Tenemos que aprender a escuchar en forma activa al otro, y vivir en presente de cada conversación con la presencia y la atención plena que el otro merece.
En esta era de sobreabundancia de mensajes, la comunicación dentro de las organizaciones y en la vida de relaciones humanas adquiere una relevancia fundamental. Los diálogos, conversaciones, intercambio de mensajes por los móviles tanto escritos como audios, la publicidad, los medios de comunicación, las discusiones y el compartir con las demás personas, modifican permanentemente nuestros hábitos, opiniones y conductas.
La palabra hablada, junto con el lenguaje corporal que representa según la ciencia más del 90% de la forma en que nos comunicamos, ha tomado tal relevancia que pocos quieren perder el protagonismo.
Estamos asistiendo a la mayor catarata de personas hablando al mismo tiempo. A la vez, hay muy pocas personas escuchando. Y menos aún, haciendo escucha activa.
La escucha activa representa, en sí misma, la base de una mejor comunicación cuando necesitamos relacionarnos con los otros de una forma más asertiva. Nos permite detectar, entender, empatizar y descubrir sus territorios predominantes. Es decir, comprendernos, ni más ni menos.
Según el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), la escucha activa es una forma de vincularnos, prestando suma atención para obtener mayor información, trabajar cooperando con los demás, así como profundizar y considerar distintos puntos de vista. Hay otra definición de los científicos Roger y Farson en 1979, donde la describen como la cualidad de provocar cambios en la vida de los demás. Entonces, ¿cómo el simple acto de escucha activa produce este gran resultado?
El secreto es que requiere una atención plena y consciente de tu parte. Cuando el otro se siente libre de expresarse, comprendido y escuchado, se integra no sólo lo que dice en palabras y lo no verbal, sino que también podrás captar otra forma de lenguaje: lo que siente.
Sin embargo, hay personas que piensan que esta forma de comunicación mejorada significa una mera puesta en escena con herramientas donde al otro “le parezca” que lo estoy escuchando; aunque sólo estoy oyéndome a mí mismo. El “Bla Bla Land” confunde todo. Centrados en una postura egocéntrica, pensamos que lo nuestro es más importante que lo que el otro tiene para decirnos, y así, se interrumpe la verdadera comunicación.
Un ejemplo interesante sobre el poder de la escucha activa lo dan los negociadores de rehenes y grupos especiales de fuerzas de seguridad. Dos de ellos, Gary Noester y Mike Webster, ambos ex miembros del FBI, nos ayudan a entender el tema cuando revelan que “la escucha activa como una herramienta clave en las negociaciones para estimular un cambio positivo en el secuestrador, y los mediadores profesionales también la describen como una de las principales formas de crear conexión con las personas a las que quieren ayudar.”
Generar confianza, cercanía, seguridad y empatía con el otro, son parte de esta herramienta fundamental si deseas convertirte en un mejor comunicador.
Ahora bien: ¿por qué tan poca gente escucha activamente? La respuesta es que culturalmente no hemos sido entrenados en hacerlo, porque estamos programados de antemano para hablar de nosotros y siempre desde nuestro punto de vista (mirarse el ombligo la mayoría de las veces). Y desde allí, hablar. No necesariamente escuchar.
Es hora de que sepas que la mayor efectividad en la comunicación en todo tipo de circunstancias se da cuando escuchas más del 90% del tiempo y sólo hablas el otro 10%. No más de eso. Por eso las personas que hablan poco en medio de conversaciones de temas importantes, suelen ser más certeras y tienen la habilidad de ir al punto mucho más rápidamente que los demás que se la pasan Blablablando.
¿Y cuánto recordamos de todo lo que escuchamos? La ciencia dice que la gente tan sólo recuerda entre el 10 y el 25% de lo que oye. Por lo que no hace falta extenderse en tantos detalles irrelevantes haciendo ampulosas declamaciones. Es preferible focalizarse en lo esencial.
Posiblemente estés sorprendido con estas cifras, ya que los seres humanos tendemos a hacer exactamente lo contrario. Desde las neurociencias, se ha demostrado que cuando hablamos de nosotros mismos se activan áreas del cerebro relacionadas con el placer.
También existe una creencia de que hay que ser interesantes ante los demás, para caer mejor. Esto es un contrasentido, ya que desde un punto de vista asertivo, para caer bien lo que necesitamos conseguir es que la otra persona se sienta interesante.
¿Y qué pasa con esas personas que se la pasan hablando todo el día? Hay muchos estudios y abordajes científicos; la conclusión más clara es que posiblemente de alguna forma se sientan un poco inferiores a ti y a los demás, y por eso, hablan casi sin interrupción buscando generar interés y hasta aprobación. Por lo general este tipo de personas se frustran muy rápido ante las críticas, sienten que no son merecedoras de cosas buenas, y hasta llegan a sufrir depresión por ello. Desde la psicología también se considera que un exceso al hablar se produce por las emociones que les invaden cuando escuchan a los demás; llenan de palabras el ambiente (casi como para hacer ruido) para que su sonido exterior silencie su voz interior, lo que verdaderamente sienten. Es como un disfraz, una máscara. Detrás siempre hay algo que no se está diciendo, por muchas palabras que se digan.
Finalmente, cuando discutimos con otros, nuestra mente está más concentrada en preparar nuestra siguiente respuesta y asestar el golpe de gracia; y no prestamos atención a lo que nos dicen. Partimos de la base en que no estaremos de acuerdo en lo que nos dicen; entonces, lo único que vemos como alternativa es prepararnos para contrarrestar los mensajes.
¿Qué podemos hacer? Esta guía inicial puede ayudarte:
#Predisponernos conscientemente a la escucha activa;
# No juzgar;
# No tomar lo que nos dicen como personal;
# Tomarnos tiempo antes de responder;
# Reflexionar antes de hablar;
# No dar consejos si no los piden
# Evitar hablar excesivamente centrados en nosotros mismos
# Mantén una postura corporal abierta al diálogo
# Crea entornos con poco ruido ambiente, así puedes focalizar mejor la escucha.
# Repite las cosas esenciales, para asegurarte de que te entiendan, y que comprendes lo que el otro te dice.
# Recapitula cada tanto lo fundamental de los acuerdos a los que estés llegando.
Estas son parte de las herramientas eficaces para silenciarnos, escuchar en forma activa al otro, y vivir en presente de cada conversación con la presencia y la atención plena que el otro merece.
https://www.youtube.com/watch?v=U3i_fwcUynM