Se supone que la educación proporcionará trabajo a nuestros hijos y al mismo tiempo es una fuente de empleo actual para los que dependen del sistema educativo. Los principios de la educación aplicables al trabajo fueron consagrados por la UNESCO en su informe sobre la educación del siglo XXI. Allí privilegió las 4 A del aprendizaje: Aprender a ser, Aprender a aprender, Aprender a hacer, a trabajar, Aprender a convivir para promover la cohesión social, la solidaridad y la construcción de las identidades. Saber vivir juntos implica el descubrimiento gradual del otro, de lo que siente y piensa; de la capacidad de trabajar en equipo, de superar los obstáculos y compartir proyectos comunes.
La UNESCO recurrió a la fábula de Jean de La Fontaine: El labrador y sus hijos: «Guardaos (dijo el labrador) de vender el patrimonio, dejado por nuestros padres, veréis que esconde un tesoro.» ¿Y cuál es ese tesoro? La educación es todo lo que la Humanidad aprendió sobre sí misma sobre las virtudes del trabajo a lo largo de la historia: «El padre fue sabio al mostrarles, antes de morir, que la educación encierra un tesoro.
Know-how. El saber hacer conecta educación y trabajo. Porque Aprender sin saber hacer es no aprender nada. Antes de ir a la escuela aprendemos imitando el ejemplo familiar. Enseñar y motivar es un arte que todos los padres deberían aprender. Muchos profesionales no saben decidir sobre temas de su competencia. El sistema educativo no los prepara para trabajar, para vivir experiencias como protagonista, lo trata como a un espectador.
Estar sentado escuchando al maestro es antinatural ya que fuimos diseñados para estar en movimiento. No hacen, no se equivocan, pero tampoco aprenden. Para aprender hay que errar y distinguir el error bueno que es el error nuevo. El hombre es el animal que choca dos veces con la misma piedra. Aprender es arriesgar y la pasividad no tiene riesgos.
Para Einstein locura es querer mejorar haciendo lo mismo. Edison agradeció a sus 999 errores cuando inventó la lámpara eléctrica. Aprendió qué errores no debía repetir.
Los costos de la baja productividad. Según Willian Baumol la “enfermedad de los costos” afecta al arte, a la educación y a la salud. Ejecutar un cuarteto de cuerdas de Mozart en 1990 requería la misma cantidad de músicos que en 1790. La productividad de los músicos no aumentó en esos 200 años. El desarrollo tecnológico del transporte redujo la duración de los los viajes, pero no mejoró la capacidad interpretativa de la orquesta.
Cuando la productividad de la mano de obra no crece, su costo crece en demasía.
La tecnología sube por el ascensor; pero la educación sube por la escalera. Por eso, si resucitara un maestro contemporáneo de Mozart podría dar sus clases sin problemas
El resultado es que la educación se hace más cara que los demás bienes y servicios. En los 80, el gasto educativo argentino fue del 3% del PBI, 4% en los 90, mayor al 5% en los 2000 y el 6% en 2013. Pero el desempeño no estuvo asociado con el gasto. Según las evaluaciones PISA para alumnos de 15 años en matemáticas, lectura y ciencias; ocupamos el puesto 58 entre 65 países. Muchos no comprendieron textos ni razonamientos básicos.
Las diferencias de aprendizaje están determinadas por las desigualdades entre las escuelas.
Se precisa mejorar la calidad de la enseñanza y garantizar igualdad de oportunidades para aumentar las expectativas de progreso. Hay que entender que conocimiento no es algo que se tiene sino lo que se hace con eso que se tiene. Esa la diferencia entre crecimiento y desarrollo. Conocer no es saber muchas cosas, para el mundo laboral saber es saber hacer.
Vale la tecno, pero más vale el maestro. La fotografía de los cambios, son las nuevas palabras que incorpora el diccionario. Son fotos forzadas por la evolución. La Fundación del Español Urgente (Fundéu), acaba de recomendar que se admitan anglicismos de la cultura tecno como wasap y wasapear, derivada WhatsApp sistema de mensajes gratuitos que utilizan 250 millones de personas. Marca la presencia de la tecnología en la vida diaria.
