El vivo hace las cosas de manera sencilla y casi sin resistencias, porque nadie espera que haga lo que hace. Amagar es una impostura. La viveza criolla se basa en el engaño, algo común en esta época. Pero mentir demanda más energía que cumplir con lo pactado o decir la verdad. Engañarse a uno mismo es todavía peor y ocurre cuando alguien cree que su mentira es una verdad. Esto sucede cuando se atiende sólo una parte de la información que se recibe o cuando se altera un recuerdo para que encaje con un punto de vista rígido. Esa actuación reprime las capacidades complejas y superiores del cerebro. Si uno mismo se cree su mentira es más fácil que pueda convencer a los demás. Sobre todo a los que comparten su creencia. El vivo es una versión rudimentaria del inteligente. Se adapta al medio con un truco, maneja los efectos pero no resuelve el problema.
La capacidad de engañar entra en conflicto con las funciones ejecutivas y superiores del cerebro, que son las que permiten enfrentar situaciones nuevas. Un vivo de verdad actúa con la inteligencia. Sabe que la mejor solución es gana-gana: ambos ganamos o no hay trato.
El atajo es una treta. Es buscar herir al adversario por el camino más corto sin que pueda defenderse. La viveza criolla encuentra su arma principal en el engaño. Desde el punto de vista cognitivo, mentir es un proceso complejo y exigente. Ocultar o exagerar, inventar una excusa o perpetrar un engaño no es simple, demanda esfuerzo y carencia de escrúpulos. A veces se considera vivo al que no desea trabajar en la solución real de su problema y busca mil tretas para eso. Pero esa búsqueda de excusas le ocupa más energía que el cumplimiento responsable de su tarea.
Tan importante como la mentira es el autoengaño. Las formas más comunes de engañarse a sí mismo tienen que ver con la racionalización de una situación para convencerse de que una mentira es verdad. El colmo del autoengaño es convencerse a sí mismo de que es el mejor de todos.
Qué es la inteligencia. Es la capacidad de adaptarse al medio y generar soluciones novedosas a los problemas. Implica tres etapas: comprender la situación, inventar la solución y actuar en consecuencia. Cuando se trabaja con otras personas, la inteligencia individual se expande, como lo demuestran las sesiones grupales de Brainstorming, la tormenta de ideas. Muchas veces el vivo juega a mostrarse inteligente. Su habilidad mental consiste en manejar los efectos de un problema sin resolverlo. Logra, ante el desconcierto general, una ventaja inmediata y de corto plazo, de naturaleza pírrica, porque finalmente pierde cada vez que gana. La viveza criolla es una inteligencia de patas cortas. Porque el vivo no busca una solución duradera y colectiva del problema, sino un atajo para lograr su solución mezquina. Su receta habitual es: Yo gano y tú pierdes.
En medio de un tránsito dificultoso por una avenida, una ambulancia se abre camino con su sirena. Los autos dan paso para que la emergencia sea atendida. Pero el vivo se cuela detrás de la ambulancia y se aprovecha de la desgracia ajena.
El engaño táctico. Esta capacidad natural, como tantas otras, puede entrar en conflicto con otras capacidades también muy humanas: la moral, por ejemplo, pero también con la calidad de la interacción con el otro o con no poder desarrollar una visión. Este grupo de habilidades cognitivas que permiten ver a largo plazo son las funciones superiores de la mente que permiten hacer frente a situaciones nuevas e involucran habilidades como: la planificación del futuro, la resolución de problemas, la realización de objetivos a largo plazo y la inhibición de conductas prepotentes.
La sociedad considera una virtud del líder su viveza al trampear las reglas, decir una cosa y actuar de la manera contraria, provocar y aprovechar la zancadilla del oponente. Debemos tener en cuentaque los más eminentes líderes de la historia jamás tomaron atajos.
