Más del 85% de los seres humanos declaran tener dificultades para tomar decisiones en los distintos ámbitos de la vida; desde elegir una comida en un restaurante, hasta tomar elecciones vitales como cambiar de trabajo.
En diferentes grados suele aparecer el miedo, la duda, la incertidumbre, ansiedad, inacción, la inhabilidad para pensar y hasta manifestaciones físicas.
Tomar decisiones y resolver problemas son, entonces, dos de los procesos más complejos para los seres humanos, puesto que combina múltiples variables a considerar, tangibles e intangibles, y un inevitable componente emocional.
Hay muchos modelos de aplicación; el que hoy nos ocupa, es uno básico desarrollado por D’Zurilla y Goldfried en 1971.
Como cada persona es un mundo, ante la toma de decisiones y para afrontar problemas necesitamos considerar que cada individuo procederá de forma diferente. Esto es especialmente relevante en la toma de decisiones de conjunto, por ejemplo en la empresa y organizaciones, donde es necesario consensuar y evaluar diferentes alternativas según los interlocutores.
Tomar una decisión se refiere al proceso entero de elegir un curso de acción.
Algunos conceptos para entender el tema
Para captar la esencia del proceso, y, sobre todo, llevarlo a la práctica, necesitamos definir ciertas ideas que le dan marco, para saber de qué estamos hablando:
Decisiones: básicamente, son combinaciones de situaciones y conductas que pueden ser descritas en términos de tres componentes esenciales: acciones alternativas, consecuencias y sucesos inciertos (lo que puede acontecer y aún no sabemos; las contingencias o lo que surja en su momento).
Resultado: es lo que se plantea conseguir en forma concreta si se llevan a cabo las decisiones que se han tomado. Es importante considerar que como las situaciones son siempre dinámicas, el resultado puede variar según se avanza.
Consecuencias. Son las reacciones manifiestas una vez que están tomadas las decisiones, que nos permiten evaluar -desde la subjetividad que todos tenemos-, y que deberemos considerar para evaluar posibles correcciones o ajustes en su momento; y sobre todo, para asumirlos como parte del proceso. Por ejemplo, ganancias o pérdidas, bueno-malo, esperado-inesperado.
Incertidumbre. Probabilidad, posibilidad, confianza, temor, son algunas de sus manifestaciones. En esencia, son juicios y etiquetas internas que se le ponen a la toma de decisión, teniendo en cuenta lo incierto del resultado final.
Preferencias. Es todo aquello que podemos elegir, para discernir entre algunas opciones.
Juicio. Es la evaluación que hacemos para valorar, inferir y estimar qué puede ocurrir y qué reacciones tendremos.
Partiendo de esta base, cuando una persona necesita tomar una decisión lo que combina son todas estas habilidades del conocimiento tendientes a encontrar una conducta apropiada para afrontar sucesos inciertos por el momento.
Paso a paso
Comparto aquí una secuencia, para ayudar a ordenar las ideas y emociones, y contribuir a que, una vez aprendido, puedan ejercitarlo con mayor destreza y serenidad:
# Elegir la situación sobre la que debemos tomar la decisión. Esto, en sí mismo, encabeza el proceso. Hay elementos que son importantes y relevantes, y otros que se pueden obviar. Para esto, deberá analizarse la relación de importancia e implicancia entre ellos.
# Determinar acciones alternativas. Cuando ya se sabe cuál es la situación el siguiente paso es elaborar las acciones alternativas, extrapolarlas a su momento definitorio y pensar en los resultados teniendo en cuenta la incertidumbre inevitable del proceso. Al hacerlo, se obtiene una noción de las consecuencias que puede traer cada una de las acciones alternativas. Y eligiendo las más conducentes, aparecerá la conducta que sea más apropiada para darle un curso de acción.
# Asignar los recursos propios o externos para ponerlo en acción
# Supervisar la marcha de la resolución
# Medir el resultado parcial si hay etapas, y corregir lo necesario.
# Detectar oportunidades de mejora
# Mientras se produce la toma de decisiones en proceso: saber que se está aprendiendo e incorporando nuevas hablidades, con todo lo bueno que esto representa.
# Medir el impacto en distintas etapas.
# Controlar los acuerdos a los que se arribe.
# Analizar el conjunto de todo el proceso.
# Hacer una conclusión final en términos personales, enfocado en lo positivo, lo negativo, los aprendizajes y las oportunidades de mejora para la próxima situación.
“Nunca cortes un árbol en el invierno.
Nunca tomes una decisión negativa en los momentos bajos.
Nunca tomes tus decisiones más importantes cuando estas de mal humor.
Espera. Sé paciente. La tormenta pasará. La primavera llegará.”
(Robert H. Schuller)
Condicionamientos emocionales
Hay personas orientadas a los problemas; son aquellas para los que la mínima decisión que necesitan tomar representa un desafío gigantesco.
Otras, están enfocadas en la resolución positiva de las situaciones. Veamos:
Hay dos factores que condicionan emocionalmente a las personas con dificultad para tomar decisiones; basados también en la teoría de la autoeficacia de Bandura (1997):
# La creencia en la autoeficacia en la resolución de los problemas. Basada en la expectativa de eficacia personal para afrontar cualquier tipo de problemas.
# La creencia que los problemas de la vida se pueden resolver; en este caso, se basa en lo que se llama la expectativa de resultado.
En ambos casos, se combinan una serie de elementos que, según donde uno se pare, ayudarán o no a atravesarlos y resolverlos, entre ellos:
# Ver los problemas como retos. Esto puede ser positivo o negativo, según cada persona. Muchos lo ven como oportunidades de aprendizajes, y otros, como amenazas. Por eso le rehúyen, evaden o postergan.
# Tener disponibilidad para invertir tiempo y esfuerzo en resolver las cosas.
# Optimismo, pensando que la inmensa mayoría de los problemas en este plano físico tienen solución.
# Darse cuenta de los recursos internos que nos dan la capacidad para afrontarlos.
Como vemos, dependiendo de donde te coloques es el resultado que obtendrás. Hay muchas personas que prefieren entregar el poder personal al otro, para que elija, acuerde y lleve adelante el proceso, esquivando su responsabilidad. Sin embargo, para aprender a tomar decisiones y a resolver conflictos, es necesario experimentarlo, vivenciarlo.
La invitación es a que lo hagas consciente, paso a paso. Puedes empezar con pequeñas cosas para adquirir seguridad, entender profundamente el proceso, no saltear etapas y así, estar preparado para asumir retos mayores.