Según el Pew Research Center de Washington, el 87% de 2.500 docentes consultados consideró que la tecnología provoca distracciones y períodos de atención muy breves.
No se pueden manejar las destrezas del pensamiento sin concentración.
El National Bureau of Economics, llegó a una conclusión más contundente: después de evaluar a cientos de chicos, afirmó que la tecnología no mejora el rendimiento académico. Muchas universidades decidieron apagar laptops y celulares, según The Washington Post.
No es la tecnología la clave del aprendizaje sino la capacidad de seleccionarlas y enseñarlas lo que mejora la capacidad. La escuela selecciona saberes. Si la escuela no enseña a leer, comprender y producir un texto no lo va a hacer una computadora, por moderna que sea.
Candidatos al empleo. ¿Una persona con buena letra, ortografía, gramática y memoria para las tablas de multiplicar es un candidato mejor que, alguien que sepa configurar una red, establecer un calendario Google y poseer destrezas informáticas?
Habilidades del pasado, como multiplicar, se consideran un logro intelectual valioso. Usar un celular para multiplicar, no parece bueno. Se enseña que Google está lleno de basura.
En los exámenes, los alumnos tienen que reproducir datos de memoria. No pueden hablar entre sí ni usar otros recursos ni, por supuesto, Internet. Pero, cuando deban trabajar, se les exigirá que resuelvan problemas en equipo y usando todos los recursos imaginables.
Se les pagará por solucionar problemas, no por usar lo que les enseñaron en la escuela.
Los métodos milenarios pueden ser románticos pero obsoletos, hay que reemplazarlos.
El cerebro crea hábitos con lo bueno del pasado y una memoria que añora los viejos tiempos. Se olvida que es peligroso construir un presente usando vaguedades.
Si los exámenes se basaran en resolver problemas como ocurre en la vida real, el sistema educativo serviría para trabajar. Hace falta evaluar de otro modo, usar Internet y colaborar.
Los contenidos de los programas tendrían que ser diferentes. Menos memoria de hechos, cifras y fechas, y más preguntas que disparen respuestas interesantes: ¿De dónde salió el lenguaje? ¿Por qué se construyeron las pirámides? ¿La vida en la Tierra es sustentable?
La capacidad de encontrar información con rapidez se convertiría en la habilidad básica.
La destreza de seleccionar alternativas y utilizar los datos para resolver problemas es esencial. No basta con mejorar la escuela, hay que reinventarla para reconstruir el futuro y
pensar como cuando éramos niños. Porque el niño es el padre del hombre que será.
De qué vas a trabajar cuándo seas grande. Los padres casi no influyen en la elección de la carrera. El 7% de los hijos los consulta, el 74% elige carreras nuevas en la web.
La frase: decime, ¿de qué vas a vivir?” marcó generaciones. Hoy sólo 2 de cada 10 son influenciados por sus padres. Antes los padres tenían más protagonismo.
Hoy se charla menos y se aconseja poco. Los padres inciden cada vez menos porque el tiempo del adolescente está atravesado por las redes sociales. Hay un desfasaje entre los saberes de los chicos y adultos. Los padres no tienen claro qué aconsejarles que estudien. Los chicos se forman en una cultura que considera la educación como beneficio inmediato. Buscan el conocimiento rápido, fácil y entretenido para maximizar el costo-beneficio.
Se mueven con mayor autonomía. Antes era más común que averiguaran con sus padres, Muchos se animan a abandonar la profesión familiar, aunque el despacho o el consultorio de mamá y papá supongan una inserción fácil en el mercado. Hoy la tranquilidad no le gana al gusto. Muchos padres han sufrido fracasos, quiebras y crisis, por lo que los chicos saben que son vulnerables y no los dueños de la verdad. Cada vez más hijos no siguen la profesión paterna o directamente no estudian. Descartan carreras que les interesan porque hay una materia que no les gusta. Algo que nadie hubiera hecho un par de décadas atrás.
