Así como cada persona debe buscar su talento, también debe encontrar la manera de motorizarlo y energizarlo. Hay tantas maneras como individuos. Porque la inspiración puede reposar en objetos similares pero en sus particularidades diferentes.
Así, por ejemplo, a muchos los inspira el mar. Algunos son iluminados por la línea fina del horizonte donde se confunde el mundo real y el mundo imaginario. A otros el vuelo de las gaviotas en audaz parábola para tomar su presa; más bien existen otros donde la inspiración en el mar no está en la potencia de su imagen sino en el golpeteo rítmico que las olas producen en nuestros oídos. Los hay también quienes se ven seducidos e inspirados por las burbujas que se desvanecen en la orilla. La inspiración es infinita. La sensibilidad sensitiva y espiritual su mínimo requisito. Vaya casualidad, Picasso y Van Gogh se inspiraban en el Mediterráneo.
El ser humano tiene muchas capacidades, talentos y sueños, pero no existe crimen mayor que desperdiciarlos vagamente decía Einstein. El talento siempre está; en acto o en potencia pero siempre presente. Hay veces que en unas gambetas maradonianas intenta driblearnos toda la vida. Encontrar el motivo de la inspiración refuerza la significancia del talento individual.
Sin inspiración la fuerza del talento se debilita hasta llevarlo al ocaso. Tan bueno es cultivar el talento como detectar las energías movilizadoras de la inspiración. Y la inspiración es tan anárquica, aleatoria, zigzagueante e insólita como individual.
Stephen King buscaba inspiración en el Hotel Stanley donde se contaba que ocurrían cosas extrañas. Gustav Mahler se relajaba golpeando cuero. Rudyar Kipling escribía solo con tinta negra de obsidiana. Beethoven derramaba agua helada sobre su cabeza. Hay método en la inspiración y hay inspiración en el método. La retroalimentación se asume positiva.
Además del método de inspiración favorito, de construcción tan individual, de valor tan potente al autor, tan acotado a su ser que cualquier intento por compartirlo deviene en un fracaso de quien lo toma. La inspiración no admite copia. Eventualmente, y con pinceladas nuevas, renovar en una original inspiración, ya distinta, nuevamente muy personal.
Las inspiraciones repentinas, alejadas del método, pero fundadas en el “eureka”, el deslumbramiento perceptivo y la sincronía racional nunca debería ser desatendida. Es como una voz que nos llama. Un timbre que suena. Una alarma interior que se activa. Galileo Galilei para crear el reloj péndulo se inspiró en el ir y venir oscilante de una lámpara de aceite que pendía del techo. Miguel Ángel se inspiró en burdeles de su zona para pintar la Capilla Sixtina. Cervantes en un relato árabe sufí para El Quijote, Edward Munch para pintar el celebre “El Grito” en la erupción de un volcán. La variedad inspiracional no tiene límite: el diseñador de la Torre Eiffel alumbró su arquitectura luego de observar la anatomía de un fémur.
Cuando la inspiración nos encuentra nos adueñamos de un estado de fluidez productiva. Cuando evita acompañarnos forzarla es tarea inútil. Aprovecharla cuando está, buscarla cuando no, más nunca forzarla.
La inspiración no puede ser comprada, solo seducida. No puede ser sobornada, solo conquistada. No puede ser violentada, solo acariciada. Cerca de la sensibilidad, lejos de la fuerza.
Talento sin inspiración es diamante en bruto sin fecha de vencimiento.
Inspiración sin talento deviene en cuantificada producción de escuálida calidad.
Todos tenemos el potencial para desarrollar ambas. Disponemos del tiempo (una vida). ¿Disponemos de la decisión?
• Prof. Germán Castaños. Creativo. Consultor en creatividad. www.ideavip.com.ar.
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