Esta es la hora de aprender que estudiar es invertir. La educación es la industria pesada de cualquier nación, porque fabrica los ciudadanos del futuro.
¿Qué le pasaría a un neurocirujano del siglo pasado si resucitara ante un moderno quirófano actual? No sabría qué hacer. También para el hombre común la brecha tecnología aumenta. La tecnología sube por el ascensor y el hombre por la escalera. Una de las instituciones más resistentes al cambio es la educación, por eso es que si el que reviviera fuera un maestro no tendría inconvenientes en insertarse en el aula moderna. Es que el sistema se mantiene con el formato original: edificios, aulas, exámenes, períodos lectivos, títulos, libros para estudiar, etc. La educación atrasa.
Se enseña sin pensar en lo que debería saber un egresado para su inserción laboral. Los planes y los contenidos permanecen estables sin incorporar las virtudes que se necesitan hoy.
En Estados Unidos desde 1990 a 2017, la cantidad de trabajadores textiles se redujo de 500.000 a 120.000. Tan sólo en algunas ciudades la automatización tuvo el efecto de un huracán, porque los empleos no se regeneran automáticamente en el mismo lugar. Un nuevo desafío que se plantea es el de la contención social de adultos no mayores cuya profesión de golpe queda obsoleta.
La automatización pega más entre los trabajadores intermedios, administrativos, call center, de «secundario completo»- que en la parte baja donde la gente sigue siendo barata o en la alta (más pensante y difícil de reemplazar). Esto genera la desigualdad y el deterioro de la clase media.
La omnipresencia de dispositivos digitales conectados a Internet está cambiando la educación, uno de los principales pilares de la civilización. Hay un fenómeno de integración convergente del sistema mundial, guiado por la revolución tecnológica de las telecomunicaciones. La nueva revolución industrial (informatización completa de la manufactura y los servicios) implica el pleno despliegue de tres tecnologías fundamentales: Inteligencia artificial, Internet de las Cosas, y robotización. La recuperación del crecimiento mundial en 2017 no tiene un carácter cíclico, sino estructural. Responde a una nueva revolución tecnológica (la “nube” o cloud computing), en la que convergen como nueva revolución industrial las tres tecnologías de la época.
El temor de perder el empleo (del lado de la gente) y tener capacitado al factor humano (del lado del Estado) da un impulso revolucionario a la búsqueda obsesiva por una mejor educación
Hay un cambio de época
Hace medio siglo había un tiempo de aprender y otro para aplicar lo aprendido, el lugar donde se adquirían más conocimientos asociados y se lograba tener experiencia. Pero no todos los días se aprendía algo, eso ocurría de vez en cuando. Hoy, sí se aprende en la diaria. Lo que está en debate es lo que se entiende por aprender. Algunos creen que no es necesario aprender ni saber, porque todo está en google. Para otros es al revés, que de la nada, no sale nada.
El método usado antes para aprender a leer era el de hacer páginas de palotes durante meses. Medio siglo después un niño de 5 años que quiere aprender a leer, puede lograrlo en una serie de You tube llamada El Monosílabo, en pocos días. Hay que adaptar los métodos de enseñanza a las tecnologías disponibles. Cuaderno, lápiz y goma de borrar eran las tecnologías para enseñarnos a leer y escribir. Observe cómo se enseña ahora:
Los juegos fueron progresando, el Flight Simulator permitía aprender sobre aviones sin darse cuenta. El edutainment (educar entreteniendo) demuestra cómo jugar sirve también para fortalecer la memoria. Aunque memorizar tiene mala fama permite contar con puntos de partida. Porque cuanto más uno sabe más descubre que menos sabe y eso estimula la curiosidad. Cómo dijo Sócrates: sólo sé que no sé nada. La confusión que genera la tecnología es cómo replantear el aprendizaje, ya que si bien el saber sigue siendo importante, se ha convertido en el grado cero de la verdad, porque cambia a ritmo vertiginoso. Hoy se precisa valorar la curiosidad, la duda y el cuestionamiento, antes que la transmisión de una verdad que cambia y produce incertidumbre.
Es imprescindible que la educación incorpore en sus programas la educación sobre el uso práctico de la mente. A un soldado se le enseña a manejar el arma, pero a un estudiante se le niega el derecho a aprender a usar su herramienta más importante, su propio cerebro. Las neurociencias deben bajar a la educación. En el banco de la escuela está sentado el futuro de cualquier nación.
