No subestimen a los locos. El «sueño de la razón produce monstruos» reza un grabado de Goya. «El esplendor de la razón conduce a la medianía» reflexiono; la razón es necesaria pero es tímida, importante pero limitada, consistente pero de horizonte recortado. Si la «locura» es el comportamiento que se aleja de la media, los locos serán quienes puedan depositarnos en escenarios disparatados hoy, absolutamente convencionales mañana. Uno de los más grandes inventores de todos los tiempos, Nicola Tesla, fue tildado de loco, pero al morir el gobierno de USA se apropió de todas sus patentes. Galilei también fue definido con el mote de locura por sostener que la tierra giraba en torno al sol. Salvador Dalí, Colón…. la lista es infinita.
No subestimen a los soñadores. Mientras el común de los mortales llevamos el paso rutinario en las piernas, en la mente y el corazón, están aquellos que resisten elucubrando nuevos mundos, generalmente más sanos, más incluyentes, más nobles, más utópicos. Cuando los soñadores contagian sus sueños se transforman en líderes; personas capaces de extraer del «vulgo y la convención» fuerzas musculares y morales que desconocían hasta entonces. Gandhi se describió como un soñador práctico;lo importante: convertir los sueños en realidad. Alguna vez escuché decir que los grandes soñadores nunca duermen. Luther King, Lennon… la lista es infinita.
No subestimen a los idealistas. A contraposición de los «realistas» que saben las debilidades y fortalezas del hoy, aquellos tienen un horizonte lejano, tan lejano que tienden a confundirse a los idealistas con pomposos e irrealizables propósitos. Sin embargo, un idealista puesto a trabajar es un hacedor de futuros, un componedor de melodías que armonizan valores, sueños y prosperidad. Mientras la mayoría tiene la certezas del presente y las dudas del futuro, ellos encarnan una personalidad antojadizamente contraria: tienen la certerza en el futuro y las dudas en el presente. Tan fuerte es la personalidad del idealista que el Dr. David Keirsey lo ha identificado dentro de los cuatro temperamentos básicos de la humanidad junto con el artesano, el guardian y el racional. Robespierres, Franklin, Platón… la lista es infinita.
No subestimen a los inmaduros. Son aquellos que en algún punto su personalidad no está dentro de los parámetros objetivables y esperables de un adulto. Esa inmadurez, indeseable desde la racionalidad es también el sustento donde se apoyan personalidades rebeldes y revolucionarias, creativas e innovadoras. La inmadurez permite prolongar en el tiempo esa cándida inocencia de la niñez y adolescencia, esa que permite ver el mundo con ojos puros e ideas desacartonadas. La sensatez, prudencia o buen juicio caracterizan a los maduros y aplomados, pero nunca a los grandes transformadores. Ellos poseen algunas características psicológicas distintivas, desechables para el status quo, imprescindibles para los grandes cambios, sean estos sociales, culturales o económicos. Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, fue tildado de inmaduro por todo el establishment de negocios por su manera de vestir. Hasta Mozart fue definido como el «genio inmaduro» por infantil, procaz y caprichoso.
Las grandes personalidades, aquellas que provocan un «antes y un después», no pueden ser evaluadas bajo los parámetros de la formalidad excesiva y la objetividad manifiesta. Hasta probablemente el departamento de RRHH vete su ingreso.
Existen los creativos. De a miles y millones.
Pero existe una categoría infinitamente superior: los creativos visionarios, los creativos estratégicos o los creativos revolucionarios. Tan pocos como escasos. Tan imprescindibles como únicos.
Nicola Tesla, Galilei, Luther King, Lennon, Salvador Dalí, Colón, Robespierres, Franklin, Platón, Mark Zuckerberg, Mozart. Luego de ellos, el mundo ya no fue igual. A su manera reconfiguraron los valores que atraviesan la política, la economía, la filosofía, la cultura y el entretenimiento.
El 97% de las innovaciones son incrementales. El 2,9% son radicales y disruptivas. Y sólo un 0,1% que son las que cambian la historia para siempre. Para estar en ese 0,1% hace falta personalidades que, por sus «rarezas» también estén dentro de un 0,1% diferencial.
Locos. Soñadores. Idealistas. Inmaduros. Ellos llevan el germen del talento revolucionario. Cambiando nuestras percepciones y prejuicios hacia ellos, se encargarán ellos de cambiar nuestro futuro. Detectarlos, protegerlos, incubarlos es nuestra tarea.
«Las personas suficientemente locas como para pensar que pueden cambiar al mundo, son las que lo cambian»
Prof. Germán Castaños. Creativo. Consultor en creatividad. http://www.ideavip.com.ar/.
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Muy buen artículo.