El sistema monetario es un tablero donde el dinero es el rey. El peligro del orden creado por el dinero se refleja en la fábula del rey Midas quien al convertir todo en oro se murió de hambre. Cuando el hombre se liberó de dioses, reyes y costumbres fue atrapado por el dios monetario. Al transferir su alma al dinero lo humanizó deshumanizándose.
El dinero tiene la propiedad de que sin ser nada puede comprarlo todo, y sólo sirve para volcarlo hacia afuera. Sin dinero no se es nadie, hay que obtenerlo para apropiarse de los bienes que se desean y que producen los demás. Para Aristóteles dinero y riqueza no son sinónimos, pero el potencial de realización y el sentido de la vida se asocian con su tenencia. Sin límites para el deseo hay que tener más dinero y el dinero nunca alcanza.
El tiempo es oro … si se sabe aprovechar
Para tener más dinero hay que hacerlo circular rápidamente. Desde la invención del reloj todos tenemos reloj pero nadie tiene tiempo. El reloj invadió el reposo y el trabajo, hay que generar ganancias y para eso el tiempo es un estorbo. Si bien infinito y trascendencia son valores espirituales, aplicados a la vida como estrategias de crecimiento convirtieron al mundo en una fábrica de dinero donde lo artificial reemplazó a lo esencial.
Para acumular dinero surge la compulsión a la repetición, como los conquistadores de países donde cada conquista crea una nueva frontera a superar o como Sísifo condenado por los dioses a tirar para siempre una enorme piedra de la cima y volverla a subir.
Lo contradictorio es que siendo cualitativamente ilimitado – permite comprar de todo- , es cuantitativamente limitado y la brecha la llena el deseo en nuestra mente y en nuestros días.
La mentalidad de bombero responde al estilo de someterse a las urgencias para conseguir $ a punto tal que las cosas más importantes de la vida pasan a segundo plano.
La historia del dinero
El proceso histórico fue pasar del trueque a la moneda para facilitar las transacciones y ser la común denominadora de los precios. De la moneda se paso al papel y al dinero virtual aumentando su carácter abstracto y generando el cálculo financiero para multiplicarlo.
El creciente individualismo y la libre iniciativa hicieron que los más aptos se quedaran con más dinero provocando su concentración. El dinero dejó de ser un medio para la economía y se convirtió en un fin, hasta el extremo que la masa monetaria superó a la economía real. Surge así un capitalismo financiero dominante donde la economía real depende de la artificial. Con la globalización la lógica económica depende de la financiera, afectada por razones psicológicas como pánico, apuestas, corridas de capitales; donde se habla más de jugadas maestras que de obras. Lo financiero hace del dinero un fin y no el medio.
Con el crédito al consumo se paga luego lo que se consume hoy, siendo la gratificación más pequeña que el compromiso asumido. Además se invierte la lógica del ahorro. Bajo la idea de vivir el presente, cenicienta pagará la fiesta aunque los bienes se tornen obsoletos.
El renacimiento del trueque
En lugar de acumular dinero lo mejor es precisarlo menos. Como dijo Aristóteles el dinero no es riqueza: desaparece por robos, inflación galopante, causas naturales, quiebra de bancos, cambios de paridades cambiarias, etc. Para depender menos del dinero hay que hacer que el dinero dependa de uno. Para eso hay que aprender a disminuir los pagos en efectivo mediante el canje de los mismos por nuestros bienes y servicios
Para Mahatma Ghandi rico no es el que más tiene sino el que menos necesita, pero no se trata de retroceder, lo que hay que lograr es que el dinero sea un medio, que la cantidad no supere a la calidad, ni lo abstracto a lo concreto, ni el cálculo al placer. El dinero no hace la felicidad pero sí crea codicia, avaricia, envidia y deseos de poder; sin traer la amistad, el amor y la comunicación. Y lo que tiene mucho valor generalmente no tiene precio.
El dinero pone en juego al tiempo, hacer dinero lo consume, por ejemplo trabajando más para pagar las deudas. No hay que correr tras el dinero ni aceptar todas las oportunidades, hay que privilegiar las necesidades. La salud espiritual exige que no juguemos a la timba. Permutemos la sed de dinero por sed de justicia para formar una comunidad donde todos podamos vivir y desarrollar nuestro potencial. Los más poderosos terminan sin saber que hacer con tanto dinero, algunos como Bill Gates lo donan y otros lo derrochan.
Mejor sería equilibrar los desequilibrios canjeando la deuda social creada durante años por la única riqueza que no se pierde: la educación de la gente para lograr una sociedad justa. Como dijo Benjamín Franklin a veces conviene sacar el dinero del bolsillo si se usa para llenar la mente, porque en ese caso la mente repondrá con creces los bolsillos.
*Dr Horacio Krell. Director de Ilvem. Secretario de rel. internacionales de UAF Unión Argentina de Franquicias y Propulsor de UP Unión de Permutas [email protected]