Un colegio alternativo
Allí las ojotas son parte del uniforme. En las aulas no hay mesas ni pupitres, sino pequeñas alfombras para llevar a cualquier espacio donde el alumno quiera trabajar. Tienen rincones llenos de libros y objetos de madera para usar en cualquier momento. Se sientan en círculo en el piso alumnos y maestros. Hablan de lo que hicieron el día anterior, cantan una canción, leen cuentos o se explica algún tema. Cada semana es distinta. Los lunes los maestros entregan el plan: una hoja de tareas para hacer y terminar para el viernes, y los chicos tienen libertad para elegir dónde y cuándo hacerlas. Los lunes se designan a los responsables de limpiar el baño, ordenar los materiales o barrer el aula. Las maestras son como guías, están siempre cerca, para ayudar a resolver problemas o explicar lo que haga falta. El sonido de la campana avisa que ya era hora de volver al aula, almorzar o prepararse para ir a equitación, o a la huerta; a la clase de arte, tai-chi o música. Ante las peleas cualquier chico puede pedir un Peace Macker (pacificador), (la maestra o la directora) para que ayude a solucionarlo, sin amonestaciones ni suspensiones por mala conducta. Este proceso no funciona para todos. Algunos se van. Son escuelas diferentes a las convencionales. La mayoría de los que han transitado por estas alternativas pueden, una vez que llegan a la adultez, encontrar lo que le gusta en la vida, porque desde de niños aprendieron a elegir en libertad, a decidir cómo y cuándo hacer su plan semanal. Y eso de poder elegir es una de las enseñanzas que más valoran los adultos de su escuela, porque el niño es el padre del hombre que será.
Recuperar el juego en la adultez
Jugar es la herramienta más importante del desarrollo evolutivo, pero la vamos perdiendo a medida que crecemos ¿Por qué hay que volver a ella? ¿Por qué a medida que crecemos nos convencemos que la seriedad y la adultez son incompatibles con lo lúdico?
“El jugar tiene un lugar y un tiempo… No se encuentra “adentro”… Tampoco está “afuera”… Jugar es hacer… Es bueno recordar siempre que el juego es, por sí mismo, una terapia… En él, y quizá sólo en él, el niño o el adulto están en libertad de ser creadores”. (Winnicott D.)
Para cambiar un hábito nos mueve el deseo de intervenir en nuestra vida para transformarla en crecimiento, bienestar, alegría y en todo aquello inherente a la evolución de nuestra personalidad. Lo hacemos con la convicción de que un mundo mejor es posible. Apostamos a la fuerza transformadora que nos particulariza y diferencia como seres humanos.
Miopía del futuro
Proyectarse es lanzarse al futuro con creatividad para transformar la realidad y hacerla cada vez más bella creyendo con vehemencia que nada se pierde y todo puede ser transformado. Emprender un cambio es abrir opciones, ponerlas en juego y conectarse con las emociones sin temor a perderse en el camino. Es un proceso de facilitar la secuencia SENTIR-DECIR-PENSAR (contacto con las emociones, puesta en palabras y producción de pensamiento).
Cuando somos pequeños, este proceso es natural. En un bebé lo primero que crece es la cabeza. La misma tiene dimensiones desproporcionadas en relación al resto del cuerpo. Es que allí se desarrollan todos los sentidos que le serán necesarios para incorporar el mundo externo y de ese modo construir su mundo interno. A medida que avanza su proceso de desarrollo comenzará a incorporar la palabra y más adelante ya será capaz de construir pensamiento.
El juego es la herramienta más importante porque jugando en la realidad desarrollamos la imaginación, incorporamos aprendizajes, desplegamos la fantasía, nos contactamos con nuestras emociones. El niño construye y reconstruye permanentemente. Arma y desarma sin temor a perder su creación. La silla en un momento es un barco y luego un brioso caballo, el castillo de arena en una pista de carrera. No vacila en desarmar cuando el escenario de su juego necesita otra creación. Las mismas piezas se reorganizan. La creatividad se torna inagotable cuando el juego tiene cabida.
Cuando el contexto no ayuda, la creatividad se apaga, se deja de lado el juego y la capacidad de transformar la realidad queda relegada. Esa capacidad casi innata se archiva. Hacer un cambio, es como comenzar a jugar un juego nuevo, es un proceso de aprendizaje a transitar como cuando éramos pequeños. La secuencia SENTIR-DECIR–PENSAR marca el camino para hacerlo.