La decisión sobre qué carrera seguir debe tomarse en forma autónoma: un joven debe sentirse libre de asumir sus deseos, aun cuando sus padres hayan depositado en él sus propios ideales. Esos padres no podrían decirles qué carrera les aseguraría trabajo.
Mi hijo el dotor. La clase media es una reserva de talentos y debe buscar en sus entrañas cómo relanzarse para que sus hijos vuelvan a la cultura del estudio y del trabajo, al ahorro, a tomar conciencia que dormir es necesario, porque mañana hay que levantarse a las 8.
Que puedan crear una juventud sana, que salga del ruido, de la droga y la ignorancia. Que se entregue al estudio, al deporte, a la cultura, a la familia, como retrata «Mi hijo el dotor», el libro que escribió Florencio Sánchez en 1930. Un adulto podía alentar en sus hijos una profesión, un universitario tenía garantizado el prestigio y el ascenso social.
Los padres de hoy ya no tienen ideales porque tambalean sus propias certezas.
Steve Jobs, genio, inventor, autodidacta, siempre cuestionó los procesos educativos formales. Y Bill Gates abandonó la universidad porque lo aburría. Eso, sumado al aumento de la oferta de nuevas carreras, hace que los padres se convenzan de que nada asegura la inserción laboral. Ese escenario ubica a los chicos en un buen lugar: tienen la libertad de elegir a dónde quieren llegar, es decir los ubica en el lugar de aprender a ser.
Las tecnologías genéricas. Leer es fundamental para el trabajo. El 35% de la jornada laboral está asociada a la lectura o a la escritura. Leer hace bien porque nos vuelve más inteligentes, es bueno para el cerebro y preserva del deterioro cognitivo, de la pérdida de memoria y de la demencia en general, sobre todo en la gente mayor. Según una encuesta realizada, sólo del 11% de los argentinos se reconocen como lectores frecuentes. El relevamiento indica que las mujeres y los solteros leen más. El nivel socioeconómico también influye en el hábito: el 19% de los sectores altos contrasta con el 6% de los sectores bajos. Las personas que más leen tienen entre 25 y 34 años.
Un estudio reciente, publicado en Neurology, la revista médica de la Academia de Neurología de los EEUU, prueba que las actividades que estimulan el cerebro como la lectura, la escritura y actividades afines, preservan las funciones cognitivas. Ejercitarse desde la infancia es importante para la salud del cerebro a edad avanzada. Los resultados demostraron los lectores presentaron una tasa mejor memoria que los no lectores. Descubrieron que la actividad mental representó casi 15% de la diferencia, lo que demuestra la importancia de mantener el cerebro ocupado. No debemos subestimar los efectos de incluir en las actividades cotidianas la lectura y la escritura.
¡Cómo podés vivir en semejante desorden! Según el psicoanalista Sergio Zabalza un motivo de discusión con hijos adolescentes es sobre el orden y la limpieza en el cuarto. Ropa sucia, restos de comida, colillas de cigarrillo, papeles, revistas. Es visible el desorden del joven y el rechazo del adulto. Muchas madres ingresan al cuarto para limpiar y ordenar. Pero tarde o temprano el cuarto vuelve al orden que necesita el joven. En la adolescencia se abandona el cuerpo de niño para construir el de adulto, con esa mezcla un adolescente teje, urde y construye su propia imagen. Su cuarto es una metáfora del cuerpo. No hay que adoptar una actitud indiferente. Está bien que sepa que nos molesta. Pero ¿cómo hablar?, ¿sugerirle u ordenarle? Ir para que nos obedezca, es ir mal. Hay que entrar al desorden con respeto. Sentarse a su lado, escucharlo, saber en qué anda, qué sitios visita, ser permeable a lo que construye. Y preguntarse qué desorden propio se oculta tras la exigencia del orden.
