Una pregunta, como para romper el hielo: ¿a quién le gusta fracasar?
Dicho así, posiblemente la respuesta aparece antes de terminar de leer la primera frase: a nadie. Sin embargo, la experiencia humana a través de los siglos ha demostrado que los hombres y mujeres más exitosos, aquellos que han alcanzado y conquistan sus metas y sueños, parecen ser “fracasadores seriales”. ¿Por qué? Este artículo nos invita a reflexionar sobre cinco sub modalidades muy frecuentes en la condición humana, para poder construir el camino del éxito cimentado en una de las estructuras más fuertes con la que contamos.
Primero: Preparados para ganar
El mundo, especialmente en Occidente, no admite el fracaso dentro de la existencia; lo que desde la formulación misma de este postulado parece ser un grave escollo a sortear, ya que vivimos en una condición física, emocional y mental en permanente cambio, por lo que la alteración en negativo del resultado de las cosas es frecuente. Y más aún: es cotidiana. Por lo que, si bien la preparación para el éxito es apropiada, quizás lo más indicado sería pensarlo como la preparación para disfrutar de la experiencia añadida por los logros y las conquistas. Así, por ejemplo, cuando un deportista o una bailarina se entrenan décadas para lograr su mejor performance, el mismo camino es el que añade las dosis de desafío necesarias para consolidar algo superior que, en determinado momento, podríamos llamar éxito. Entonces, sintetizando el primer concepto, necesitamos asumir de una vez que el camino hacia los logros y realizaciones está plagado de situaciones de fracasos.
Segundo: El escalón necesario
Te propongo hacer un breve repaso sobre tus últimos diez años. ¿Tuviste alguna experiencia que no resultó tal como la soñabas? ¿Fue enriquecedora, más allá de la turbulencia, desánimo y nivel de desafío que se presentó en aquel momento? Seguramente sí. Esto no invalida la cuota de padecimiento que hemos atravesado. Sin embargo, cuando miramos aquella situación en perspectiva, somos capaces de descubrir el sentido. El sentido es, ni más ni menos, que el propósito de esa experiencia. ¿Por qué llegó a mi vida? ¿Qué vino a mostrarme? ¿De qué forma puedo hacerlo distinto la próxima vez?. Desde esta óptica, el fracaso es todo un éxito, por más que en el instante del pasado no tenga la capacidad de verlo en forma inmediata.
Tercero: Expandiendo las oportunidades
Otro beneficio añadido del fracaso, una vez que hemos pasado el primer umbral de pesadumbre, es la alternativa de mirar las opciones que tenemos a mano. Desde allí sucede algo maravilloso en nuestro interior: se llama madurar, se llama crecer. Es entonces cuando muchas de las experiencias cobran sentido, ya que, como en un rompecabezas que empieza a armarse nuevamente, las piezas van encajando. Esto no sucede por mera fuerza de voluntad, aunque por supuesto que esta actitud ayuda mucho. Ocurre porque expandimos nuestro ojo interno, aquel con el que observamos las cosas y las situaciones. “Observamos” es la palabra clave en esta idea, ya que es muy distinto a “mirar” y “ver”. El proceso de observar es activo, y a la vez, expansivo. Por eso se abren grandes puentes de oportunidades para crear puntos de referencia distintos, que pueden producir un cambio sustancial en el próximo resultado de vida.
Cuarto: El dolor de la pérdida
En cualquier circunstancia, un fracaso viene a contrastar dentro de nosotros algo que ya no está: una persona, situación, negocio, trabajo, relación, vínculo, proyecto, sueño o meta. Con cargas emocionales de distinta intensidad según cada persona –lo que me gusta llamar ‘termostato interno’-, si somos capaces de atravesarlas con entereza y voluntad férrea, muy pronto estaremos un paso delante de ese momento de dolor y desesperación, de tristeza y desánimo. ¿Cómo puedo accionar frente a lo irreversible? En primer lugar, dándome el espacio para sentir. De este lado del mundo se nos entrenó para no sentir, por lo que las emociones dolorosas tienen mala prensa. Sin embargo, son parte irreversible del crecimiento y la evolución humana. Nos hacen más fuertes y decididos. Segundo: permitiéndome dar pequeños pasos para recobrar el movimiento, tal como cuando hacemos rehabilitación física luego de algún episodio que nos ha paralizado o postrado. Allí decidimos entrenar nuevamente nuestras capacidades (en este caso las emociones), para –más allá del dolor y la tristeza- recobrar la marcha. Y esto no es inmediato ni mágico. Requiere una enorme fuerza interior y un entorno que acompañe saludablemente. Y tercero: recordando que esto también pasará. No importa el nivel de dolor que sientas hoy, dentro de un tiempo somos capaces de reformularlo y convertirlo en algo valioso. Pero ojo: sólo si sabemos verlo de esta forma. Para verlo, es imperioso elegir la mejor actitud. Y de eso habla nuestro quinto punto.
Quinto: Tu actitud es lo que vale
Frente al desafío del fracaso de cualquier tipo, tienes una opción maravillosa para volver a probarte: elegir tu actitud. Usualmente nos enseñan que hay una forma positiva de ver las cosas; y otra negativa: ésta es la que más asusta. Sin embargo, en el primer paso para salir de la situación que te conmueve, es aceptar la posibilidad de un término medio: la neutralidad. Contrariamente a la idea que en este espacio neutral no pasa nada, ocurre todo lo opuesto: se movilizan invisibles fuerzas internas, que te permitirán de a poco recobrar el sentido y propósito de la vida. Y desde allí, si te mantienes en permanente movimiento, podrás encontrar el aprendizaje que encierra esta experiencia.
Aprendizaje que a veces nos llega a la fuerza, incluso desarmándonos por completo. Créeme que sé de qué te hablo, por estar muy curtido con todo tipo de situaciones. Entonces, llega el punto donde maduré desde el dolor y me permito reconocer esa experiencia como algo valioso –cosa que hasta hace poco tiempo seguramente me negaba a ver de esta forma-. Allí se produce un profundo “insight”, una mirada hacia dentro y, desde allí, recién, proyectar el nuevo Ser: un poco machucado por los golpes, seguramente. Aunque fuerte, día a día más entusiasta, y definitivamente más flexible.
Daniel Colombo. Con más de 30 años de experiencia, desde sus comienzos en radio a los 8 años, es comunicador profesional, escritor y coach especializado en desarrollo de carrera y alta gerencia. Ha sido Gerente de Marketing y Comunicaciones en empresas multinacionales y argentinas; creador de emisoras de radio, canales de TV (incluyendo populares marcas a nivel global), periódicos, portales, y presidente de su propia consultora de comunicación en Argentina durante 20 años. Tiene 14 libros publicados. Entrena voceros en motivación, liderazgo y espiritualidad en la empresa; es un reconocido líder en formación en media-coaching, oratoria y comunicación estratégica. Ha realizado más de 2500 proyectos para todo tipo de marcas, servicios y gobiernos, y dictado más de 500 conferencias, talleres y workshops en 18 países.
www.facebook.com/DanielColomboComunidad