- Para que la vida de sorpresas agradables hay que prepararse para los cambios.
Cuando todos los días parecen previsibles de pronto surge algo que lo hacer cambiar. Aunque todo esté bien planificado aparece la infalible Ley de Murphy que dice que todo lo que puede salir mal va a salir mal.
El antídoto contra la ley de Murphy es anticiparse y ser previsor en los detalles.
Hasta el siglo XVII todos los cisnes conocidos eran blancos. Pero se descubre Australia y con eso al cisne negro. Nassim Taleb define «cisne negro» en economía como un hecho fortuito de gran repercusión, de probabilidad remota que genera el efecto sorpresa.
El cisne negro explica el problema que implica el alto impacto y lo difícil de predecir, de sucesos extraños alejados de las expectativas normales. Y no se puede computar la probabilidad de ocurrencia utilizando métodos científicos debido a que la probabilidad es muy baja.
Son sucesos de gran magnitud y consecuencias, hechos, atípicos y extremos, juegan roles más grandes que los sucesos regulares. Hay también sesgos psicológicos que nos hacen ciegos a la incertidumbre e inconscientes al rol masivo del evento extraño..
El pavo inductivo
Esta historia de Bertrand Russell alerta sobre los peligros de obtener conclusiones basadas sólo en observaciones, por muchas que estas sean. El pavo cenaba a las nueve de la noche; pero al tratarse de un pavo racional e inductivo no sacó conclusiones precipitadas, sino que esperó hasta tener un elevado número de observaciones antes de llegar a una conclusión. El pavo tomó una gran variedad de circunstancias, desde distintos días de la semana, diversas estaciones del año y tipos de clima; hasta que llegó la conclusión de que “siempre comería a las nueve de la noche”. Sin embargo, y aquí termina la historia, en la víspera de la Navidad, en vez de darle comida, le cortaron el cuello, y se lo comieron a él.
Así se muestra la irracionalidad de la inducción. No importa cuántos resultados sean verdaderos, pueden llevar igualmente a una predicción falsa, la ausencia de prueba no es prueba de ausencia.
La rutina
Pese a que se critica a la vida rutinaria hay que distinguir aquella actividad orientada desde la pasión, que, con un despliegue organizado, puede desembocar en algo excepcional.
Al considerarla monótona y reducida a la mera repetición, la rutina pierde su esencia. Así es la repetición pasiva como la del estudiante que repite muchas veces algo para recodarlo. La repetición activa, en cambio, memoriza con un método asociativo que combina imágenes y palabras, de manera que en el cerebro se creen rutas neuronales. Al método de retención (mnemotecnia) se le debe agregar el control mental que verifique el éxito de la estrategia.
Einstein utilizaba esta técnica tomando como conejillo de indias a su abuelita. El test que realizaba era explicarle antes la conferencia que debía dar y por su entendimiento o incomprensión comprobaba el éxito o el fracaso de su exposición.
La rutina metódica
La pasión diaria por algo se nota en la perseverancia del astrónomo que explora la noche durante años sin hallar una nueva estrella que lo deslumbre. La tenacidad de quien fracasa y vuelve a intentar sin rendirse ante la adversidad, es el camino del esfuerzo.
Había una vez un joven que quería ser orador. Su trabajo al aire libre durante horas no le daba el tiempo ni el dinero para tener maestros y aumentar sus conocimientos. Pero su limitación clave fue que era tartamudo. Se llamaba Demóstenes y se convirtió en el padre de la oratoria.
Sin embargo no se conformó y mantuvo siempre en su mente la imagen de lo que quería lograr y cómo cambiar para mejor. Cuando Pandora abrió la caja que contenía todos los males que azotan a la humanidad pudo cerrarla justo a tiempo para atrapar a sus antídotos, que son la esperanza y el optimismo, los que a lo largo de la historia han comprobado que hacen milagros.
Los comienzos
Demóstenes comenzó presenciando los discursos de los mejores oradores de la época, como Platón de quien aprendía con el ejemplo de modo vivencial. Platón decía que el comienzo es la parte más importante de cualquier trabajo y con el deseo de empezar, el joven comenzó a preparar su primer discurso dispuesto a entrenarse para progresar.
El que no hace no se equivoca pero tampoco aprende
Como era de esperar al precipitarse terminó en un terrible fracaso. ¿Para qué nos repites diez veces la misma frase?, se burlaban, mientras todos se reían. ¡No se escucha: ponga el aire en sus pulmones y no en su cerebro!
Ante su nerviosismo el tartamudeo se hizo más intenso y se retiró entre abucheos.
Si lo puedes soñar lo puedes hacer
Cualquier otra persona hubiera olvidado sus sueños. Pero como Edison quien inventó la lámpara eléctrica utilizando como aprendizaje sus 999 errores previos, persistió resistiendo a los que le aconsejaban que no siguiera adelante. En lugar de deprimirse, tomaba las críticas como un desafío, como una batalla que quería ganar. Una vez dijo: «las palabras que no se convierten en hechos no sirven para nada».