La parte práctica. La información es necesaria pero no suficiente para el conocimiento. Almacenar recetas, no te hace cocinero. Es información externa y sólo cuando se hace propia se convierte en experiencia. La información, no permite tomar decisiones o actuar. Para eso hace falta el conocimiento y el proceso de conversión se llama aprendizaje. Se necesita practicar repetidamente. La decisión parece obvia. Acumular información es un proceso sencillo, acumular conocimiento no. Leer y escuchar deben ir juntos con imaginar y hacer. La experiencia de terceros es clave. Newton dijo que no era un genio sino que estaba parado sobre las espaldas de gigantes. La vida es muy corta para aprenderlo todo a los golpes. Uno de los dilemas actuales es cómo lidiar con la sobredosis. El conocimiento es una experiencia propia, algo que nunca alcanza y que nadie puede aprender por uno.
Bill Gates tuvo el número mágico: 10 mil horas de práctica. Fue a una escuela secundaria con internet cuando pocas la tenían. Cuando Harvard lo aburrió se retiró sin obtener su título. Era brillante, pero otros chicos también lo son. El deber del Estado es nivelarlos. Los chicos asiáticos estudian más que los occidentales, condición básica para rendir en ciencias. Su herencia de trabajo duro deriva del cultivo de arroz. Según reza el proverbio chino: Nadie que se levanta antes del amanecer 360 días al año deja de hacer a su familia rica. En Occidente, las vacaciones son parte de la cultura. Los niños pobres sin ir a clase, decaen por falta de estímulo. Una escuela marginal del Bronx aumentó el 60% las horas de clase y mejoró tanto que el 80% ingresó a la universidad.
Movilidad social. La generación actual tiene menos movilidad social. La política educativa no asegura el aprendizaje para todos. Sin una buena escuela pública, no hay movilidad y sí exclusión. La justicia social implica igualdad de oportunidades. Desigualdad y pobreza marginan de la educación y por eso del mundo tecnológico y del trabajo.
Son muchos, son los más pobres, hijos de pobres que tendrán también hijos pobres, condenados a la reproducción de la pobreza. Es difícil el crecimiento económico cuando se derrocha el principal activo de las nuevas tecnologías: el capital humano.
En la globalización es crucial la capacidad para adquirir, procesar y aplicar conocimientos en un mundo laboral con rápida transformación de las destrezas. El escenario del trabajo se replantea continuamente, para mantener la competitividad no alcanza con especializarse en algo, sino en la capacidad de adaptación a una tecnológica en rápida transformación.
Lo que no se mide no se puede mejorar. Hace 20 años estábamos mejor que Brasil, hoy somos una nación que atrasa. Ellos evalúan sus resultados, se superan e incentivan al docente. El examen de ingreso a la universidad es obligatorio. Su programa IDEB hace bench marking, se compara con la excelencia, para alcanzar en 2022 el nivel de un país desarrollado. El siglo XIX fue el de la escuela primaria; el XX de la secundaria y el XXI será el de la universidad. Mientras los nuestros, sin examen de ingreso preparan viaje de egresados, los brasileños se preparan para rendir el Examen Nacional.
En la sociedad del conocimiento prosperarán las naciones capaces de asegurar la calificación del capital humano que es más importante que sus recursos naturales. En las naciones que lideran, más del 40% de los jóvenes tienen título universitario.
Dicen que nosotros ganamos en inclusión social. Pero nuestra receta no sirve, porque los pobres no terminan la secundaria. La igualdad de oportunidades se logra promoviendo calidad e inclusión, fortaleciendo la primaria y la secundaria. Hay que ayudar a los jóvenes a ingresar al mundo globalizado, a través de la cultura del esfuerzo y el estudio. Si una nación emergente quiere superar la etapa primaria, con bajos salarios y exportación de materias primas, tiene que mejorar a su fuerza laboral y acumular capital humano.
