El film 12 años de esclavitud revive los horrores de otros tiempos. Sin embargo, la esclavitud fue un progreso respecto a la guerra de exterminio. Decía el vencedor: «Tu vida me pertenece, podría matarte. Pero elijo dejarte vivir. En adelante serás mi esclavo y vivirás para servirme». Los esclavos son hoy los prisioneros a los que se les permite vivir.
“Aldous Huxley en 1932 escribió Un mundo feliz. Allí predijo una democracia que sería a la vez una dictadura perfecta; una cárcel sin muros en la cual los prisioneros no querrían evadirse. Un sistema donde, a cambio de consumo y placer, los esclavos amarían su servidumbre”.
Hoy cambió el modo de hacer de las empresas, el progreso se acumula, sumando los cambios, o como una abrupta ruptura. Lo tecnológico tiende a provocar la obsolescencia de lo existente. La tecnología no solucionó los problemas de fondo de la humanidad: pobreza, desempleo, jubilación, contaminación y corrupción. La estructura de la empresa tradicional se ha convertido en un obstáculo para potenciar su capacidad de generar valor.
En la Roma de la época del emperador Adriano surgió un vacío inédito: los dioses se habían extinguido y Cristo todavía no había nacido. La responsabilidad debió ser asumida por los hombres que debían encontrar un sentido y una dirección a sus vidas.
Hoy también la empresa tradicional debe ser reemplazada. Mientras preponderó el trabajo manual, a comienzos del siglo XIX, Taylor, el padre de la administración científica, ideó la medición simultánea de tiempos y movimientos, una división de la destreza física que mejoró la productividad. Separó el músculo (la actividad del obrero) del pensamiento (el diseño de la forma de hacer a cargo del ingeniero). El obrero fue el brazo ejecutor. Esta solución permitía salir de la miseria ya que las empresas ofrecían mejores salarios a los que aceptaban aprender a trabajar con rigor.
La aceptación de tales principios le permitió a EEUU triunfar sobre Hitler reconstruyendo en pocos meses su marina mercante destruida tras el ataque japonés a Pearl Harbor, convirtiendo a sus obreros en fabricantes de barcos. También el Taylorismo evitó la lucha de clases. Mucho antes un invento genial de Ford (1863-1947) logró mejorar la coordinación de las actividades. Fue la línea de ensamble entre las tareas individuales.
El principio de mando y control. El techo del rendimiento individual estaba regulado por ese principio. Y el modo de conseguirlo era el miedo al despido. El que controlaba era el capataz y el gerente el punto más alto de la pirámide. La información subía y la decisión bajaba. Eso hizo lentas a las empresas para reaccionar ante los cambios. Por otro lado, con la aceleración del conocimiento, el trabajador intelectual sabe más que su jefe.
Surgió además un nuevo problema: una cosa es ser eficiente y hacer las cosas bien y otra ser eficaz, que es elegir bien lo que conviene hacer. Es preferible hacer mal lo necesario que muy bien lo innecesario, porque en el primer caso se puede corregir y en el segundo se refuerza el error.
El trabador intelectual. El trabajador del conocimiento no puede separar su tarea en tiempos y movimientos, no es una destreza física. El conocimiento no es un objeto, es un juicio sobre lo observado. Y es acertado cuando responde al cómo se debe hacer.
Para Marx la fuerza física era el sustento de todo trabajo, que era homogéneo y divisible y la plusvalía surgía de que ciertos parásitos se apropiaban de la renta que producían los obreros. Pero Austin en “Cómo hacer las cosas con palabras” afirmó que el lenguaje también permite hacer cosas que sin él serían imposibles. El poder transformador de la palabra lo usan los directivos con sus órdenes y proyectos. En entornos competitivos sólo genera valor el trabajo creativo. Se trata de quienes resuelven problemas o identifican y gestionan oportunidades. Si bien están limitados por los recursos, abren alternativas y precisan generar acuerdos con otras personas para concretarlas. Son profesionales de la palabra.
