La diferencia entre quien se encuentra en emergencia intelectual y el que no, es que el primero lo advierte y el segundo actúa sin darse cuenta de su estado.
Con buenas razones para sostener su punto de vista el cerebro engaña y se engaña a sí mismo. La realidad está ahí pero lo que le importa es la percepción. Y así se aleja de la realidad y de la verdad.
Las tensiones de la vida moderna generan ansiedad y lo que más angustia es la seguridad de la muerte. Antes se atendían las partes pero surgió la psiconeuroinmunoendrocrinología (PNIE) donde convergen materias que estudian la salud y la enfermedad, la dicotomía entre la mente y el cuerpo.
Se recobra la versión holística de la medicina hipocrática, sin olvidar la singularidad. Para colmo de males en las relaciones familiares y sociales encontramos seres que parecen normales pero que son antisociales, insensibles a los derechos de los demás, intolerantes, irresponsables al expresar sus demandas, sin remordimientos ni culpas. Son lobos disfrazados de corderos, pero seductores.
Se basan en la deshonestidad y en el engaño, manipulan sin que se lo advierta. La emergencia intelectual que producen se conecta con los sentimientos que generan: miedo a la soledad, a la vejez, a la inseguridad. Las trampas mentales son los prejuicios, hábitos, emociones, que impactan al cerebro sin que lo advierta y que lo llevan a actuar sin tomar conciencia de su existencia.
La mente juega contra la razón
El cerebro busca y cree encontrar, patrones y conspiraciones inexistentes y suele atribuirles un significado divino o cósmico, así como afirma coincidencias que no son tales y encuentra relaciones de causalidad donde hay casualidades. Cree que puede orientar los hechos en favor o en contra de lo que desea. Muestra de ellos es la importancia que atribuye a la oración y la plegaria por la salud de un enfermo y cree que hay relación de causa y efecto entre rituales, gurúes con poderes y acciones personales en resultados que son de naturaleza aleatoria.
Sesgo cognitivo
Es un efecto mental que genera una desviación al procesar lo percibido, una distorsión que lleva al error de juicio, a la interpretación ilógica, a la conducta irracional.
Existe la necesidad de emitir juicios para asumir una posición rápida ante ciertos estímulos, problemas o situaciones. Por otro lado hay una racionalidad limitada o incapacidad de procesar toda la información. De ahí se filtra la respuesta subjetiva. Si bien puede conducir a errores graves, también favorece acciones más eficaces o a adoptar decisiones rápidas cuando la situación lo exige.
El sesgo retrospectivo consiste en modificar el recuerdo de lo que antes se creía al conocer el resultado. (Ahora cree que sabía lo que iba a ocurrir). “Con el diario del lunes” es la frase sobre los que hablan recién con el resultado puesto. El sesgo de correspondencia es sobrevalorar los motivos personales para explicar la conducta de otro, sin considerar los motivos externos como el rol o las circunstancias. (Lo hizo porque le convenía). El sesgo de confirmación consiste en buscar o aceptar sólo la información concordante con lo que uno cree. (Esto tenía que pasar). El sesgo egoísta es atribuirse los éxitos y culpar a los demás o al contexto cuando se fracasa. (La victoria tiene muchos padres y la derrota es huérfana) El sesgo del falso consenso es creer que lo que uno piensa es lo que piensa la mayoría. (Todo el mundo está de acuerdo). El sesgo de memoria altera el contenido del recuerdo y notifica hechos que son erróneos. (Lo recuerdo perfectamente).
La gran simulación
Para adecuar la realidad a lo que uno cree se lentifica la búsqueda de pruebas, se piden largos informes periciales, se habla menos con los testigos que con los sospechosos, casi siempre sin llegar definiciones. Cuando conviene al argumento estira los tiempos o mete o saca temas del freezer. Actuando de este modo son ovacionados por los miembros de su cofradía.
El viaje al sentido común
Un viaje hacia el sentido común es difícil de hacer luego de tantas anomalías que llevan a perder el sentido de la realidad. Pseudoprogresistas socavan en lugar de honrar las garantías y con demagogia practican sus antípodas aun conociendo la realidad. La sociedad fábrica asesinos y la Universidad profesionales que ven con un solo ojo. Son combinaciones explosivas que nadie sabe o que no quiere o no puede desactivar
Epidemias silenciadas
Mueren más personas jóvenes en accidentes de tránsito que por asesinatos. Sin embargo no figuran en las preocupaciones de la mayoría. El cerebro involuntariamente conspira para que no se adopten mayores precauciones. El sesgo cognitivo conocido como ilusión de control, hace sobreestimar sensación de seguridad por el simple hecho de que es uno mismo el que maneja.
