Rafael, María del Carmen, Carlos, Laura, Enriqueta, Victoriano, Karina y Adriana tienen dos cosas en común. Por diferentes razones son considerados como personas con discapacidad y además forman parte de un grupo de emprendedores que están buscando convertirse en unos grandes empresarios.
Todos se conocieron en una asociación que trata a personas con capacidades diferentes, luego continuaron juntitos para trabajar en un proyecto de Secretaría de Economía con Canacintra. Ahí los capacitaron, pero cuando llegó el momento “les soltaron la rienda” y los canalizaron a una incubadora.
Así, en marzo de este año, llegaron a Incubaempresas. Carmen Valencia, quien dirige la incubadora, narra en entrevista con ELUNIVERSAL.com.mx que cuando “el grupo de los ocho” llegó con ellos cada uno venía con proyectos de todo tipo bajo el brazo y los han ido cambiando con el tiempo: “Llegaban queriendo arrancar proyectos muy complicados para sus posibilidades y los hemos ido aterrizando”, explica.
Parte de los problemas que presentaban es que, aunada a su discapacidad, la calidad de los productos que hacían no era muy buena, por lo que la ayuda que han recibido es para mejorarlos, hacerlos más innovadores y llamativos, así como en cuestiones de precios, ver dónde los pueden venden y cómo van a hacer sus planes de comercialización.
Quién es quién
Laura Amaya Cervantes tiene parálisis cerebral y cuenta con 22 años. Se dedica a hacer collares que aprendió a hacer en Apac. Sus padres le han ayudado a que financie la materia prima. Sus collares van desde 40 hasta 200 pesos, dependiendo del tipo de piedra.
Ma. del Carmen Zurita y Carlos Morerira son personas de la tercera edad que hacen suéteres tejidos y están a punto de recibir un crédito de Capital Semilla para continuar con su proyecto, pues requieren comprar más maquinaria y renovar sus modelos. Además se le está armando una red de ventas por medio de catálogos. Los suéteres van desde 150 hasta 350 pesos.
Karina Sánchez Cedillo y Adriana Sánchez Cedillo rondan los veintitantos años, producen y venden portarretratos, con un precio de 30 pesos, en tiendas de regalo, tianguis y en algunas jugueterías.
El resto son Rafael Hunbano, quien hace arreglos florales con precios entre 200 y 250 pesos; y Enriqueta Cervantes Frías y Victoriano Amaya Gómez, que comercializan y cultivan bonsáis.
Entre ellos hay una persona bipolar, gente de la tercera edad y otros con secuelas de polio: “Su incapacidad no afecta absolutamente nada, con quien nos costó más trabajo fue con Laura porque no le entendíamos cuando nos hablaba, pero con los demás las cosas han ido fluyendo de manera natural”, explica Valencia.
Todos expusieron sus productos en la pasada Semana Nacional PyME. Por el momento sus productos sólo se pueden adquirir por medio de la incubadora y aún no generan empleos.
El camino recorrido
Todos han ido creciendo y financiándose con apoyo de su familia: “Lo que han invertido para iniciar no ha sido mucho y todos han podido financiar el arranque. En general no nos gusta comprometerlos a que pidan crédito a menos que sea indispensable. Preferimos que primero empiecen a vender y que se comprueben a ellos mismos que pueden hacerlo antes de darles financiamiento, porque si todavía no lo hacen es meterlos en problemas y que arranquen con una deuda encima”, explica la directiva.
Sobre cómo han pagado su incubación explica que Secretaría de Economía ha subsidiado el 70% del costo total y que ellos sólo pagan el 30% restante y sólo hasta que empiecen a generar utilidades.
El tiempo de incubación depende mucho de los emprendedores, de su capacidad de respuesta, pero en promedio es de entre seis y ocho meses. En el caso de estos ocho soñadores, se estima que en cinco meses ya están completamente listos y que pueden empezar con la distribución de sus productos.
“Es muy importante que la gente que tenga alguna discapacidad sepa que no está en realidad limitada, que pueden empezar como cualquier persona con proyectos muy pequeños, que se acerquen a un grupo de expertos que los ayude a despegar y que pueden convertirse en empresarios importantes. La discapacidad no es una limitante para serlo”, finaliza Valencia.
fuente: El Universal