Yo soy yo y mis circunstancias
Sería deseable recuperar la capacidad de poner en juego nuestras emociones, pasarlas a la palabra y construir nuevas miradas sobre la realidad que se nos presenta.
Volver a jugar, sabiendo que jugar no es cosa de niños. Con la convicción que jugar es algo serio. Recuperar esta valiosa herramienta y animarnos a jugar. Fromm afirmó que “la creatividad requiere tener el valor de desprenderse de las certezas” y Einstein que, “en los momentos de crisis la imaginación es más importante que el conocimiento”. Estas citas afianzan la idea que sostiene que “lo importante no es lo que nos sucede, sino qué hacemos con eso que nos sucede”. Qué lugar le damos, qué aprendemos y cómo transformamos la mirada sobre el presente.
De niños hemos sido atentos observadores del mundo externo. Construimos de ese modo nuestro mundo interno. Como adultos, es esperable que podamos generar el silencio interior, la calma, la quietud para desarrollar nuestro propio observador neutral.
Volver a jugar es mezclar de mil maneras distintas hasta lograr el proyecto más adecuado, el más brillante, el más movilizador. Utilizar la capacidad creativa y la habilidad para incorporar nuevos aprendizajes nos permite disfrutar de la libertad para descubrir lo nuevo.
La tecnología es más rápida que las instituciones
La sociedad la rechaza mientras trata de adecuarse. La escuela que cuesta cientos de miles millones no produce en consecuencia. Es necesario formar mentes inteligentes que puedan transformar, sintetizar y aplicar el conocimiento. El aprendizaje continuo supone articular las tecnologías de información y comunicación con las emociones y acciones humanas en esta época de crisis, inseguridad y violencia.
Hay que capacitar para compartir las innovaciones en redes que consoliden nuevas competencias sin reproducir las propuestas de los discursos dominantes. Quienes no planifican desde el conocimiento, se convierten en esclavos de planes ajenos.
Transformar el espíritu en materia
Cada persona posee un tipo dominante. El error es dejar de ser auténtico para acomodarse a la realidad. Quien utiliza una brújula interior es más efectivo que el que sólo domina una competencia. La educación formal pierde la oportunidad de desarrollar el genio que todos llevamos dentro. Para trabajar en equipo, se debe identificar al inventor que aporta las ideas, al innovador que las materializa, al estabilizador que genera la rutina y al armonizador que los conecta con el mercado. Las preferencias deben complementarse.
La energía espiritual se convierte en materia al descubrir la inteligencia singular y cuando circula por el carril creativo del cerebro, el generador de las ideas. Luego, el hemisferio izquierdo se encargará de organizarlas en proyectos y convertirlas en resultados. La planificación es el vehículo que transporta los sueños a la realidad.
Un niño al nacer es una página en blanco que desarrollará durante su vida. Los niños son para la sociedad como las divisiones inferiores para el fútbol. Los resultados del equipo profesional dependen de las divisiones inferiores. Si la materia prima se exporta el país sufre. Las ligas internacionales son las que se quedan con las ganancias. Los países en los cuales se vive mejor en el mundo son lo que hicieron de la educación y de la igualdad de oportunidades su política de estado.
Además es un buen negocio
Hay alta deserción en la Universidad. Sin examen de ingreso, la selección la hace la misma universidad, cuando los chicos ya ingresaron. Otro problema es la baja preparación con la que salen de la secundaria. A esto hay que sumarle la crisis vocacional (no saben lo que quieren), y que no saben estudiar (carecen de técnicas que faciliten el aprendizaje). Es decir que fallan en el qué y en el cómo. No saben qué estudiar ni cómo hacerlo, y eso los lleva a elegir carreras blandas y a desertar en el camino. Su autoestima queda dañada y su futuro incierto.
Todos los datos afirman que es mucho mejor nivel económico de los graduados universitarios que el de los que no lo son. Cientos de miles de alumnos del último año del secundario deben decidir si seguirán estudiando o no. Y el mensaje pareciera ser que, formarse, es una inversión muy rentable. Adquirir conocimientos es siempre la mejor inversión de dinero, tiempo y energías que uno puede realizar, ya que se repaga sola a lo largo del tiempo. Su rendimiento es impresionante y no sólo por acceder a un mejor ingreso en el futuro. También da una visión diferente, aporta contactos, permite pararse de otro modo en la vida. Es invertir en uno mismo.
Esta es la hora de aprender, de aprender que estudiar es invertir. La educación es la industria pesada de cualquier nación, porque es industria que fabrica los ciudadanos del futuro.