Hablar en público. Si usted ha sentido como su cuerpo experimentaba un leve escalofrío al leer esas tres palabras probablemente tenga miedo escénico a ponerse delante de un auditorio para transmitir una idea.
El periodista Javier Reyero, autor de `Hablar para convencer´, señala que “Estamos muy cohibidos… los españoles tenemos un sentido del ridículo exacerbado, algo que resulta poco práctico para la oratoria profesional”.
Para mejorar hay necesidades evidentes: intentar ser claro o confiar en nosotros mismos. Pero ¿y si utilizamos el humor? ¿qué pasa si intentamos provocar una sonrisa? Hacer reír entretiene y persuade. Muchos de los grandes oradores lo son por tener esa habilidad.
Pero es complejo. De lo contrario en Estados Unidos, por ejemplo, no existirían profesionales que se dedican a darle un toque de humor a discursos de convenciones, encuentros o conferencias para que calen más hondo.
Graham Davies, experto en comunicación y autor de `Aprenda hablar sin miedo´ determina que “en un discurso de negocio el humor sólo constituye un éxito si divierte a su público y le ayuda a alcanzar a su punto de llegada”. En este caso el humor es un medio, no un fin en sí mismo. También hay que saber usarlo. Demasiados chistes desvirtuan el mensaje. Como dice Oscar Wilde “el humor es caviar, no lo extienda como si fuera mermelada”.
Las herramientas
Graham Davies, en su libro “Aprende a hablar sin miedo” distingue entre varias herramientas para llevar el humor a nuestras intervenciones:
El chiste corto:
La mayoría de expertos lo prefieren ante el chiste largo. En el tiempo de varios chistes cortos contamos sólo uno largo. La proporción entre tiempo usado y risa nos es favorable. Además, si falla su repercusión es menor. También hay que tener cuidado, un uso excesivo nos haría parecer comediantes.
Referencias a la actualidad:
Davies distingue entre las generales y las locales. Las primeras son gags con fecha de caducidad, ajustada a los grandes titulares de los medios durante un periodo de tiempo concreto.
En cuanto a las referencias locales se trata de una herramienta muy apreciada por el público. Denota una implicación del emisor con sus receptores. Eso sí, hay que cuidar cómo las hacemos, nuestro auditorio es protagonista.
Insultos:
Es la herramienta más peligrosa. Su uso puede granjearnos la incomodidad de nuestros receptores. Para Davies el secreto pasa por que los que se emplean hagan cosquillas como una pluma y no que se claven como una lanza.
Citas: Prohibido.
Davies afirma que las grandes citas que encuentre ya las habrá usado antes anteriormente. Le recomendamos que no relea el tercer párrafo de este artículo.
Sea preciso, una palabra fuera de sitio puede estropearlo todo.
Conseguir un discurso que atraiga gracias al humor depende de estas herramientas, pero también de cómo las usemos. Para eso hay que recordar tres conceptos clave. La precisión, la confianza y la rapidez.
A la hora de hacer un gag una palabra fuera de sitio puede estropearlo todo, si dudamos o vacilamos también daremos al traste con nuestras intenciones. Para adquirir esas habilidades Davies recomienda tres cosas: practicar, practicar y practicar. Cuando se canse siempre podrá leer los 10 mandamientos de entretenimiento de Billy Wilder (recuerde que los nueve primeros eran no aburrirás).
La risa: una cuestión química
En `The Power of Humor, Health´ Harris DeWese afirma que las compañías han aprendido que las personas felices y con humor reducen las hormonas de estrés. El humor favorece un buen ambiente en nuestros lugares de trabajo. También nos predispone a la recepción del mensaje.
Algunos estudios aseguran que con la risa se activa regiones cerebrales que nos hacen recordar el mensaje que venía con ella
por Ana L. Serrat. CanalCEO
Fuente: Pensamiento Imaginactivo