Del conocimiento saltan a conversaciones generativas, operan ante situaciones nuevas o innovan, diseñando oportunidades de negocios. Los trabajos individuales se articulan en procesos que pueden fracasar si no se coordinan. Tratan de reflexionar y de aprender a mejorar.
Reformular el problema abre el camino de su solución. Las competencias conversacionales pueden desagregan el poder transformador de la palabra. Son las habilidades de saber escuchar, argumentar con solidez, cumplir con las promesas y tener claridad en los juicios. Las conversaciones productivas generan emociones positivas que producen acciones eficaces. La destrucción creativa consiste en que uno mismo haga obsoleto su modo de hacer antes de que lo haga un competidor. Para lograrlo es necesario eliminar la complacencia.
La innovación y el aprendizaje son los motores del desarrollo empresarial. Al aprender del quehacer cotidiano, se inventa lo que debe ser aprendido. Aprender a aprender, es ahora la madre de todas las competencias, porque de ella surgen todas las demás.
El principio de mando y control ponía un techo a la creatividad y en lo emocional prevalecía el miedo al despido. La solución es desplazarse hacia una emoción positiva: la confianza y gestionar por resultados y no por instrucciones sobre tiempos y movimientos. Se trata de dialogar con los que tienen las capacidades para alcanzar los objetivos. Hay que atender a los procesos porque son ellos los que generan los resultados.
El especialista tiene un martillo y lo que ve es un clavo, por ende hay que orientarlo hacia los resultados obtenidos en equipo. Algunos hacen el trabajo, producen valor ya sea en modo creativo o rutinario, otros son facilitadores, coaches que lo capacitan y un puñado de líderes dirigen la organización en su conjunto. El jefe no está allí para ordenar, porque el trabajador puede saber más que él. Su misión es ayudarlo.
Muchas veces se elige como coach al mejor jugador. Pero según el principio de Peters así se llega a su nivel de incompetencia. No están preparados para articular. Aun estando motivada una persona puede no saber elegir qué debe hacer ni cambiar pese a que le va mal. El coach detecta los obstáculos y los capacita para superarlos. Pero los desafíos son continuos y por eso la tarea del coach nunca se detiene. El trabajador debe tomar decisiones, el carácter del trabajo cambió y ya no existe ese tipo de trabajo manual homogéneo al que se le ponía un techo.
El poder transformador de la palabra. Hablar hace que las cosas ocurran. Las competencias conversacionales son genéricas y se protegen de la obsolescencia porque no pasan de moda. Requiere aprender a aprender y reflexionar en la práctica sobre obstáculos y posibilidades. La lectura fue la primera tecnología genérica inventada por el hombre y es imprescindible para aprender cualquier otra. Cuando la conversación con uno mismo difiere de la que tenemos con los demás, se genera desconfianza, dado que tener palabra es una de las cosas más apreciadas en el hombre.
La economía robótica. Reemplazar al trabajador por robots parece ser el signo del futuro. Así los ingresos de los empleados se convertirán en ganancias para las empresas. Un informe de la Universidad de Oxford señala que el 47% de los empleos en EEUU está amenazado por los autómatas. En el siglo XIX, las máquinas reemplazaron a los artesanos y beneficiaron al trabajo poco calificado. En el siglo XX, las computadoras reemplazaron al trabajador de ingresos medios. En las próximas décadas la tecnología sustituirá los trabajos rutinarios. En cambio, los que demandan habilidades complejas resultarán menos afectados. Esto aumentará la desigualdad y reduciría la inversión en capital humano. El argumento de que el aumento en la productividad lleva a una economía más próspera se contrasta con sus efectos negativos sobre el empleo.
Las nuevas tecnologías traen ventajas y desventajas. La educación no es una varita mágica, porque no se sabe qué habilidades serán demandadas.