Ciencia sin Frontera, tiene como meta 2015 tener 100.000 graduados brasileños estudiando en las mejores universidades del mundo. Hace décadas Brasil acudió a profesionales extranjeros para encarar la exploración petrolera, la investigación agropecuaria y la industria aeronáutica. Hoy es una nación líder en la materia.
El IDEB se utiliza para que todas las escuelas avancen según las metas. Cualquier padre en puede ingresar por Internet en esta información. Lo mismo ocurre en Colombia, Chile y México. La información sobre la situación de las escuelas permite diseñar iniciativas eficaces. La evaluación por escuela es un instrumento para implementar medidas efectivas, no para tener un simple ranking de los primeros y de los últimos. Nuestros niños sin acceso a una educación de calidad no encuentran las puertas abiertas hacia un futuro mejor. Se prohíbe la participación de los padres en la educación que reciben sus hijos. El artículo 97, de la Ley 26.206 de Educación sancionada en 2006, establece que “la política de difusión sobre los resultados de las evaluaciones resguardará la identidad de los alumnos, docentes e instituciones educativas, a fin de evitar cualquier forma de estigmatización”.
El Ministro de Educación, Alberto Sileoni, señaló respecto al Índice de Mejora de la Escuela Secundaria, que “este índice no será ni competitivo ni punitivo, pero servirá a las escuelas, a los directivos, al cuerpo docente, para detectar en qué trabajar, qué reforzar y qué modificar ¿Quiénes pueden tener más derecho a conocer el nivel educativo de las escuelas a las que concurren sus hijos y el de los docentes, que los padres?
El ex viceministro del Ministerio de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, destacó la principal dificultad para conseguir trabajo es que la mitad no terminó el secundario; que no cuentan con habilidades blandas que piden las empresas (como cumplir horarios y jornadas de ocho horas) y que no hay una política de acceso al primer empleo. La Generación ni-ni’ (no estudian ni trabajan) son marginados del sistema educativo y del mercado laboral. Dan cuenta de una dinámica estructural de exclusión social que es sostenida en el tiempo.
La generación NINI. El porcentaje de deserción en la escuela media es del 48%. Los jóvenes que no trabajan y estudian con atraso son 3.017.349. Los jóvenes que no trabajan ni estudian son 992.680. De ellos 438.703 son pobres y 174.418 indigentes. La repitencia, el bajo rendimiento y la deserción denotan un descenso de calidad. Las desigualdades de recursos reducen las posibilidades de las escuelas pobres. Tampoco brindan servicios de orientación escolar, vocacional y ocupacional, técnicas para aprender a estudiar.
QS World University, señaló que no hay universidad argentina que figure en el top ten en América latina. La de San Pablo es la mejor y la UBA descendió al undécimo puesto.
Como las posibilidades de acceder a un empleo en Argentina son precarias o informales, muchos jóvenes viven un presente desalentador y un porvenir incierto. El problema compromete al futuro del país. En total, son 2,5 millones y medio de personas que, en los mejores años de la vida, se diluyen entre la improductividad y el desánimo.
El período de bonanza de la economía no originó una política integral que sirviera para promover los estudios ni su inserción laboral. Cuando crecen las dificultades en la producción y el comercio, los primeros en quedar desempleados o precarizados son los más jóvenes y, a la inversa, cuando hay recuperación, son los últimos en poder reinsertarse.
«No hacer nada» los estanca en experiencias y en conocimientos, acentuando el riesgo de exclusión social. La hora que vive el país demanda mucho de la enseñanza y de las opciones que se abran a los jóvenes. La educación tiene que constituirse en centro real de la preocupación colectiva, que ofrezca oportunidades equitativas de aprendizaje y preparación para el trabajo, sobre todo con quienes se hallan al borde de la marginación social
Aprender a aprender. Cuando un niño no teme aprender, lo nuevo le interesa y lo experimenta. Si tiene miedo no quiere probar, prefiere quedarse con lo seguro y sentirse a salvo. El niño en edad preescolar ve en el juguete nuevo una oportunidad de probar una experiencia diferente y aprender. Aun no tiene miedo acumulado ni temor a equivocarse.