En 1945 el premio Nobel de economía Paul Samuelson creyó que Argentina sería la próxima potencia. No sabía que Perón aplicaría la receta: “a país rico gobierno populista”. Por eso Argentina no fue la Noruega latinoamericana. Siendo el 58 entre 65 países en educación es previsible cómo será su futuro. La solución argentina es dejar de creer en políticos y empezar a creer en la POLÍTICA que hizo grandes a países como Finlandia donde la estrella es el maestro. Crear un proyecto país administrado por señores honestos que nadie conoce y que no se hacen ricos y famosos de la noche a la mañana. Como dijo Vargas Llosa: “Un pueblo educado no puede ser engañado”
Quizá, como los países desarrollados e igualitarios que realmente lo hicieron, debamos usar más las funciones ejecutivas del cerebro para afrontar transformaciones sustanciales de largo aliento: la educación de calidad y las discusiones de grandes problemas que tienen que ver con el progreso. O considerar sólo como auténticas las inteligencias criollas de los mejores hombres o de los inmigrantes que construyeron el futuro con el sudor de su frente, o la de los que se levantan cada día para llevar a sus hijos a la escuela e ir a trabajar, por ellos, por su familia y por su patria.
La edad del pavo. La poda neuronal (o pruning) reconfigura las conexiones neurales: los adolescentes pierden anualmente el 1 % de las neuronas corticales hasta los veinte años. En la niñez se desarrollan neuronas y conexiones de más que se pierden naturalmente. El área de toma de decisiones, de control de los impulsos y de la capacidad de juicio, madura en esta etapa, creando el cableado cerebral que ayuda a buscar el destino. Hay que nutrirlo y acompañarlo. Aunque muchas veces ni el cerebro ni su portador quieran saber nada sobre este arte.
Tardar muchos años en madurar es propio del ser humano. Hay simios que ya son adultos hacia los 11 años. Nos tomamos mucho más tiempo para crecer y multiplicarnos, para poder entender el mundo que se nos viene encima. Al fin de la pubertad los huesos dejan de crecer pero no hay marcadores hormonales precisos, que nos den la precisión de un comienzo y un fin de esta etapa.
A los adolescentes les cuesta despertarse temprano, mientras que por la noche andan de lo más frescos. Hay un pico de nocturnidad alrededor de los 20 años; luego los jóvenes comienzan a dormirse más temprano. Adolece, que no es poco. Pero la ciencia tampoco tiene respuestas para todo.
El cerebro es un espejo. Tiende a imitar lo que ve, a través de las neuronas espejo. Este mecanismo mental es automático y fundamental en cada instancia de la vida. Animémonos a pensarnos, a escucharnos, a mirarnos. Intentemos pensar, escuchar, mirar qué ocurre en el día a día; qué solemos escuchar, contestar, conversar, discutir; quiénes nos rodean; qué intenciones, qué sentido tiene cada relación, cada palabra, cada momento.
Ciertas neuronas se activan cuando algo del otro nos cautiva, o nos sorprende, de manera consciente o inconsciente; imitando así, reflejando, la acción de otro. Las neurociencias han destacado la importancia que estas neuronas en el aprendizaje y en la vida social de los individuos. Así es como, más allá de tantos otros procesos cognitivo/emocionales, se despliega en nosotros la empatía (la capacidad de ponerse en el lugar de otro).
Reflexionemos acerca del alcance, así como del origen de nuestra conducta. ¿Qué puede resultar de un padre tan atareado o tomado como rehén por una ambición desmedida? ¿Qué puede aprender un hijo que escucha a su padre ausente cada día por lo que no resulta a su deseo o parecer? ¿Qué puede resultar de un conductor o un peatón estresado al límite de velocidad permitida? ¿De un jefe o líder autoritario, de un empleado sin pasión o reconocimiento, de un maestro, de un médico o de un policía mal pago?
La cultura del ejemplo debe servir para imitar a los verdaderamente inteligentes y no a los vivos.
VIVOS, ESTÚPIDOS E INTELIGENTES
La primera reacción es emocional. Emoción deriva de moverse, de no conformarse, de buscar diferentes caminos hacia la salida (exit es la salida hacia al éxito). El estúpido se resigna o actúa con violencia. El vivo maniobra con el efecto o intenta derivarlo a terceros sin resolver la causa.
