
3) Apoyo y adecuación institucional para la creación de un entorno favorable, especialmente en los elementos con mayor influencia sobre el espíritu empresarial y sobre su capacidad de generar prosperidad:
– Reducción y racionalización de las cargas regulatorias para el emprendedor.
– Introducción de niveles más elevados de competencia, eficiencia y flexibilidad en todos los mercados aquejados de rigideces, incluido el laboral.
– Mayor seguridad jurídica y adecuado tratamiento legal de las circunstancias propias de la actividad emprendedora, como es el caso de la insolvencia.
– Mejora del sistema de incentivos fiscales para la actividad emprendedora.
4) Liderazgo empresarial en la promoción del espíritu emprendedor.
– Las empresas deben potenciar el espíritu emprendedor dentro de su propia organización, con sistemas de gestión interna y de dirección innovadores, tendentes a alinear los objetivos de los empleados con los de las empresas.
– Deben intraemprender, es decir, lanzar nuevos negocios desde la propia empresa, a través por ejemplo de la externalización de actividades o la creación de spin-offs.
– Deben buscar el tamaño óptimo y la cooperación con otras empresas. Emprender, como innovar, es una tarea facilitada por la existencia de redes apropiadas de las que forman parte las empresas (incubadoras, parques tecnológicos, etc.).
La adopción de las medidas adecuadas en estos cuatro ámbitos, combinada con otras reformas estructurales y con la participación activa del conjunto de la sociedad, servirá para movilizar iniciativas capaces de dinamizar y dar vigor a la economía española, algo especialmente necesario para salir adelante en momentos tan complicados como los que vivimos.
Fuente: Capital News
Que le trasmitan el espiritu emprendedor a la recepcionista!! Es malisima atendiendo.