La atención comienza con adaptarse a la tarea, sigue con el precalentamiento, la prefatiga y la fatiga. Lo adecuado es interrumpir antes.
Observar es mucho más que ver, es saber dirigir la atención de una manera inteligente y también descubrir lo que para otros es inexistente. La segunda etapa es persistir y evitar que la mente, por naturaleza vagabunda, pierda la oportunidad de sacar provecho de lo observado.
Un ejemplo histórico de la atención complementaria fue la manzana que impactó sobre la cabeza de Newton. Una atención reactiva o instintiva haría foco en la molestia causada. Otra proactiva, fue la reacción del científico al enfocar su mente en el contexto y preguntarse por qué cayó la manzana. La segunda etapa lo llevó a descubrir la ley de gravedad. Lo curioso es que durante 17 siglos los seres humanos vieron caer objetos sin preguntarse por la causa.
Multitasking
Hacer varias cosas a la vez es un mito. Hoy se compite por captar la atención con contenidos atractivos e información gratuita. Del otro lado del mostrador el receptor tiene una racionalidad limitada y por ende su atención también lo es. El problema es que el cerebro sólo puede hacer una cosa a la vez. Para cambiar de tarea, el cerebro apaga la que está haciendo y enciende la actividad nueva. Al hacerlo consume energía, se cansa y a la larga genera la sensación de burnout o cerebro quemado. Considerando que el día sigue teniendo 24 horas y que la información crece exponencialmente, la solución pasa por mejorar el rendimiento, esto implica aprender a usar el cerebro de una manera que aumente su rendimiento.
Para captar su atención hay que saber lo que le interesa y ser oportuno, elegir algo que lo sorprenda sin incomodarlo, pero que lo descoloque sutilmente. El cerebro en piloto automático evita los estímulos, pero también se pierde de conocer información importante.
Para calcular las distracciones
Si un libro tiene 220 páginas y se pueden leer 110 por día, ¿Cuánto se tardaría en leerlo? Parece fácil de calcular pero al sentarse a leer, la atención es interrumpida en otra dirección, casi siempre hacia el celular: Instagram, correo electrónico, Internet, Facebook , WhatsApp, y el dedo empieza a deslizarse sin ningún objetivo.
Además la mente es invadida por ideas parásitas que la sacan de foco y al volver al texto no se sabe dónde ocurrió la distracción y precisa leer todo de nuevo desde el principio.
Hay que administrar la concentración por diversas causas
Porque la capacidad de atención es limitada, mientras que la memoria operativa es pequeña y solo puede recordar 7 cosas a la vez. Por eso los teléfonos tienen 7 dígitos, si se recibe un número se lo puede recordar, pero si se presentan dos, simultáneamente, no se puede recordar ninguno. Cuando una tarea es compleja esa cifra se reduce. El problema es que el cerebro es propenso a la distracción: la mente es por naturaleza vagabunda. Ante tantas novedades se tarda poco en ser interrumpido por algo o por alguien, y el espacio de atención se llena constantemente, lo cual desacelera el ritmo de trabajo.
Para combatir la distracción cuidar el entorno es la clave. El principal ladrón de tiempo es uno mismo cuando perpetúa las distracciones graves, como no resolver los problemas, dejar abiertas materias pendientes, o mantener malos hábitos, como la constante consulta al teléfono celular.
El estado de flujo
Es poder dedicar toda la atención a una tarea compleja, mientras que la dispersión creativa intencional, deja navegar a la mente para relacionar ideas, planear el futuro o simplemente recargarse. Mientras que el estado de flujo es la clave de la productividad, la dispersión creativa fomenta la generación de ideas o los descubrimientos. El psicoanalista desarrolla una atención flotante, es aquella que genera una mirada distinta e indagadora.
Esta doble capacidad hay que adecuarla a las circunstancias
Cuando es necesario optimizar la agenda, establecer prioridades y reducir las interrupciones, es necesario contar con un método para gestionar el tiempo sabiendo el cerebro está diseñado para tener ideas y no para retenerlas. Las ideas vuelan y se las lleva el viento. Hay muchos “circuitos abiertos” pensamientos, tareas o proyectos inconclusos, y ellos carcomen la atención. Cuando se registran las tareas, proyectos y los compromisos, uno es capaz de dejar de pensar en ellos y concentrarse en el resto del trabajo.
Esto se debe a que no se dejan librados a la memoria, que también es débil.
