Una de las más profundas transformaciones que las nuevas fuerzas laborales han introducido en las organizaciones, es el lugar que el trabajo debe y ocupa hoy en la vida del profesional.
Hoy en día cada vez son menos los casos, así como las empresas, donde las largas jornadas de trasnoche laboral son bien consideradas y valoradas; y claro está, mucho menos, soportadas por los empleados.
La figura del workaholic, ese paradigma ochentoso de ejecutivo exitoso, hedonista, exigente, para el cual su vida giraba en torno a su empleo, hoy está claramente en desuso y en el olvido. Sólo en algunas escasísimas profesiones o tareas, como por ejemplo los cierres contables de los contadores, por caso pueden aún tolerar algunas de estas situaciones.
Gran responsabilidad, aunque no exclusiva, de esto se le debe a la trillada y famosa Generación Y. Ésta, junto con las mujeres, han instalado y fomentado el mucho más real y saludable Life Balance. Y no, Work-Life Balance. Pues la vida es una sola y la filosofía que se instaló en la nueva metodología de trabajo es que no existe una vida laboral y una personal, que hay que conciliar ambas, para llegar al éxito real de la persona.
Lo que debe imponerse es una vida única, integral y balanceada. Esto es tan cierto, como que no es real, pensar que estando en la oficina uno no responderá o enviará un mail por un asunto personal, de la misma manera es un hecho que seguramente, durante el fin de semana la persona esté pensando o analizando, al menos por momentos, alguna cuestión o inquietud laboral. En definitiva, no se trata de separar y poner dos trajes distintos, sino de diseñar el más adecuado para cada ejecutivo.
De esta manera hoy en día los adictos al trabajo han quedado relegados a casos especiales que deben ser analizados en particular, mientras las empresas por su parte valoran que sus empleados puedan integrar y balancear la vida personal y la profesional buscando satisfacciones en ambas áreas.
Matías Ghidini, gerente General de Ghidini Rodil