En cada comienzo de año, sin dudas, la palabra más deseada y recurrente en los mensajes de salutación es “sueños”. Envuelta de magia, misterio, fe, esperanza y un peso propio indiscutible, es casi sinónimo de logros, metas y de deseos. Sin embargo, hay una distinción importante para tener en cuenta: los sueños son fantásticos para diseñar en un nivel inconsciente lo que anhelamos. Aunque sólo esto no alcanza.
El nivel de los sueños está más allá de lo que conocemos. Es una excelente pantalla de futuro donde podemos dibujar los anhelos y aquello que queremos. Según el trazo que le demos, tendrán los colores, texturas y hasta aromas que nos indique la posibilidad de hacerlos realidad.
El componente esencial que necesariamente hay que acompañar cada uno de nuestros sueños -como los aquí descriptos- es la acción.
Un sueño sin un plan es como un viaje si un mapa.
Las metas, por si mismas, no concretan los sueños. Es necesario ponerlos en acción. Cuando somos capaces de diseñar ese plan estratégico para dar el paso a paso fundamental en el rumbo que nos conduzca al destino, empezaremos a ver rápidamente los resultados.
¿Cómo se manifiestan estos indicios? Pistas, llamados, sincronicidad, hechos aparentemente irrelevantes en otro momento, personas que aparecen, lecturas que nos inspiran y una gran cantidad de otros recursos adicionales se “confabulan” en positivo, para ayudarnos a conquistar la meta.
La meta es el destino de aquel sueño. Y la acción es la herramienta de construcción.
Las condiciones de las metas
Cuando definimos metas, un buen planteo es que reúnan tres condiciones:
1. Realista
2. Posible
3. Medible
Que sea realista significa que estoy dispuesto a comprometerme ciento por ciento con ella, y que me permitirá cambiar significativamente el nivel de experiencia en el que quiero que se manifieste. De esta forma, podré tomar las acciones necesarias para poner en acción mi sueño, y entregarme a cumplirlo sin esperar que me llegue todo del cielo. En síntesis, hace falta un fuerte compromiso con el hacer para que se concrete.
La fe y la esperanza son importantes; aunque más importante es la voluntad férrea de trabajar en función de mis metas y anhelos. Es esto lo que producirá el resultado.
Posible, determinará una serie de pasos, o mini metas, que podrás ir conquistando para adquirir la destreza y confianza suficiente, sin perder de vista el objetivo mayor. Hacerlo posible es ponerlo en acción. Practicar es la clave del éxito. Si no comienzas por un pequeño paso es muy probable que te desanimes y no avances al siguiente.
Medible es la forma en que harás tangible lo intangible. Con el increíble poder hacedor de los sueños definidos en metas, y estas metas puestas en acción mediante el ejercicio de tu determinación y voluntad, vas a poder conquistar progresivamente los hechos concretos que te darán la pauta de que estás en camino. Este proceso de medir el resultado es fundamental, ya que te permitirá cargar las baterías cuando experimentes algo de cansancio o desaliento. Te animará a ir por más.
“…Y los sueños, sueños son”, la célebre frase de Calderón de la Barca, resume la diferencia entre un sueño, una meta y las acciones para conquistarlas. Si te quedas sólo en el nivel inconsciente del sueño, es muy válido: aunque es probable que ocurran muy pocas cosas en el plano físico, si es así donde necesitas que se manifiesten en concreto.
Por eso, la fórmula ideal es: soñar, definir las metas, actuar y medir el resultado. La persistencia es la clave que te llevará a eso que tanto anhelas: manifestar mientras estás vivo en este mundo el propósito de tu vida.