Una vez que se guardan los pensamientos que distraen, también conviene modificar el entorno y los malos hábitos con el fin de reducir y anticiparse a las distracciones, como poner el teléfono celular en modo avión o bloquear los sitios en los que se suele perder el tiempo.
Cuando se trata de resolver problemas es útil dejar que la mente divague con la dispersión creativa. Cuando la intención es concentrarse, soñar despierto acaba con la productividad. Soñar despierto tiene una potencia increíble para resolver problemas, pero hay que respetar los tiempos en la agenda. El cerebro debe crear su fábrica de ideas y relaciones productivas.
Tener un propósito
Hay lugares a los que la mente podría viajar si se le permitiera hacer lo que quiera, rumiar las tonterías, fantasear acerca de lo bien que uno se sentiría si se le hubiera ocurrido una respuesta ingeniosa, y también insistir en preocupaciones laborales y económicas.
La mente está dispuesta a inclinarse hacia la dispersión, hay que usar esta tendencia estratégicamente. Al llenar el espacio de atención con pensamientos persistentes y no prioritarios, se deja poco espacio para la concentración profunda.
Saber que el cerebro sólo puede procesar una tarea compleja a la vez elimina la presión de manejar múltiples tareas y llenar cada momento con todo lo que sea posible. Para mejorar hay que visualizar el espacio de atención. Los pensamientos empiezan a sentirse más maleables. Escribir las distracciones persistentes y circuitos abiertos, los saca de la cancha y ya no pueden distraer.
Hay que aprender a estar más en contacto con uno mismo y a detener a la mente cuando divaga. Saber cómo funciona el cerebro elimina la presión de manejar múltiples tareas y de llenar cada momento con todo lo que sea posible. Eliminar muchas aplicaciones en las redes sociales y poner el teléfono en ausente durante horas, evita tentarse con revisarlo a cada rato.
El camino hacia la atención plena
La brújula para superar los pensamientos negativos persistentes, creer en las habilidades propias y enfrentar los desafíos con audacia es apelar a la atención plena como camino hacia una conciencia superior. Se trata de estar presente para tomar el control del futuro. Un fenómeno de la época es el reemplazo de la religión, la filosofía y el psicoanálisis por disciplinas que atacan los síntomas y prometen soluciones rápidas.
Mindfulness o Atención plena
Es una forma de meditación que ayuda a convertirse en el maestro de la propia vida. Atención es liberarse de las distracciones y meditar alrededor de un pensamiento o idea. Obstáculos. Una vía de superación que se propone ante las dificultades es dudar de los pensamientos absolutos, creer en las habilidades propias y combatir la autoexigencia. Conciencia. Se trata de encontrar momentos de conciencia en la vida cotidiana, enfocarse en el presente y superar el pasado. Potencial. Es una apelación a tomar el control de los problemas antes que ser controlado por ellos y una búsqueda de confianza en las capacidades que cada uno posee. Maestría. Es el último escalón hacia la conciencia. Después de los errores llega la hora de aprender de ellos y seguir adelante hacia el propósito.
A prestar atención
El conocimiento enriquece, nos hace dueños de lo que aprendemos: “aprehendere” significa agarrar. Para agarrar con todo debemos combinar el intelecto, las emociones, la voluntad, y el cuerpo. El intelecto recibe el saber, lo elabora y lo retiene.
Las emociones generan el interés y el entusiasmo. La voluntad es el querer, la motivación le da la fuerza y la decisión perseverancia.
El cuerpo requiere que los músculos lo soporten y que la respiración lo alimente llevando la sangre a todas las células. La ambivalencia provoca resultados entre la perfección y el fracaso. A las buenas ideas se oponen las obsesivas y parásitas, a las emociones positivas las negativas, a la voluntad razonable la exagerada, a los músculos en equilibrio los excesos, a la respiración profunda y reparadora, la ligera o agitada.
La realidad siempre está ahí, pero lo que vale es la percepción. Prestar atención significa dirigirse hacia algo. Es el momento en el cual el pensamiento se hace percepción. Implica una disposición física y mental para elegir entre los múltiples estímulos internos y externos.
Aprender a concentrarse
La atención comienza con adaptarse a la tarea, sigue con el precalentamiento, la prefatiga y la fatiga. Lo adecuado es interrumpir antes. Para disminuir las distracciones la tarea debe estar al alcance intelectual del sujeto e impedir las preocupaciones excesivas o las pasiones desenfrenadas. Para mejorar la capacidad reflexiva hay que relacionar el hecho con el objetivo buscado, la causa con el efecto, lo accesorio con lo principal.