La rutina no es hastío
Pero cuando son iguales se pierde el sentido, extraviado en el acto de sobrevivir pero sin vivir. La rutina cuando es acompañada por la pasión señala una paradoja. El azar sólo favorece a las mentes preparadas, dijo Pasteur. Es que a la fortuna se llega con la práctica que luego desemboca en algo excepcional, como el logro inesperado en aquello para lo lo cual uno se ejercita. Siempre debe haber algo grande y de importancia en lo que se hace, una especie de final inconcluso. Entonces lo previsible puede dar lugar a lo imprevisible. Lo raro requiere de lo frecuente para irrumpir. Lo inusual prospera en el suelo de la costumbre.
El “Principio de Arquímedes”: todo cuerpo sumergido experimenta un empuje igual al peso del líquido que desaloja. Hierón, monarca de Siracusa, entregó a un joyero oro y plata para hacer una corona. Pero desconfió de su honradez y pidió a Arquímedes que lo investigara, pero con su saber no halló la solución. Un día al dormirse en la bañera, el agua se derramó y le produjo una asociación repentina. Se despertó sobresaltado y dedujo que, ante la resistencia del agua, el cuerpo parece pesar menos. Tal fue su excitación que salió desnudo al grito de ¡Eureka! ¡Lo encontré! Pesó la corona en el aire y en el agua comprobando que su densidad no era la que hubiera resultado si el joyero hubiese usado todo el oro y toda la plata. Así comprobó la estafa.
Lo cotidiano
Los actos persistentes y su significado fijo, responden a querer vivir en cierto escenario. Al programar algo podría ocurrir que un imprevisto lo impida. Pero la necesidad de creer como consumado lo que se planifica describe un horizonte en el cual se quiere vivir.
Se precisa confiar en que la realidad está en las manos. La finalidad última de la cultura es afianzar significados perdurables para disminuir al máximo lo que hay de incierto.
El lenguaje potencial de las virtualidades, traducen las incursiones en lo nebuloso. Se aspira a infundir claridad a lo que no lo tiene, como para entenderlo y extender los dominios del discernimiento e infundir cotidianidad a lo que no lo tiene.
Si Dios quiere
Refleja la cautela no solo de los creyentes, y recuerda que el deseo no reviste valor de certeza ante la posible irrupción de lo súbito, de lo inesperado y aun de lo ingrato.
La distinción no siempre nítida entre semana laboral y fin de semana aspira a diferenciar y contraponer las imposiciones de lo obligatorio a las libertades de lo placentero, propias del sábado y domingo. En el fin de semana no reina la rutina y se vuelve inquietante por no saber qué hacer con esa libertad en el tiempo incondicionado. Puede resultar de un vacío afectivo, de la ausencia de un proyecto personal o de un entretenimiento capaz de hacer gozar del tiempo libre. Y de ahí el anhelo de volver al lunes y que sus exigencias nos pongan a resguardo.
Lo imprevisible, homologado con el desorden, acosa y erosiona el equilibrio que la cultura se empecina en asegurar. Si el hombre es tarea incesante, esfuerzo imperecedero de constitución, se debe a que su insuficiencia se manifiesta una y otra vez. Tan solo el animal está a salvo de las discontinuidades del alma, de su arritmia renovada. De modo que la rutina, concebida como amparo, reviste el carácter de restauración incesante de un quiebre que aparece como perpetuo.
Nada más ilusorio que lo idéntico
Nunca nos bañamos dos veces en el mismo río porque el agua no es la misma y nosotros tampoco. Nada equivale a otra cosa y ni siquiera es homologable a sí mismo. El pintor Paul Cézanne fue constante en su apego a pintar un único paisaje. La luz que lo envolvía nunca era igual, jamás inamovible o reiterada. Y su percepción le permitía redescubrir ese paisaje como siempre inédito por detrás de su apariencia estable. Así, la previsibilidad cedía y lo que parecía rutinario no tardaba en probar que no lo era.
Paradójica disciplina la de los días que armonizan lo que quiere la voluntad con lo que irrumpe arbitrariamente en hallazgos súbitos, inesperados, arduos, venturosos y no domesticables.
Muchas vidas se consumen en convivencias forzadas, en silencios no fecundos; en soledades padecidas de las que hay que liberarse como sea. Vidas con recursos económicos pero privadas de alegría, de encuentros luminosos o de la emoción agradecida de vivir. Esas personas llevan estampada en los ojos la íntima desorientación de los tristes; la desolación sembrada por una rutina sin intensidad que sepulta el sentido de los días. Allí lo diario es condena, resignación que convierte el corazón en piedra. Hay rutinas a las que estar apegado, conducen al fracaso.
La rutina del estancamiento y la reiteración de los males pasados, impide que surjan los tiempos de crecimiento, de aprendizaje y de aptitud para la innovación. Eso lo hace previsible, en el peor sentido de la palabra. Cerrado a los desafíos del desarrollo. Congelado en su ineptitud para reorientar su marcha. Incapaz de capitalizar sus desaciertos. Cuando el fracaso se ha convertido en rutina, se llega a la decadencia. El que falla al planear planea fracasar.