Durante mucho tiempo los más ricos vivieron a costa de las masas trabajadoras. Con los robots podrán vivir sin explotar directamente a los demás pero indirectamente producirán un caos social. Se precisará redistribuir esa riqueza. El formato podría ser el de un ingreso básico para cada adulto, con financiación para educación y entrenamiento de excelencia en cualquier etapa de la vida. Habrá que enseñar a aprender y emprender.
El auge de las máquinas inteligentes es un momento en la historia que cambiará muchas cosas en el futuro, entre ellas la economía. Sin embargo, su potencial haría posible que el ser humano viva mejores vidas. El que se logre depende de cómo se produzcan y distribuyan las ganancias.
Es resultado negativo sería que produzca una minúscula minoría de enormes ganadores y un vasto número de perdedores. Pero este desenlace se dará si así se lo escoge. No es un destino inexorable ni es necesaria una especie de tecno-feudalismo. La tecnología no define su desenlace. Esto lo hacen las instituciones económicas y políticas. Si las que tenemos no nos dan los resultados deseados, entonces hay que cambiarlas.
Las empresas en términos de empleo buscan robots automatizados que aumenten la productividad y bajen los costos. La naturaleza del trabajo y la economía se transforma, como ya sucedió otras veces en la historia. Los países que acompañen este proceso imparable de manera exitosa podrán prosperar en términos económicos, mientras que otros tendrán que soportar fuertes crisis y aumento en las tensiones sociales existentes.
El factor diferenciador de una sociedad robotizada es que los conocimientos y habilidades (el «know how») se podrán transmitir por Internet. Ahora, cuando un particular o una empresa necesita un especialista (para realizar una reparación) o se desplaza la persona o se desplaza el aparato a reparar. En un futuro se podrán enviar los conocimientos de reparación por Internet a un robot local para que realice el trabajo.
Los robots y los gobiernos. Frente a este panorama: ¿cómo lidiar con la caída del empleo y la redistribución del ingreso que provocará? La mayoría de los bienes tendrán propiedad intelectual. Introducir nuevos productos en el mercado requerirá menos esfuerzo, ya que en las fábricas flexibles y con internet, los robots fabricarán productos variados cambiando simplemente el software. Los emprendedores podrán concentrarse más en su producto y menos en la gestión. La inversión en infraestructura y personal será mínima.
El principal capital será la propiedad intelectual, en un ámbito globalizado y facilitado por la web. La legislación sobre propiedad intelectual cobra relevancia, ya que si coartan los incentivos para inventar, se puede impedir el acceso a los emprendedores. Los Estados tendrán que legislar para que la «nueva ola» no deje unos pocos ganadores y un vasto grupo sin trabajo ni esperanza. El rol del Estado será el gran desafío de esta nueva era.
Crear trabajo productivo. Las changas o los «planes» no dan resultado a largo plazo. Son un paliativo, no una solución. Tampoco lo es aplicar los recursos al consumismo, al gasto, pero no a la inversión en gran escala. Hay que lograr una inversión competitiva y reproductiva que solucione el problema de la pobreza estructural, creando trabajo productivo en gran escala. No es solución el empleo informal sino la creación de empleo formal, bien remunerado y esto requiere grandes inversiones para crear millones de puestos de trabajo. Al aumentar la inversión bruta interna fija al 28-30 % del PBI, en países que guardan esas proporciones de inversión sobre el producto, sus economías crecen dinámicamente.