Para lograr precisión conviene dominar métodos, como los de lectura veloz y técnicas de estudio. Para recordar es imprescindible la atención, no se puede recordar lo que no se ha observado. Hay que utilizar el órgano sensorial predominante y combinar creativamente los sentidos, incluyendo el dibujo de las ideas, la escritura del diagrama y la asociación de las imágenes. La asociación lógica vincula a la memoria con el razonamiento. Repasar el texto sin mirarlo – la repetición activa- disminuye los olvidos provocados por el uso de la fuerza bruta, la que consiste en repetir incesantemente aquello que se desea recordar.
Los afectos
El interés es el factor emocional de la atención, es el primer paso. El segundo es el entusiasmo. Se consiguen enriqueciendo, encendiendo y transformando al estímulo elegido con luces, colores, sonidos, movimientos, variaciones y contrastes. Hay que asociar a los hemisferios cerebrales: el derecho aporta las ideas y las imágenes, el izquierdo construye el relato que las coordina, generando la película mental. Al impacto sensorial el intelecto lo completa con imágenes claras y brillantes, razones contundentes, síntesis precisas, solución de las incógnitas. Para motivar a la voluntad se necesitan buenos métodos, la agradable presentación del material al cerebro, que se remarque lo útil, noble y necesario de la tarea. Es propio de la emoción positiva apartar lo que interfiera con su realización, por lo que conectar la tarea con el ideal y hacer lo que a uno le gusta, produce una concentración automática.
La acción
El que tiene un porque puede superar cualquier cómo. El poder inteligente es el querer con eficacia, ese que relaciona el deseo con la acción. Cuando la voluntad no dirige el proceso, la atención es conducida por el pasado, el medio ambiente o por terceros.
Cuándo alguien se confunde debe guiarlo una pregunta ¿qué es lo importante? De esta manera, se restituye el propósito y la autodeterminación. Cuando la atención se atasca, el truco es situarla en el objetivo. Hay que alinear el foco de atención con la asignación de importancia.
Querer es la palabra más usada
Pero el querer eficaz implica: 1) Superar la abstracción con una formulación concreta de fines y medios. 2) Salir del quisiera enamorándose de la idea, con el calor de la pasión. A idea clara, emoción potente. Puede el que cree que puede. 3) Motivar el querer rodeándolo de recursos y objetivos atractivos.4) Sincerar el querer observando si se quiere de verdad, sin autoengaño. 5) Ejecutar la decisión con eficiencia y control del resultado.
Se potencia el rendimiento de la concentración combinando la visualización creativa del objetivo, con fórmulas verbales precisas y con la claridad y sinceridad de las motivaciones. Hay que poner atención en lo que uno atiende. Muchas veces se pone la atención en lo aparente y no en lo importante. Cómo decía Pasteur el azar sólo favorece a las mentes preparadas.
La concentración es la clave del éxito
Un estudio de la Universidad Carnegie Mellon de Pittsburg (Pensilvania) demostró que si se efectúan simultáneamente dos actividades la efectividad de cada una de ellas disminuye. Dividir la atención es la causa 85% de los accidentes de tránsito y en el estudio, ya que la concentración por definición es mantener la dirección al objetivo. Por otro lado, ante el crecimiento de los estímulos, caben dos opciones: someterse pasivamente ante ellos o atenderlos selectivamente según el interés. Evitar los estímulos impide ser invadido, pero si no se puede levantar esa barrera tampoco se puede capturar lo que es importante. Salir del automatismo y tomar conciencia genera un rumbo. El secreto está en saber cuándo poner o sacar los filtros.
Se puede imaginar a la mente rotando entre una figura y un fondo por selección o por distracción. Existen dos tipos de concentración positiva: la activa que descubre novedades y la pasiva que las enriquece mediante la reflexión y la meditación en estrecho contacto con la memoria. Los peligros de la concentración activa son: la obstinación, la estrechez de miras y la falta de distancia, y el de la meditativa es el divague. Para evitar estas fallas hay que lograr concentración durante la acción y meditación antes de la decisión. El principio rector es saber lo que uno quiere, actuar en consecuencia y controlar los resultados.
Una gimnasia recomendable es fijar la concentración en un tema intentando no abandonarlo por ninguna causa. Luego aflojar la concentración y abrirse a que aparezcan la mayor cantidad de ideas asociadas con el mismo. Posteriormente elegir cada idea y seguir con el mismo circuito de concentración y apertura, sucesivamente.