El cerebro es neuroplástico y puede cambiarse a sí mismo, por lo tanto nada es irreversible. Pero superarse exige la práctica sostenida de otra rutina diferente. Así como el mal se incuba antes de irrumpir, de igual modo los aciertos que redimen deben empezar por ser incipientes, parciales y esporádicos para luego pasar a ser abarcadores, sostenidos e interdependientes.
¿Hay ya una semilla sembrada apta para quebrar la atroz monotonía del fracaso? ¿Quién puede renunciar a creerlo si aspira a que la nueva rutina se convierta en una sana costumbre?
Aprender a soñar, a recordar y dirigir los sueños
Tener sueños creativos, es útil si los recordamos. El sueño se divide en dos fases, fase NO-REM y fase REM o visual donde se sueña. Lo primero es concentrarse al despertar en recordar lo soñado. Si otro pensamiento se cuela, el recuerdo desaparece. Llevando un diario de los sueños se pueden controlar.
Mentes sin reposo
La actividad mental en el sueño se vive como real, a pesar de la imposibilidad lógica. Emociones como miedo, regocijo e ira, predominan sobre la tristeza, la vergüenza y la culpa y pueden despertar al durmiente; el recuerdo del sueño se evapora si no se hace algo para retenerlo. El sueño lúcido puede convertir el deseo en realidad tomando conciencia y dirigiendo la acción. El durmiente se da cuenta que es un sueño y participa. Es divertido hacer lo imposible y sirve para generar ideas, resolver problemas, conocerse, y superar conflictos. Al registrar e identificar sueños y signos se puedan manipular. Para el psicoanálisis el recuerdo es el contenido manifiesto, hay que investigar el latente que lo genera.
El método para soñar despierto es un viaje imaginario frente a una hoja en blanco. Dibujo, diseño, compongo, escribo, pinto ¿De dónde me sale este impulso?¿Dónde está el color, o la forma? ¿A quién le pertenece?… ¿Quién soy yo? ¿Dónde empiezo o termino?
El cerebro que sueña no es un cerebro inactivo. Es personal, en primera persona. Sorprende al soñante, lo hace ver lo propio como si fuera ajeno y revela una realidad oculta. La pregunta clave es si los sueños anticipan, si engendran obras, si movilizan o estimulan.
Para crear no basta con soñar: se precisa inspiración y trabajo. Al inducir sueños se altera la conciencia y se predispone la liberación de potencias ocultas, el sueño remite a una pasividad propiciatoria. El vaticinio es el ingrediente que vincula sueño y arte. En el sueño se graban los sucesos. La creación post sueño es una copia de lo inaccesible. Debemos distinguir el sueño casual en primera persona de su combinación causal y analítica.
Aprender a soñar y crear
Es aprovechar el poder creativo del sueño para traducir imágenes en ideas. Allí el inconsciente se manifiesta con más facilidad, desaparecen los bloqueos y las ensoñaciones ayudan a elaborar el deseo. Siempre hay un problema no resuelto que reclama la atención. Conviene anotar imágenes o asociaciones que lleguen a la mente, antes de conciliar el sueño o al despertar.
El arte de soñar se conecta con una vida creativa. Por eso los grandes creadores le dieron importancia: La literatura no es otra cosa que un sueño dirigido. Borges. Cualquiera que despierto se comportase como en los sueños sería tomado por loco. Freud. Si lo puedes soñar lo puedes hacer. Disney.
El error como ventaja
La naturaleza brinda un ejemplo de cómo la dificultad puede engendrar la solución. Cuando la arenilla penetra por error en la ostra, ésta segrega un líquido espeso, que se endurece sobre ella y se convierte en la perla que todos conocemos. La ostra transforma el error haciendo de la intrusa una parte del sistema adaptándola a su naturaleza. Los cambios llevan al éxito de una rutina cuando se le suma el pensamiento creativo y estratégico: ¿Dónde estaba ayer? ¿Dónde estoy hoy? ¿Dónde quiero estar mañana? ¿Cómo haré para conseguirlo?
Sólo se cambia fácilmente lo que es sencillo. Para cambiar una conducta hay que alterar el patrón que la genera. Se puede dejar un hábito, extrañarlo y volver a él. Para pensar mejor es necesario armonizar el sistema emocional. La neuroplasticidad es el recurso físico. El cerebro hace que el resto funcione. La mente es su parte invisible, brinda pensamientos, ideas y conciencia. La cuestión es reconocer lo que está mal.
Un mal hábito, pese a que perjudica, se repite. Hay que explicitar el cambio y trazar una ruta para que el reloj biológico se acostumbre. El cambio acelerado reprograma la forma de hacer algo para tornarlo natural como si siempre se hubiera hecho así. Querer mejorar la calidad de vida es el motor de los cambios para convertir deseos en hábitos. Para que la vida de sorpresas agradables hay que prepararse para los cambios.