En los mejores países las instituciones funcionan, la calidad institucional depende de su gente y de sus prácticas. Mientras que inteligencia emocional es la capacidad de conocerse a sí mismo y desarrollar el potencial, la inteligencia social es saber administrar las relaciones con los demás. Los equipos de trabajo definen el perfil de las instituciones y el conjunto de las instituciones construyen a la sociedad.
En los orígenes de la humanidad el lenguaje fue la primera técnica inventada por el hombre. Al tallar el alfabeto en el cerebro pudo dominar al planeta y crear un cerebro social con un sistema de comunicación que ninguna especie pudo imitar. Pero el desarrollo no fue parejo, la cultura del ejemplo y la educación influyen en cada cerebro generando así círculos virtuosos o viciosos. Las “neuronas espejo” imitan e incorporan lo que ven. Por eso el desarrollo individual y social están indisolublemente asociados.
Valores cambiantes. Si algunos individuos deciden no ser parte del todo, rompen el acuerdo de convivencia y el lazo social se destruye. Los nuevos valores como el individualismo, la conveniencia personal, y la indiferencia por el otro crean una enfermedad tóxica que envenena la vida social. El choque entre valores sociales e individuales generó un mundo donde todo vale y sálvese quien pueda;
un mundo real y no ideal que debemos reformar porque está en riesgo la subsistencia del planeta.
Hay organizaciones sustentables que producen los recursos que necesitan y organizaciones sostenibles, valiosas por los fines que persiguen que precisan el apoyo de todos. Los recursos humanos y materiales son los que permiten llevar adelante la misión institucional. La inteligencia es una capacidad de las personas no de las instituciones. La paradoja es que sólo sobreviven las instituciones inteligentes.
Miles de empresas nacen innovando y miles mueren por no poder mantener su calidad competitiva.
Las buenas prácticas. Las instituciones, como las personas nacen, se desarrollan y mueren. Pero una organización puede vivir para siempre porque no está afectada por la biología: “los hombres pasan y las instituciones quedan”. Las organizaciones mueren cuando ya no persiguen sus fines.
Los países que mejor funcionan en el mundo son los que redujeron la lucha de clases mediante la igualdad de oportunidades. Lo lograron a través de la educación.
Una buena práctica es asociar lo sostenible con lo sustentable. Finalmente son las grandes mayorías las que se benefician con instituciones que funcionan, por eso es importante preservarlas.
Keynes dijo que “a largo plazo estaremos todos muertos”. El pasado nos ofrece recetas, el futuro puede no existir. La edad de los principios y LOS PRINCIPIOS importantes juegan en tiempo presente.
Las instituciones que perduran son las que se adaptan y se anticipan a los cambios. La buena práctica para ser sostenible y sustentable es la “destrucción creativa”. Es destruirse uno mismo antes que lo haga algún competidor o la misma realidad. Mientras que las habilidades de pensar y comunicar representan el género humano de la competitividad, en lo institucional se precisan instrumentos complementarios.
Inteligencia emocional. La inteligencia emocional parte de la inteligencia individual para conocer al genio interior que nos habita, es nuestra inteligencia especial en el marco de las inteligencias múltiples. La inteligencia social apunta a crear capital social. La inteligencia ética universal implica la conexión de los hombres con el planeta que los cobija. Para alcanzarla hay que educar a la gente para que elija a los mejores, que sea el mérito y no el amiguismo el principio rector de promoción en las organizaciones.El problema madre es que la educación atrasa, supone que en piloto automático desarrollaremos las virtudes espirituales, emocionales, creativas, estratégicas, ejecutivas y sociales. Así “vivimos en sociedades donde la gente no es feliz con lo que hace”, con ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres.
La sociedad de consumo nos lleva preferir el radar que nos indica la moda e imitar a ricos y famosos que encontrar la brújula interna que nos señale el camino que debemos seguir. Otra buena práctica nos fue legada por los griegos: “Conócete a ti mismo”, no existen vientos favorables para el que no sabe a dónde quiere llegar. Un principio activo es que aprender es una tarea de tiempo completo para toda la vida. Si lo haces crearás un activo invisible: “el capital que tienes entre tus dos orejas nadie te lo podrá quitar”.
Inteligencia institucional planetaria. El crecimiento de la información exige hoy dominar nuevas tecnologías, pero las destrezas genéricas no se desvalorizan con el tiempo. Aprender a leer, a escuchar, a argumentar y a cumplir con las promesas constituye un valioso patrimonio intangible.
Podemos ser moderadamente optimistas sobre que, la principal institución universal, el planeta tierra, será liderada algún día con las mejores prácticas por los mejores hombres.
Cuando murió Einstein donó su cerebro a la humanidad. Se comprobó que era parecido al de cualquiera, no valía por su peso sino por cómo lo hacía funcionar. Un principio sintetizador de las buenas prácticas es que “los métodos constituyen la mayor riqueza del hombre”. Debemos crear una metodología intelectual planetaria que construya en sinergia colectiva un todo muy superior a la suma de sus partes. La humanidad debe orientarse hacia la meta de un gobierno universal, un poder central inteligente sin el prejuicio de las fronteras, donde el querer de las mayorías posea también la eficacia para gestionarlo.
Hemos visto en esta nota la pugna entre los valores individuales y sociales. Sumemos las crisis periódicas de los países. En el 2000 Argentina un país rico en recursos naturales se declaró en moratoria y en 2010 Grecia el país que alumbró la filosofía está en situación crítica. Que el árbol no nos impida ver el bosque, que la fotografía de este mundo en llamas no nos impida ver el final feliz de la película.
Las buenas prácticas conjugan los valores de crecimiento individual con los de crecimiento social. Para que lo que hoy somos no nos impida alcanzar lo que podemos y debemos llegar a ser
Dr.Horacio Krell. CEO de Ilvem. [email protected]