¿Qué se requiere? Moneda sana, seguridad de las instituciones jurídicas, cumplimiento a raja tabla los contratos y de los marcos regulatorios, educación de calidad para toda la población, cultura del trabajo y un conjunto de políticas de estado consistentes con estos lineamientos. Estas políticas han dado resultado donde se han aplicado. La democracia debe generar líderes que cumplan con el pueblo, no que lo sigan engañando
La bendición del conocimiento. Un conocimiento, hace 10.000 años logró que la naturaleza hiciera lo que el hombre quería. Fue la invención de la semilla Así pudo afincarse y almacenar. Pero los poderosos se quedaron con el beneficio, la maldición del conocimiento fue para los pobres. A fines del xvii un conocimiento nuevo combinó la energía de los combustibles con tecnologías de producción en serie, educación, medios de comunicación y cultura de masas. La riqueza surgió de la ciencia. La economía del conocimiento avanza desechando y creando teorías. La ciencia no se adueña de la verdad pero se acerca. Hoy los recursos de fácil explotación de la revolución industrial se acaban, hay que crear un petróleo verde con energías alternativas no contaminantes. La economía del saber agrega a los recursos tradicionales -tierra, mano de obra y capital- el conocimiento. El tercer mundo debe salir de la maldición del conocimiento y de los recursos naturales aprendiendo de los países desarrollados.
El conocimiento recolector encontró alimentos, el agrario los hizo crecer de la tierra, el industrial los fabricó, el saber usa la mente: pensando, aplicando, experimentando. Detrás de la apariencia de cualquier producto industrial se encuentra el saber que lo hizo posible.
Descubrir el fundamento de la época que nos toca vivir es el desafío del presente. Se precisa un Estado que financie las pequeñas ideas, difunda las mejores prácticas y tecnologías, forme líderes sociales, genere una cultura pro empresa y mejore la calidad de las instituciones.
La confianza disuelve el miedo. La relación entre un carcelero y su prisionero no precisa confianza porque en la esclavitud sólo se necesita capacidad de represión. Las relaciones no forzadas tienen un cemento que las une, es la confianza. El ser del hombre es incierto y se siente amenazado. Cada uno debe hacerse cargo de su ser. El mundo lo condiciona pero cada cual responde de modo distinto. Siempre está eligiendo aun cuando no elija nada. Como necesita darle sentido a su vida, está abierto y es el arquitecto de su propio destino. La forma particular está fundada en el lenguaje, que es la casa del ser. Le permite dialogar consigo mismo y con los demás. La sensación de vulnerabilidad lo lleva a hacer juicios para intervenir y diseñar espacios de confianza, que son los que le brindan alternativas para encarar el futuro. Hasta para levantarnos necesitamos saber que el día será de cierto modo. Se puede actuar para protegerse o innovar con confianza para lanzarse a lo desconocido. La confianza mejora el resultado de la acción y ese resultado aumenta la confianza. Los sistemas que generan cooperación la potencian, así como las normas claras. Información es el dato que interesa. Antes era oral, el alfabeto la expandió y la revolución digital nos saturó con ella. Por eso hoy vale más saber que información es importante y qué hacer con ella. El conocimiento la utiliza para potenciar la acción, es información puesta a trabajar.
T.S. Eliot se preguntó una vez: “¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido con la información? ¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido con el conocimiento?” La información, se asemeja a la bolsa de carbón en la era industrial, donde un dato -el carbón en la mina- se convirtió información útil. El conocimiento transforma el carbón en acero. La sabiduría agrega inteligencia: usa el acero para construir un puente. La sabiduría une información externa (conocimiento) e interna (experiencia). Es inteligencia aplicada.
El conocimiento se puede transmitir; la sabiduría no, porque nace de la experiencia. Usa el capital intelectual, como señaló Einstein “la imaginación es más importante que el conocimiento”. Sin sabiduría no se puede generar valor. En la creactividad – el creador que es el imitador de Dios en la tierra se asocia con el intelectual que trabaja con conceptos y palabras, y con el hombre de acción que lo hace con personas y cosas.
El conocimiento otorga confianza, los valores influyen sobre los juicios y cuando son compartidos se incrementa la confianza en el sistema.
Así en Silicon Valley, en California, hay jóvenes talentosos que creen que están inventando el futuro. La empresa del futuro se orienta al sentido de trascendencia. Hoy es este nuevo sentido del trabajo es el que le está dando un nuevo sentido a la vida.
Dr. Horacio Krell CEO de Ilvem. Mail de contacto: [email protected]