La reacción ante el problema. El estúpido no hace nada, el vivo elude las consecuencias, el inteligente lo estudia. El estúpido se paraliza, el vivo manipula y el inteligente resuelve. El inteligente es estúpido ante ciertos problemas que el estúpido no ve, mientras tanto el vivo zafa.
El estúpido se cree moralmente intachable, el inteligente es neutro y el vivo deja la ética al costado. El estúpido puede saber mucho, el inteligente sabe que no irá muy lejos sin conocimientos, el vivo lo que sabe es aprovecharse del otro. La realidad a veces nos deja estúpidos, la inteligencia es la que luego nos rescata. El vivo comparte con el estúpido la salida equivocada, con el inteligente cierto tipo de movilidad mental.
Las culpas y los resultados. El vivo piensa en el efecto, el inteligente en su objetivo. El vivo si no puede manejar los efectos, culpa a los demás, el inteligente comparte la frase de Confucio: El hombre superior se acusa siempre a sí mismo, el inferior acusa a los demás.
Las etapas. Al comienzo el vivo parece inteligente y el inteligente estúpido. Vivos y estúpidos conocen sus debilidades y generan círculos viciosos, el inteligente prioriza sus fortalezas y transforma sus defectos en círculos virtuosos que refuerzan su auto estima: su capital más valioso. Ellos viven los problemas como algo que les pasa, el inteligente genera cambios para que las cosas sucedan como quiere que ocurran.
El método. El vivo y el estúpido van la deriva, el inteligente se conoce sí mismo, sabe lo que quiere y domina los métodos que producen las acciones efectivas. Cuando el efecto práctico se manifiesta el vivo acude a la rapidez y a la improvisación, y parece inteligente, el estúpido no se da cuenta o reacciona con violencia. Otra vez el inteligente, parecerá lento y hasta torpe.
La realidad es la única verdad. El vivo disfraza la realidad, su mensaje es confuso o un slogan, el estúpido no percibe lo que pasa, el inteligente valora la verdad, el esfuerzo y lucha contra el facilismo de quienes prefieren que les mientan. El vivo cree que puede lograr cualquier cosa, el inteligente sabe que los recursos son escasos y que debe administrarlos con eficiencia.
Optimismo y pesimismo. El vivo y el estúpido anticipan su próximo fracaso porque no visualizan el futuro, el inteligente lo ilumina con ideas y su deseo de concretarlas. Ante la dificultad ellos se preocupan y hacen lo mínimo posible, el inteligente se ocupa y hace todo lo que sea necesario para superarla, aumentando continuamente su círculo de influencia. El vivo y el estúpido aceptan su destino perdedor, el ganador inventa su éxito.
Vivos y estúpidos se concentran en no perder. El ganador imagina el triunfo y visualiza las acciones necesarias para lograrlo. Se concentra en ganar. Vivos y estúpidos se debilitan con el fracaso al que no aceptan, el inteligente aprende de sus fallas: el obstáculo, la adversidad, el error, son sus motores para el cambio: el río no genera su máxima potencia hasta que se concentra, detenido por el dique y ante su resistencia, genera la energía que se desplaza con fuerza súbita en el momento oportuno.
En un concurso de una pasta dentífrica para incrementar sus ventas participaron un estúpido, un vivo y un inteligente. El estúpido se paralizó, el vivo sugirió coimear a los jefes de compras. El inteligente aseguró que divulgaría su idea si le daban una comisión sobre el resultado. Aceptaron su propuesta: sugirió aumentar el tamaño del agujero por el que sale la pasta. Y el inteligente se hizo millonario.
Mientras que el vivo suele ser optimista en sus creencias ilusas, el inteligente es pesimista en el pensamiento pero optimista en la acción.
Dr. Horacio Krell CEO de Ilvem, mail de contacto: [email protected]