Lo que no se mide no se puede mejorar
Hay una nueva tendencia para contrarrestar el efecto de las fallas cerebrales y aportar un poco de objetividad en la solución del problema. Usando la tecnología se colocan sensores en los autos, y eso permite detectar las maniobras imprudentes y medir cuán bien se maneja. Todo lo que se mide, mejora. El simple hecho de dar visibilidad a una variable y recibir el feedback modifica la conducta y genera avances. Tener un sensor y saber que cualquier maniobra brusca será detectada, afecta el puntaje y acentúa las prevenciones. Y ante el olvido, una app en su celular se ocupa de que tome conciencia y hacerlo volver a la buena senda.
Este sistema permite a los padres saber cómo manejan sus hijos cuando lo hacen sin su presencia.
Accidente o negligencia
Cuando algo se puede prevenir, no es un accidente, sino una excusa que ayuda a evadir la responsabilidad personal en su ocurrencia. Tomar acciones para controlar las fallas cerebrales y reducir las muertes puede ser una política de Estado. La tecnología puede hacer más seguros los autos, pero no compensa el manejo temerario. Medir cómo se maneja ayuda a advertir que uno es parte problema y pueda decidir ser parte de la solución. Lo importante es que si se cree mejor que el promedio en algo, se anime a poder verlo en números y con sus propios ojos.
No es lo mismo conocimiento que sabiduría
El conocimiento sirve para ganarse la vida; la sabiduría ayuda a vivir. La experiencia es algo que le ocurre a la persona, en general no se planifica y marca un eslabón en la cadena de su vida. Deja una huella. La experiencia implica la responsabilidad de elegir una actitud, tomar una decisión y responder por las consecuencias.
El experimento, en cambio, es un evento previsto y dirigido a producir un resultado, a confirmar o corregir una hipótesis, a partir del mismo. No es igual vivir una experiencia que participar de un experimento. Del mismo modo en que no lo son el conocimiento y la sabiduría.
Elliot se preguntó una vez: ¿dónde está el conocimiento que se perdió con la información? y ¿dónde está la sabiduría que se perdió con el conocimiento?
La sociedad es inconsciente a que, ante una tecnología que cambia velozmente, no basta con adquirir habilidades. Hay que enseñar y aprender a pensar para ver más allá de lo inmediato, a mirar la vida en su conjunto y en su diversidad, y no atender a un único punto creyendo que es el todo.
El especialista tiene un martillo y sólo puede ver el clavo, sabe más y más sobre menos y, por último, sabe todo sobre nada. El conocimiento sólo puede incorporarse a través de la experiencia, no hay otro modo de saber. Se puede conocer mucho y saber poco. Sabiduría es aprender a hacer algo mejor con la experiencia. Y anteponerle el experimento aumenta el conocimiento pero no entrega las herramientas para abordar el amplio espectro de alternativas que la vida propone.
Emergencia intelectual
La diferencia entre quien se encuentra en emergencia intelectual y el que no, es que el primero lo advierte y el segundo actúa sin darse cuenta de su estado. La gente no puede ser puramente racional y comete fallas, pero se puede sostener una duda metódica ante cada una. Noticias contradictorias, datos de dudosa interpretación, argumentos falaces, señuelos; la realidad se encarga de provocar los todo el tiempo con el peligro de incentivar errores de juicio.
A veces el ajuste lo hace el cerebro; en otras ayuda el entorno, y otras veces nos protegen las leyes de seguridad en el tránsito, las que obligan a las empresas a transparentar la información de sus productos, las que exigen a los bancos mostrar todos los costos financieros en sus préstamos, las que obligan al ahorro forzoso para ahorrar para la jubilación, mediante los aportes obligatorios, las que prohíben el consumo de sustancias adictivas, y algunas políticas que se meten en las decisiones diarias de los individuos, para minimizar la ocurrencia de posibles sesgos cognitivos.
Por un lado, no todos los sesgos constituyen verdaderos errores. La evolución nos dotó de un catálogo de facultades muy ventajosas para la supervivencia, pero sobrevivir no siempre requiere una racionalidad mecánica. Hay atajos lógicos que ayudan, como elaborar estimaciones en lugar de perder el tiempo buscando resultados exactos. Detenerse a examinar la probabilidad de que una serpiente lo ataque aumenta exponencialmente la posibilidades de esto ocurra. A las fallas naturales del cerebro hay que sumar el cambio acelerado del contexto, para el que no vino preparado.