Nadie presta atención a lo que lo aburre. Un formato de aprendizaje efectivo debe respetar el proceso AIDA. Comienza presentando algo que llama su Atención. En un aserradero dos hacheros trabajaban las mismas horas, tenían igual fuerza y usaban un hacha parecida. El segundo paso es el Interés. Uno de ellos cortaba el doble de árboles que el otro. El problema los intriga y surge el Deseo de resolver el problema, escoger la estrategia para abordarlo (hacer preguntas a los hacheros, buscar información en la web). La Acción: pone en práctica la hipótesis surgida, (que uno de ellos afilaba el hacha y el otro no) comprueba los resultados y se corrige (feedback y reflexión). Así incorpora algo nuevo a su conducta, un expertise en resolver problemas (se ha logrado un aprendizaje).
Los chicos saben cómo prefieren aprender y están comenzando a rebelarse. Necesitamos profesores expertos en cómo enseñar y no que sólo dominen los contenidos. La principal habilidad de un educador consiste en diseñar experiencias y no en proveer información. En establecer relaciones y conocer bien a sus alumnos: quienes son, de dónde vienen, qué les gusta. La materia prima del cerebro es la materia gris, pero no crece como la lechuga sino con la educación. Todos debemos aprender cómo funciona nuestro cerebro.
Para enseñar hay que saber cómo se aprende y sólo puede enseñar lo que sabe hacer.
La educación prepara para la certidumbre y el aprendizaje para las sorpresas. El desafío es educar para un mundo en cambio permanente que es imposible predecir.
Cada vez más voces piden enseñar lo que no figura en los contenidos actuales como lenguaje no verbal, programación, o inteligencia financiera con el dinero, técnicas de generación de ideas. Es decir cuestiones que tengan aplicación práctica.
Los niños se aburren porque no hacen nada mientras en su vida tienen muchas actividades, son protagonistas, tienen autonomía y pueden decidir. Hablamos de enseñar a hacer algo y para eso no hay otro camino que practicar y aprender haciendo. Lo que practican en el colegio es hacer exámenes, obedecer, estar sentados y callados, estudiar y tomar apuntes.
Ya nadie pone en duda estas palabras del pensador chino Confucio (551-478 a. C.): “Me lo contaron y lo olvidé; lo vi y lo entendí; lo hice y lo aprendí”.
Finlandia, Japón y Argentina. Si un país rico fracasa conviene compararlo ¿Cómo hicieron otros para ser primeros y cómo hizo Argentina para estar entre los últimos? Y ¿cómo hicieron los países sin recursos naturales para ser potencias y cómo, la Argentina, potencia de la primera década del siglo XX, se convirtió en una fábrica de pobres? Finlandia hace 15 años hizo de la educación su política de estado. Para ser maestro hay que tener título universitario, para estudiar no hay que ser rico, hay igualdad de oportunidades. Japón, destruido en la 2da guerra mundial, importó los productos de EEUU, los mejoró y redujo sus costos. Y convirtieron una isla sin recursos en la factoría más grande del mundo.
La cultura del ejemplo es la mejor escuela: si aprenden a aprender, si un proyecto país los guía, si eligen a los mejores gobiernos, si la transparencia suplanta a la corrupción; se instala un círculo virtuoso de desarrollo. Todo cambio se hace siguiendo un imaginario. Corea decidió ser un país grande en las peores condiciones. Sin recursos, sin energía, con tierras en malas condiciones; el 67 por ciento de la población no sabía leer ni escribir. Y en 17 años recorrieron el camino de la superación. Dijeron: «No tenemos recursos, pero nuestra imaginación no tiene límites». Cada sociedad tiene en sí misma la fórmula para hallar su proyecto. Educar es la industria pesada de un país porque fabrica ciudadanos.
Dr. Horacio Krell: CEO de Ilvem. Dicta conferencias gratuitas sobre métodos que optimizan la inteligencia. Mail de contacto [email protected]