Momento semilla
Es un episodio traumático en la vida de las personas; un estrés en el que germina una semilla que podría manifestarse en el futuro. La hipótesis bien puede extrapolarse al plano colectivo. Podría decirse que hubo muchos «momentos semilla». Eventos que, vistos en retrospectiva, fueron configurando, no sólo una oposición, sino una transformación. Nadie compra lo que uno vende sino lo que uno cree. Martin Luther King dijo: “Yo tengo un sueño” y era la visión de país que una mayoría tenía. No marchaban sólo por él sino también por ellos mismos.
Cambio o transformación
El cambio viene impuesto desde afuera, es el choque de fuerzas que luchan y está ligado a los «debería»: reducir gastos; dejar de fumar; correr por la mañana. Existe una necesidad (dejar la nicotina) y una resistencia (fumar es un placer). La transformación es la internalización del cambio. No es alguien que lo impone sino decidir ser parte activa. Por eso, toda transformación es un cambio con sentido: el propósito es una fuerza transformadora.
Adopción y difusión de la innovación
Se diferenciaban grupos en función del tiempo requerido para adoptar lo nuevo: los innovadores son los primeros, la mayoría temprana, la tardía y los rezagados. Una minoría se anima a probar la novedad: un producto, una idea o una creencia. Le siguen los adoptadores tempranos y luego una mayoría del 34 por ciento de la sociedad. Cuando se llega a ese %, se produce el giro. Pero, ¿cuál podría ser el propósito que empuja la transformación? La ilusión o la fe en que, tal vez, se logre finalmente trascender el destino de las múltiples tragedias.
Metodología intelectual
El Sistema 2 (el lógico), posterga las gratificantes sugerencias del sistema emocional, invierte en un esfuerzo cognitivo, e intenta resolver problemas complejos. Los errores tienen la virtud de aparecer de forma inadvertida para la mente consciente. Tienen un carácter irresistible, y se dan sistemáticamente si concurren las circunstancias adecuadas.
La ilusión de validez afecta a los expertos en entornos difícilmente predecibles, como la política y las finanzas, provocando un exceso de confianza en predicciones infundadas y poniendo en duda a reputados especialistas. El Sistema 1 (el emocional) está preparado para creer, no para dudar y tiene tanto miedo que salta rápidamente a conclusiones precipitadas. Así se entiende el fanatismo y la seguridad dogmática con que se sustentan en la ignorancia, o en evidencia insuficiente, y por qué el escepticismo del Sistema 2, sigue siendo tan impopular. La racionalidad es la capacidad para amonestar a la parte vaga del pensamiento y de develar o domar, los sesgos cognitivos naturales. Una persona “racional” no es ya aquella que tiene una visión del mundo más consistente, ni mucho menos la que es capaz de contar mejores historias. Tampoco es más racional quien rechaza las emociones en nombre de razón desencarnada, sino quien examina sus propios prejuicios y asume que errar es natural. Como dijo Sócrates: “Una vida sin examinar no merece ser vivida.”
Hay 3 técnicas intelectuales:1. Método del abogado del diablo. Se realiza un plan y un análisis crítico del mismo. Así se toma conciencia de los peligros. 2. Método de la indagación dialéctica. Se realiza tanto un plan como un contra plan, del cual se llevará a cabo un debate para conocer los pros y contra. Al final se decidirá si se llevará a cabo y de qué manera.3. Método de la perspectiva externa. Los diseñadores toman como referencia estrategias anteriores de fracaso o éxito que se puedan comparar. De esta manera se podrá evaluar si es factible o no la estrategia.
Saber decidir evita la parálisis por exceso de análisis y las consecuencias de las malas o apresuradas decisiones. Esta virtud se debilita por la arrogancia, por el desconocimiento y por la falta de incentivos. La percepción hace creer que es el sol el que se mueve y no la tierra. El pensamiento natural salta directamente a la acción. Eso puede estar bien para decisiones simples, como elegir la corbata para el traje, pero en asuntos serios o se aprende a plantear el problema o se resuelve el problema equivocado. El intuitivo no tiene que justificarse, juzga a la gente por su cara. El mundo es resultadista pero también se pierde jugando bien. La clave es separar decisiones de resultados.
La escuela y la empresa castigan el error, premian poco al que acierta y no castigan al que provoca daños por no decidir. Incentivan a no hacer nada. El miedo a fracasar inhibe. El que no hace no se equivoca pero tampoco aprende. El deseo nubla la razón, llegar al consenso es muy lento y en grupos adiestrados mejora la decisión. La sociedad de consumo ofrece un radar para imitar a ricos y famosos. Para decidir mejor hay que contar con la brújula interior que permite conocerse, sin eso no se puede decidir con inteligencia. Para Séneca no existen los vientos favorables para el que no sabe a dónde quiere llegar. La emergencia intelectual llegó y está para quedarse.